Entre dos casas

Capítulo 6 – Lo que no se nombra, también crece

El aire en Margarita comenzaba a cambiar con la llegada de la temporada seca. Los atardeceres eran más largos, el calor más envolvente, y la vida en la comunidad islámica parecía latir con más fuerza desde que Mirian había decidido quedarse.

No fue una decisión fácil.

Había venido solo por un mes, invitada como conferencista para un ciclo de formación sobre da‘wah, pero algo en la comunidad —algo en sí misma— había empezado a hacer raíces.

La propuesta fue clara y respetuosa. La junta de la mezquita, impresionada por su claridad, ética y capacidad de conectar especialmente con mujeres jóvenes y nuevos musulmanes, le ofreció quedarse como coordinadora del programa de educación islámica para hermanas. No era un gran sueldo, pero sí una gran misión.

Ella pidió tiempo para istijarah. Rezó durante tres noches seguidas, llorando en cada sujud, pidiendo guía, no comodidad. Pensaba en Adel, en lo que significaría criarlo lejos de su ciudad, pero también lejos del pasado que la había herido tanto. Y cuando despertó el cuarto día con una paz silenciosa, supo que debía quedarse.

Pilar lo supo por Malik, cuando llegó del consejo de la mezquita y dejó sobre la mesa el contrato provisional que habían redactado para Mirian. Lo dijo con tono neutro, pero ella notó algo distinto en sus ojos.

—¿Y Adel? —preguntó, fingiendo desinterés mientras guardaba los platos.

—Él también se quedará. Ella está buscando un colegio cercano probablemente donde estudian los gemelos. Dijo que sería bueno que compartieran más.

Pilar asintió. Pero en su pecho, algo se movió. No era celos. Era otra cosa. Como cuando sabes que una sombra no es amenaza, pero tampoco es neutra. Como cuando el viento cambia y no sabes si anunciará lluvia o calma.

Esa noche, no pudo dormir.

Mirian era buena. Muy buena. Demasiado buena para no ser vista. Y Malikera un hombre devoto, pero no ciego. Pilar comenzó a preguntarse si su intuición estaba tratando de mostrarle algo que su lógica aún se negaba a aceptar.

¿Y si Malik, en su nobleza, estaba considerando a Mirian como segunda esposa?

En el Islam, era posible. Ella lo sabía. Lo había estudiado. Lo había aceptado en teoría. Pero en la vida real, con una mujer real, en su misma ciudad… la teoría se hacía carne. Y dolía.

No era rabia. Era el vértigo de verse reemplazada en partes del alma que creía exclusivas. Aunque nada había pasado. Aunque nadie había dicho nada.

Solo intuición. Y en Pilar, eso siempre había sido una forma de verdad anticipada.

Malik, por su parte, comenzaba a experimentar algo inesperado: cariño por Adel.

El niño tenía un modo de mirar que desarmaba. No era efusivo ni necesitado. Pero cuando hablaba, lo hacía con la seriedad de quien observa más de lo que dice. Y Malik, que nunca había tenido sobrinos, se sentía reflejado en él. Tal vez porque también había sido un niño silencioso. Tal vez porque veía en Adel un futuro que no era suyo, pero que sentía ganas de cuidar.

Un sábado por la tarde, mientras los niños jugaban en el patio de la mezquita, Adel se acercó a Malik con un cuaderno en la mano.

—¿Puedo mostrarle algo, sheij? —preguntó.
—Claro, hijo.

Abrió el cuaderno. Era un dibujo de la mezquita, con pequeños detalles: el minbar, las lámparas, incluso las estanterías con libros. En una esquina, había dos figuras. Un hombre de barba corta y una túnica blanca, junto a un niño con kufi azul.

—¿Quiénes son? —preguntó Malik.
—Usted y yo —dijo Adel, bajando la mirada, como si fuera mucho atreverse a dibujarlo.

Malik sintió un nudo inesperado en la garganta.

—¿Y por qué dibujaste esto?
—Porque aquí me siento seguro.

Fue entonces cuando Malik supo que algo en él también estaba cambiando. No era deseo. No era plan. Era un lazo. Uno que no había buscado, pero que tampoco podía ignorar.

En casa, Pilar preparaba un cuaderno nuevo. Un journal donde comenzó a escribir, no lo que sentía, sino lo que temía.

Si él la llegara a proponer como segunda esposa… ¿podría yo aceptarlo? ¿Sería sabio, o sería traición a lo que somos?

“¿Es mejor una segunda esposa que edifica, que una única esposa que sobrevive?”

Cerró el cuaderno sin escribir más.

Porque a veces, lo que no se nombra también crece.

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