Alexander
Mientras me preparo para la gala, no puedo dejar de pensar en Alessandra. Hoy ha sido un día pesado, lleno de reuniones y decisiones familiares que me han dejado exhausto. Necesito un momento de calma, así que decido dar un paseo por los jardines de la casa.
Al acercarme a la piscina, el brillo del sol me hace entrecerrar los ojos. A lo lejos, la veo: Alessandra, recostada sobre una tumbona, luciendo relajada. La forma en que la luz del sol acaricia su piel bronceada y cómo sus cabellos oscuros caen en suaves ondas sobre la tela de su bikini me deja sin aliento.
Ella parece tan ajena al mundo, perdida en sus pensamientos. La delicadeza de sus rasgos, la curva de sus labios y la línea de su cuello me atraen. En ese instante, mi corazón late con fuerza. La imagen de su figura elegante y esbelta, rodeada de frutas frescas, es un recordatorio del tiempo que perdí ignorándola.
Me acerco lentamente, intentando no hacer ruido, observando cada detalle de su belleza. Los colores vibrantes de su bikini contrastan con la suavidad de su piel, y el aire a su alrededor parece vibrar con su presencia.
Me detengo a unos pasos de distancia, disfrutando del momento. Quiero que se dé cuenta de lo hermosa que es, de cómo ilumina el espacio que la rodea. Pero ella permanece inmóvil, con los ojos cerrados, como si estuviera en un sueño. Me pregunto si alguna vez se ha dado cuenta de lo mucho que la he admirado desde que éramos niños, del amor que he sentido por ella en silencio.
Ese recuerdo me golpea con fuerza: cómo, de niño, la veía jugar y reír, completamente despreocupada. La vida era simple entonces, y el amor que sentía por ella era puro. Ahora, las cosas son diferentes. Los años han traído complicaciones, celos y decisiones difíciles.
Pero aquí está, tan cerca y tan distante al mismo tiempo. Quiero acercarme, decirle lo que siento, pero hay una barrera invisible entre nosotros.
Finalmente, decido retirarme antes de que me vea, antes de que la realidad me despierte de este sueño. Camino hacia atrás, pero no puedo evitar mirar una vez más. Alessandra sigue allí, tan hermosa y tan lejos de mí, y la tristeza se asienta en mi pecho.
Mientras me alejo, la imagen de ella queda grabada en mi mente, un recordatorio de lo que podría haber sido. La gala de esta noche será un nuevo desafío, y no puedo evitar preguntarme cómo reaccionará al verme.
La gala se acerca y siento la presión acumulándose a medida que me visto. Me coloco un traje oscuro que resalta mis hombros y la línea de mi mandíbula, tratando de proyectar una imagen de confianza y poder. Sin embargo, mi mente está ocupada con pensamientos de Alessandra. La visión de ella en la piscina sigue latente, alimentando un deseo que creía reprimido.
Al terminar de arreglarme, bajo las escaleras hacia el vestíbulo, donde espero a mi padre, Daniel, y a Eloísa. El ambiente está cargado de tensión, pero mi mente está fija en un solo lugar: Alessandra. La anticipación crece dentro de mí.
De repente, veo que las escaleras crujen suavemente, y allí está ella. Alessandra aparece, descendiendo con gracia y elegancia. La luz de la entrada ilumina su figura, y no puedo evitar quedarme inmóvil, cautivado por la imagen que tengo ante mí.
Luce un vestido largo y elegante que se adhiere a sus curvas de manera sublime, con un escote sutil que acentúa su belleza. El color del vestido resalta el tono de su piel, y su cabello cae en suaves ondas sobre sus hombros, dándole un aire de sofisticación.
Sus ojos, brillantes y expresivos, parecen absorber la luz a su alrededor, y cuando me mira, siento que el tiempo se detiene. En ese instante, el resto del mundo desaparece. Solo estamos ella y yo.
Un impulso irrefrenable me lleva a dar un paso adelante. Deseo acercarme, tomarla entre mis brazos y perderme en sus labios. El deseo de besarla es tan intenso que me siento incapaz de resistirlo. Mis instintos me gritan que actúe, que rompa el espacio que nos separa.
Sin embargo, me detengo. Las palabras de mi padre y las expectativas familiares resurgen en mi mente, como un recordatorio de las complicaciones que nos rodean. Pero el deseo, esa chispa que siempre ha existido entre nosotros, es innegable.
—Alessandra —digo, intentando mantener la voz firme mientras ella se acerca—. Te ves… impresionante.
Ella sonríe, y ese simple gesto provoca un torrente de emociones en mí. Cada mirada que intercambiamos me hace cuestionar mis decisiones y la distancia que hemos mantenido a lo largo de los años.
Mis pensamientos se interrumpen cuando escucho la voz de mi padre y Eloísa acercándose, trayendo consigo la realidad del momento. La presión de la gala, las expectativas familiares y la intrincada red de relaciones que nos rodean vuelven a caer sobre mis hombros.
Pero, a pesar de todo, mi corazón sigue latiendo solo por ella, y no puedo evitar preguntarme si alguna vez podremos superar los obstáculos que nos separan.
Alessandra sigue descendiendo las escaleras con la misma elegancia con la que siempre se ha movido. Cada paso suyo es una provocación, un recordatorio de lo inalcanzable que ha sido para mí.
Su vestido se desliza sobre su piel como si hubiera sido diseñado solo para ella. El corte realza su figura sin esfuerzo, dejando al descubierto la delicadeza de sus hombros y la sutil curva de su espalda. Mis ojos recorren cada detalle: el brillo de su piel bajo la tenue luz del vestíbulo, la forma en que su cabello cae en ondas suaves sobre su pecho, y la intensidad de su mirada cuando, finalmente, me encuentra.