Entre el fuego y la calma

Tarde de juegos

Era un viernes por la tarde, y Vielka había invitado a su amiga de toda la vida, Loreto, a pasar el día con sus hijos en su espaciosa casa. Los niños corrían y jugaban en el amplio jardín, sus risas llenando el aire mientras Vielka y Loreto se acomodaban en la terraza con unas cervezas frías.

—Este es el tipo de días que más disfruto —dijo Vielka, sonriendo mientras observaba a sus hijos jugar.

—Sí, son momentos para atesorar —respondió Loreto, devolviéndole la sonrisa y tomando un sorbo de su cerveza.

Las dos mujeres comenzaron a conversar sobre sus vidas, los logros recientes de Vielka en su empresa y las novedades en el círculo social de Loreto. Mientras hablaban, Vielka no pudo evitar mencionar un encuentro reciente.

—¿Sabes a quién vi hace poco? —dijo Vielka, tratando de sonar casual—. A Alfonso Carrera.

Loreto levantó una ceja, sorprendida. Vielka siempre había evitado hablar de Alfonso, casi como si mencionar su nombre pudiera invocar algo peligroso.

—¿En serio? —preguntó Loreto, con un tono que mezclaba sorpresa y curiosidad—. No esperaba que lo mencionaras. Siempre has sido tan... reticente a hablar de él.

Vielka desvió la mirada hacia sus hijos, observándolos sin realmente verlos. Había un destello de algo oscuro en sus ojos, una chispa que Loreto no pudo identificar del todo. ¿Aburrimiento? ¿Cansancio de la vida perfecta que había construido? Loreto no lo mencionó, pero la intriga la consumía.

—Sí, fue algo inesperado —dijo Vielka, finalmente volviendo la mirada a su amiga—. No es que quisiera hablar de él, simplemente... no sé, surgió.

Loreto estudió a Vielka por un momento, intentando leer entre líneas. Conocía a su amiga lo suficientemente bien para notar que había algo más detrás de esa mención.

—¿De verdad es algo de lo que quieres hablar? —preguntó Loreto, con cuidado—. ¿O simplemente no encontraste otro tema?

Vielka suspiró, reconociendo la perspicacia de su amiga. —Quizá un poco de ambas. Ha pasado tanto tiempo, y sin embargo, verlo... me removió muchas cosas.

Loreto asintió, comprendiendo. —La vida de Alfonso no es fácil, Vielka. Su esposa, Camila, es una mujer implacable. Está dispuesta a todo por mantenerse en la posición en la que está, especialmente sabiendo que Alfonso puede cambiar de esposa sin chistar. Pero verte mencionar a Alfonso con esa intensidad... no es un ambiente para ti. No ahora que eres básicamente la mujer del año —continuó Loreto, con una mezcla de preocupación y firmeza en su voz—. Has trabajado demasiado duro para construir esta vida estable y exitosa.

Vielka se quedó en silencio, mirando al horizonte. La conversación con Loreto la había dejado pensativa, recordándole las razones por las cuales había dejado a Alfonso atrás. La vida que tenía ahora era segura, pero en el fondo, a veces se preguntaba si esa seguridad había apagado parte de la chispa que alguna vez la había hecho sentir tan viva.

—Tienes razón, Loreto. He logrado mucho, y tengo una familia maravillosa. No cambiaría eso por nada —dijo finalmente, aunque en su voz había una nota de melancolía.

—Eso es lo importante, Vielka. No te dejes llevar por recuerdos que pueden nublar tu juicio. Alfonso es parte del pasado, y es mejor que se quede allí —concluyó Loreto, con una sonrisa tranquilizadora.

Mientras los niños seguían jugando y la tarde se convertía en noche, Vielka y Loreto continuaron conversando, esta vez sobre temas más ligeros. Sin embargo, en algún rincón de su mente, Vielka no podía evitar pensar en Alfonso y en lo que podría haber sido, aunque sabía que debía centrarse en lo que era y en lo que había logrado.

La conversación con Loreto había sido un recordatorio necesario, pero la chispa de inquietud que había visto en sus propios ojos no se apagaba del todo. En el fondo, Vielka sabía que, aunque la vida perfecta que había construido era valiosa, siempre habría una parte de ella que anhelaría la intensidad y el peligro del pasado.




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