Vielka Esparza se ajustó la blusa y revisó su maquillaje una última vez antes de entrar al lujoso edificio corporativo. Hoy era el día. Después de años de esfuerzo y dedicación, finalmente tenía la oportunidad de reunirse con Víctor Villalobos, el empresario más influyente de la ciudad. Una oportunidad que había estado esperando y planeando meticulosamente.
La sala de reuniones estaba adornada con elegancia minimalista. Vielka se sintió una mezcla de nerviosismo y emoción mientras se sentaba frente a Villalobos. La reunión comenzó de manera formal, con un intercambio de saludos y cortesías. Pero pronto, las ideas fluyeron y la conversación se volvió dinámica y llena de entusiasmo. Vielka presentó su estrategia de marketing con pasión y confianza, sintiendo que cada palabra resonaba con fuerza y convicción.
Villalobos asintió, impresionado por la claridad y creatividad de sus propuestas. "Me gusta tu visión, Vielka. Estoy seguro de que esta será la mejor campaña del año. La ciudad no dejará de hablar de nosotros."
Vielka no pudo evitar sonreír ante esas palabras. Sentía que todo su esfuerzo finalmente estaba rindiendo frutos. La reunión se prolongó más de lo planeado, ambos atrapados en una vorágine de ideas y planificación. Al finalizar, se levantaron para despedirse, sellando el acuerdo con un apretón de manos firme.
Mientras se dirigía hacia la salida, agradeció a Villalobos por la oportunidad y se preparó para dejar la sala. Fue en ese momento, al abrir la puerta, que su mundo se detuvo. Allí, parado en el umbral, estaba Alfonso Carrera.
Alfonso, con su presencia imponente y mirada penetrante, se quedó inmóvil al verla. Vielka sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Él era el hombre que la había llevado al éxtasis, el hombre que aún la atormentaba en sus sueños desde hacía más de quince años.
Sus miradas se encontraron y, por un instante, el tiempo pareció retroceder. Alfonso le dedicó una sonrisa torcida, esa que siempre lograba desarmarla. "Vielka," dijo con su voz grave y cautivadora, "ha pasado mucho tiempo."
Vielka sintió un torbellino de emociones dentro de ella, pero se obligó a mantener la compostura. "Sí, Alfonso. Ha pasado una vida."
Alfonso Carrera entró al edificio con la seguridad de quien está acostumbrado a tener el control. Tenía una reunión con Víctor Villalobos para discutir negocios que requerían su atención. No esperaba que el destino le jugara una de sus cartas más irónicas.
Mientras esperaba en la recepción, su mente divagaba entre sus responsabilidades y la rutina que definía su vida. Al escuchar que la reunión anterior había terminado, se dirigió hacia la sala de juntas. La puerta se abrió, y allí estaba ella. Vielka.
Por un segundo, Alfonso sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies. Vielka, su amor perdido, la mujer que había dejado una marca indeleble en su alma, estaba frente a él. La sorpresa en sus ojos reflejaba un sinfín de emociones. Pasado y presente chocaron en un instante de reconocimiento mutuo.
"Vielka," pronunció, luchando por mantener la compostura. Verla despertaba recuerdos de noches cargadas de pasión y peligro, de caricias furtivas y promesas susurradas. Recordaba cómo ella se había alejado, buscando una vida de paz y estabilidad que él nunca pudo ofrecerle.
"Alfonso," respondió ella, con un tono que mezclaba sorpresa y algo más que él no podía identificar del todo.
El silencio se prolongó, cargado de significados no dichos. Alfonso dio un paso hacia adelante, tratando de medir la situación. "No esperaba verte aquí. Parece que el destino no ha terminado con nosotros."
Vielka sonrió con una mezcla de nostalgia y cautela. "La vida da muchas vueltas, Alfonso."
La reunión con Villalobos comenzó, pero Alfonso no podía apartar a Vielka de su mente. Los recuerdos y emociones que pensó enterrados volvían a la superficie con una fuerza avasalladora. La determinación en sus ojos, la seguridad en sus movimientos, todo en ella era un recordatorio del amor intenso que compartieron.
Al finalizar su reunión, Alfonso salió de la oficina de Villalobos y buscó a Vielka con la mirada. La encontró cerca del ascensor, y su corazón se aceleró. Sin embargo, en ese momento de claridad, comprendió que acercarse a ella solo reavivaría viejas heridas y pondría en peligro la paz mental que tanto había luchado por conseguir.
Vio cómo Vielka entraba en el ascensor y se alejaba. Con un suspiro profundo, decidió no seguirla. Era mejor así. Por el bien de ambos, por la estabilidad que ella había encontrado y por la escasa paz que él había logrado. Mientras caminaba hacia su coche, Alfonso se obligó a aceptar que algunos amores, por más intensos que sean, pertenecen al pasado y deben quedarse allí.
Editado: 23.11.2024