Entre dos casas

Capítulo 1 — El comienzo no siempre es amor

El sonido del adhan envolvía la mezquita en Margarita como un susurro lejano que recordaba que la vida espiritual no se detenía, ni siquiera cuando la cotidianidad empezaba a pesar.

Pilar ajustaba el velo sobre su cabello aún húmedo mientras desde la cocina podía ver a sus hijos gemelos correteando en el patio, riendo sin control con los pies descalzos sobre el cemento caliente. Tenían solo cuatro años, pero ya sabían cuándo no molestar. Ese día, sin embargo, su energía parecía desbordar los límites.

A seis meses de haber contraído matrimonio con el sheij Malik, quedo embarazada no se sentía ni más ni menos casada. Se sentía. comprometida. Como quien cumple una promesa con disciplina, sin emociones que desborden. El amor no había llegado, pero sí el respeto. Y, a veces, eso bastaba para seguir.

Malik, en cambio, era la imagen misma del equilibrio. Alto, de complexión fuerte, rostro sereno y unos ojos color crema que parecían contener secretos de otras vidas. Había vivido la guerra en Siria, había enterrado a su padre en la fe y emigrado con el propósito de representar algo más grande que él mismo: la Ummah, la comunidad.

—¿Desayunaste? —preguntó él al entrar al comedor, recién salido de su estudio, con la voz grave y firme, como siempre.

—Un poco de café. No me dio tiempo más —respondió ella sin mirarlo directamente, atareada aún con los platos.

Él se acercó despacio, colocó su mano sobre su espalda y la dejó ahí, en un gesto breve y casto.

—Hoy tengo reunión con el consejo. Podríamos hablar esta noche, después de isha. Quisiera que tomemos una decisión.

Ella asintió, sabiendo de qué hablaba. Lo habían hablado con cautela, casi como se habla de algo prohibido: viajar a un pais islamico a educar los gemelos Un nuevo comienzo. Como si eso pudiera coser el hueco emocional que ambos no se atrevían a nombrar.

Pilar lo había elegido porque él era bueno, recto, un hombre de fe que ofrecía estabilidad. Y él la había elegido porque era capaz de amar a otros más que a sí misma. Pero entre los dos no se encendía la chispa del deseo, ni el fuego ciego del amor. Eran dos personas con principios claros, que se aliaron para formar una familia. No por amor, sino por fe. Por propósito.

Pero ¿cuánto tiempo podía resistirse el alma a la necesidad de sentirse vista, elegida, amada?

En el fondo, Pilar se preguntaba si era suficiente. Y aunque no lo decía en voz alta, sentía que el corazón de Malik. aún no la habitaba.




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