Entre Deseo Y Redencíon

Capitulo 6

Alexander

El sol se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación con una luz cálida y dorada. Me desperté sintiendo el peso de la noche anterior, una mezcla de deseo y confusión aún latiendo en mi pecho. Tras vestirme rápidamente, tomé mi maleta, consciente de que debía partir.

Bajé las escaleras con un ligero suspiro, preparándome para enfrentar un día lleno de reuniones y negocios. Cuando llegué a la planta baja, la vista del salón me detuvo en seco. Allí estaba Alessandra, sentada en el sofá, su cabello desordenado y una taza de café humeante en las manos. Me sorprendió verla tan tranquila, tan hermosa y despreocupada.

Antes de que pudiera reaccionar, decidí acercarme sigilosamente. No sabía si era mi intención asustarla o simplemente disfrutar del momento.

—¡Boo! —exclamé en un tono juguetón.

Ella giró la cabeza de inmediato, los ojos grandes y sorprendidos, y casi derrama su café. La risa salió de mis labios mientras ella se recuperaba, aunque su mirada rápidamente se tornó seria.

—¡No me asustes así! —protestó, aunque no pude evitar notar la pequeña sonrisa que se formaba en sus labios.

Antes de que pudiera decir algo más, me incliné hacia adelante, atrapando sus labios con los míos en un beso que era tanto un saludo como una despedida. Era un beso cargado de significados, de lo que había pasado entre nosotros y de lo que podría venir.

Cuando finalmente me aparté, ella me miró con una mezcla de emoción y desafío.

—Esta vez no fui yo quien escapó, Alexander —dijo con un tono desafiante—. Fuiste tú.

Su declaración resonó en mí. La miré a los ojos, recordando cada momento que nos había llevado a este punto.

—Lo sé —respondí, sin poder evitar que una sonrisa se dibujara en mi rostro—. Pero tal vez no sea la última vez que nos encontremos.

Alessandra sonrió, y en ese instante supe que la conexión entre nosotros no era algo que pudiera romperse tan fácilmente. Caminamos hacia la puerta juntos, uniendo nuestras energías mientras el futuro se mantenía incierto ante nosotros.

Al salir de la casa, la brisa matutina me golpeó, y sentí la mezcla de emociones que burbujeaban en mi interior. Alessandra caminaba a mi lado, su presencia a la vez reconfortante y electrizante.

—¿Estás lista para el viaje? —le pregunté, tratando de mantener un tono ligero a pesar de la intensidad de lo que había entre nosotros.

Ella asintió, sus ojos brillando con determinación.

—Listísima. Pero solo si prometes que esta vez no te irás sin despedirte —respondió con un atisbo de picardía en su voz.

—Te lo prometo —dije, aunque en el fondo sabía que las promesas podían ser complicadas.**

Al llegar al coche, una sensación de urgencia me envolvió. Era un viaje de negocios, sí, pero la idea de estar con Alessandra en un entorno diferente, lejos de nuestras familias y sus expectativas, despertaba algo en mí.

Mientras conducía hacia el aeropuerto, no podía evitar robar miradas furtivas hacia ella. La forma en que su cabello caía sobre su rostro, la manera en que mordía su labio inferior mientras miraba por la ventana… todo de ella me atraía.

—¿Qué estás pensando? —me preguntó, un tono curioso en su voz.

—En lo afortunado que soy de tenerte a mi lado. —Mis palabras fluyeron sin pensar. Ella sonrió, y por un momento, el mundo exterior desapareció.

A medida que llegábamos al jet privado, el ambiente se llenó de una anticipación eléctrica. El personal del aeropuerto nos saludó respetuosamente mientras cargaban nuestras maletas.

Una vez dentro, el interior del jet era lujoso y acogedor. Me senté junto a Alessandra, sintiendo la cercanía de su cuerpo, y la química entre nosotros se volvió palpable.

—¿Cómo crees que será este viaje? —preguntó ella, mirando a través de la ventana mientras el avión comenzaba a rodar por la pista.

—No lo sé, pero tengo la sensación de que será diferente esta vez. —La miré fijamente, esperando que entendiera el trasfondo de mis palabras.

Ella me devolvió la mirada, y en su expresión vi un destello de emoción. El avión despegó, y con cada metro que ganábamos en altitud, sentí que nuestras vidas se separaban de las realidades que nos habían atado.

—Quiero que sepas que estoy aquí porque quiero, no porque lo necesite —dijo Alessandra, y su voz era clara y firme.

—Lo sé. Y eso significa más de lo que imaginas —respondí, sintiéndome más cerca de ella que nunca.

Mientras el avión volaba hacia nuestro destino, su mano encontró la mía. Un gesto simple, pero que decía más que mil palabras.

—No importa lo que pase, no voy a dejarte escapar esta vez, Alessandra. —Las palabras salieron de mis labios con una certeza que no había sentido antes.

Ella sonrió, y en ese instante, ambos supimos que estábamos listos para enfrentar lo que viniera, juntos. El futuro era incierto, pero al menos, estábamos decididos a no dejarlo escapar.




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