Vielka se despertó temprano, como de costumbre, y comenzó su día con una energía renovada. Sabía que tenía mucho por hacer, y mientras preparaba el desayuno para su familia, su mente ya estaba en los proyectos y reuniones que la esperaban en la oficina.
Vielka no solo era una destacada empresaria en el mundo del marketing, sino que también se había convertido en la presidenta de la Cámara Empresarial de Jóvenes Exitosos. Bajo su liderazgo, la cámara había logrado un impacto significativo en la economía local, atrayendo inversiones y promoviendo innovadoras estrategias de negocio. Su influencia se extendía por toda la ciudad, y era frecuente verla en cenas y eventos llenos de gente poderosa.
Aquella noche, después de un día largo en la oficina, Vielka se preparó para asistir a una cena de gala organizada por la cámara. El salón estaba lleno de empresarios, políticos y líderes de la comunidad, todos ellos conscientes del peso que tenía Vielka en el mercado local. Su presencia atraía la atención, y la forma en que manejaba las conversaciones y cerraba tratos era admirada por muchos.
—Vielka, querida, siempre es un placer verte —le dijo un empresario veterano mientras levantaba su copa en un brindis—. Gracias a tu visión, nuestra ciudad está prosperando.
Vielka sonrió, agradeciendo las palabras. Sin embargo, mientras la noche avanzaba, no podía evitar sentirse un poco fuera de lugar. Sabía que Artemio, su esposo, prefería una vida de bajo perfil, alejado de los reflectores. La tensión entre sus estilos de vida comenzaba a notarse.
Al llegar a casa esa noche, encontró a Artemio leyendo un libro en el sofá. La cena había sido larga, y era tarde. Sintió una punzada de culpa al recordar que no había estado para acostar a sus hijos.
—Hola, amor —dijo, sentándose junto a él—. ¿Cómo estuvo tu día?
Artemio cerró el libro y la miró con una sonrisa cansada. —Tranquilo. Los niños preguntaron por ti antes de irse a dormir. Javier quería mostrarte su dibujo nuevo.
Vielka sintió otra punzada de culpa. —Lo siento. Estuve en esa cena de la cámara y se alargó más de lo esperado.
—Lo sé —respondió Artemio, aunque había un tono de resignación en su voz—. Entiendo que tu trabajo es importante, pero a veces siento que estás más allí que aquí.
Vielka suspiró. Sabía que él tenía razón. —Lo sé. Trato de equilibrarlo, pero a veces es difícil.
Los días siguientes siguieron una rutina similar. Vielka estaba inmersa en sus proyectos y compromisos, y aunque disfrutaba del éxito y la influencia que había ganado, no podía evitar sentir una creciente desconexión en su hogar. Había noches en las que se preguntaba cómo sería su vida si hubiera elegido a Alfonso en lugar de a Artemio.
Sabía que Alfonso, con su estilo de vida peligroso y su necesidad de una esposa trofeo, nunca habría permitido que ella alcanzara el nivel de independencia y éxito que tenía ahora. Alfonso necesitaba una mujer que estuviera a su sombra, no una que brillara con luz propia. Esa realidad la ayudaba a reafirmar que había hecho lo correcto al alejarse de él.
Una tarde, mientras revisaba algunos informes en su oficina, recibió un mensaje de Margarita.
—¿Cómo vas con todo? ¿Sigues dándole vueltas al asunto de Alfonso?
Vielka suspiró antes de responder. —A veces. Pero cada día me convenzo más de que tomé la decisión correcta. Mi vida con Artemio, aunque tiene sus desafíos, es mucho más estable y segura. No podría tener todo esto con Alfonso.
Margarita contestó rápidamente. —Me alegra escuchar eso. Siempre has sido fuerte y sabia. No dejes que los fantasmas del pasado te distraigan de lo que has logrado.
Vielka sonrió, agradecida por el apoyo de su amiga. La culpa maternal seguía presente, pero trataba de compensarlo pasando tiempo de calidad con sus hijos cuando podía. Se aseguraba de estar allí para las cosas importantes, como las reuniones escolares y los momentos familiares.
Esa noche, durante la cena familiar, la conversación fue ligera y agradable. Javier contó con entusiasmo sobre su día en la escuela, mientras María balbuceaba alegremente desde su silla. Artemio y Vielka compartieron sonrisas y miradas cómplices, hablando de los planes para el fin de semana.
—Amor, he estado pensando —dijo Artemio mientras cortaba su carne—. ¿Qué te parece si tomamos unas vacaciones familiares pronto? Unos días lejos de todo, solo nosotros.
Vielka sintió una oleada de gratitud y amor. —Me encantaría. Creo que nos vendría bien a todos.
A medida que la noche avanzaba, Vielka se dio cuenta de que su éxito profesional, aunque importante, no definía toda su felicidad. La estabilidad y el amor de su familia eran la base de su vida. Cada día que pasaba con Artemio y sus hijos, reafirmaba su decisión de haber elegido un camino seguro y lleno de amor en lugar de uno peligroso e incierto.
Aunque los recuerdos de Alfonso seguían presentes, Vielka entendía que su vida actual, con todas sus complejidades y desafíos, era el resultado de decisiones conscientes que la habían llevado a ser quien era. Y, al final del día, esa certeza la llenaba de paz.