Las semanas transcurrieron con una rutina casi predecible para Vielka. Las responsabilidades como presidenta de la Cámara Empresarial de Jóvenes Exitosos la mantenían ocupada, al igual que su floreciente empresa de marketing. Aunque se sentía orgullosa de sus logros, un vacío comenzaba a crecer en su interior, un vacío que, cada noche, se manifestaba en forma de pensamientos intrusivos y deseos no satisfechos.
Una noche, después de una larga jornada de trabajo y una tranquila cena en familia, Vielka se metió en la cama junto a Artemio. Como siempre, se acercó a él, buscando cariño y conexión. Artemio la abrazó, pero el abrazo fue breve y rutinario. Al hacer el amor, sintió una vez más que aunque la experiencia era satisfactoria, le faltaba esa chispa, esa adrenalina que solía sentir en su juventud.
Artemio siempre había sido cariñoso y atento, pero evitaba cualquier cosa que se saliera de lo convencional en la intimidad. Vielka no pudo evitar comparar esa estabilidad con la intensidad que había sentido con Alfonso. Sus pensamientos comenzaron a divagar hacia recuerdos de noches apasionadas y prohibidas, llenas de riesgo y emoción.
Una tarde, mientras revisaba informes en su oficina, la puerta se abrió de golpe. Su asistente entró con una expresión preocupada.
—Disculpe, Vielka, pero necesitamos su firma urgente en estos documentos —dijo, entregándole una carpeta.
Vielka asintió y comenzó a revisar los papeles, pero su mente seguía en otro lugar. Una notificación en su teléfono la distrajo: un mensaje de Margarita.
—¿Estás libre para almorzar hoy? Necesito verte.
Vielka sonrió y respondió afirmativamente. Almorzar con Margarita siempre era una oportunidad para desconectar un poco y hablar de cosas más personales.
Durante el almuerzo, Margarita notó la inquietud de Vielka. —¿Qué te pasa? Te veo pensativa.
Vielka suspiró, jugueteando con su ensalada. —Es solo que... últimamente siento que me falta algo. Artemio es maravilloso, pero hay una parte de mí que anhela algo más. Algo que solía tener con Alfonso.
Margarita levantó una ceja, interesada. —¿Te refieres a...?
—Sí, exactamente. La chispa, la pasión desenfrenada. La adrenalina de lo prohibido —confesó Vielka, bajando la voz.
—Vielka, sabes que volver a eso solo traerá problemas. Alfonso nunca te dará la estabilidad que tienes con Artemio. Es peligroso, y lo sabes mejor que nadie.
—Lo sé, Margarita. Pero a veces me pregunto si podría tener una aventura. Algo que me devuelva esa sensación de estar viva. —Vielka se detuvo, sorprendida de haber dicho esas palabras en voz alta.
Margarita la miró con preocupación. —Estás jugando con fuego. Piensa en lo que podrías perder. Tu familia, tu reputación, todo por un momento de pasión.
Vielka asintió, sabiendo que su amiga tenía razón. Pero la conversación había plantado una semilla de duda y deseo que no podía ignorar.
Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Vielka no podía dejar de pensar en sus palabras durante el almuerzo. Se metió en la cama junto a Artemio, quien ya estaba medio dormido. Intentó acercarse a él, buscando algo más de lo que siempre obtenía.
—¿Amor, estás despierto? —susurró, acariciando su brazo.
Artemio murmuró algo incomprensible y se giró hacia ella, sonriendo somnoliento. —Sí, ¿qué pasa?
—Solo quería estar un poco más cerca de ti —dijo Vielka, tratando de reavivar algo de pasión.
Artemio la abrazó, pero la intimidad que siguió fue la misma de siempre. Satisfactoria pero sin la chispa que ella anhelaba. Mientras se movían juntos, Vielka cerró los ojos e imaginó por un momento que estaba con Alfonso. La intensidad del recuerdo hizo que su corazón latiera más rápido.
Después, mientras Artemio dormía profundamente, Vielka se quedó despierta, sintiendo la adrenalina y la culpa mezclarse en su interior. Los pensamientos sobre Alfonso se volvieron más insistentes, más peligrosos. ¿Podría realmente volver a él, aunque fuera solo por una aventura? ¿Podría soportar el riesgo de perder todo lo que había construido?
A la mañana siguiente, mientras se preparaba para el trabajo, su mente seguía ocupada con esos pensamientos. Sabía que estaba jugando con fuego, pero la sensación de adrenalina y deseo no desaparecía.
En su oficina, mientras revisaba correos electrónicos y planificaba reuniones, los recuerdos de Alfonso seguían invadiendo su mente. Recordó la intensidad de sus encuentros, el peligro que siempre los rodeaba. Sabía que una vida con Alfonso habría sido caótica, llena de incertidumbre y riesgos, pero no podía negar que la idea de una aventura, de un momento de pasión desenfrenada, la atraía.
Vielka sabía que debía tomar una decisión. Mantenerse fiel a la estabilidad y el amor que había encontrado con Artemio, o ceder a los deseos peligrosos que Alfonso aún despertaba en ella. Mientras miraba la foto de su familia en su escritorio, se prometió a sí misma que no dejaría que esos pensamientos destruyeran lo que había construido. Pero, en el fondo, sabía que la batalla entre la seguridad y la pasión no había terminado.
Con un suspiro, cerró los ojos por un momento, tratando de encontrar claridad. La vida con Artemio, aunque menos intensa, le ofrecía la estabilidad y el amor verdadero que necesitaba. Y, aunque los recuerdos de Alfonso seguían presentes, Vielka decidió enfocarse en lo que realmente importaba: su familia y el futuro que había construido con tanto esfuerzo.
Pero sabía que, en algún rincón de su mente, los pensamientos intrusivos y peligrosos sobre una vida o una aventura con Alfonso seguirían acechando, recordándole siempre la elección que había hecho y el precio que había pagado por la seguridad y la estabilidad.