El lanzamiento del proyecto de marketing para el señor Villalobos finalmente había llegado, y Vielka sentía cómo la emoción la inundaba desde que salió de su casa esa mañana. Había soñado con este momento durante meses, pero ahora, frente a la realidad de su creación, su orgullo y satisfacción eran inmensos. La campaña que ella y su equipo habían diseñado no solo era un proyecto más; era la culminación de un esfuerzo exhaustivo, una prueba de su capacidad para marcar un estándar en la industria.
La campaña para Villalobos era ambiciosa y sofisticada. Desde los visuales hasta el mensaje de fondo, el proyecto reflejaba la esencia del cliente y la identidad de su empresa, con un diseño impecable que capturaba la atención de cualquier espectador. Vielka y su equipo habían creado una experiencia completa, con presentaciones visuales inmersivas, iluminación estratégicamente colocada, y pantallas que mostraban videos e imágenes en alta definición, todas cuidadosamente seleccionadas para resaltar el mensaje de la marca.
Vielka había invertido semanas en cada detalle: desde los colores hasta el tono de los mensajes, la organización del espacio y los materiales promocionales. Todo hablaba de un nivel de profesionalismo que solo ella y su equipo podían ofrecer. Había exigido lo mejor de Adán, el director creativo, y de Mariana, su brazo derecho en logística y organización. Ambos se habían entregado al proyecto con la misma dedicación, y eso se reflejaba en el ambiente de lujo que habían creado para la noche.
Adán se movía de un lado a otro, atento a que cada pieza visual tuviera el impacto esperado. Vielka observaba de reojo sus nervios y su emoción; el brillo en sus ojos le confirmaba que él también sentía la magnitud del momento. Mariana, siempre precisa, revisaba la disposición de las mesas, las luces y los bocadillos, asegurándose de que cada aspecto del evento mantuviera el nivel de elegancia que ellos habían planeado.
Este evento no solo representaba una oportunidad para Vielka; era, en realidad, la llave para abrir las puertas a un círculo empresarial más exclusivo. Si todo salía bien, se convertiría en la mercadóloga más respetada de la región, una figura clave en el mundo de los negocios. Esa noche tenía que brillar, y ella lo sabía. Su esfuerzo y dedicación la habían llevado hasta aquí, y ahora todo estaba a punto de revelarse.
La sala empezó a llenarse de empresarios, socios e invitados especiales. Villalobos, con una sonrisa satisfecho, saludaba a todos con confianza, y Vielka podía ver en sus gestos y en su lenguaje corporal la seguridad de alguien que estaba orgulloso de lo que estaba a punto de mostrar. Había invitados de gran influencia, personas cuyo respeto era difícil de ganar, y eso solo hacía el logro de Vielka aún más importante. Villalobos no escatimaba en elogios para ella, y la había mencionado ya en varias de sus conversaciones, destacándola como la mente brillante detrás de la campaña.
Por unos momentos, Vielka dejó que la felicidad la embargara. Pensó en lo mucho que le había costado llegar aquí, en las largas noches de trabajo, en el sacrificio personal, en cada decisión difícil que había tomado para alcanzar este punto. Este evento era la culminación de todo, el reflejo de su talento y perseverancia.
Los aplausos resonaron cuando el evento comenzó oficialmente, y Vielka tomó una profunda respiración, disfrutando el eco de su logro en medio de la multitud. Sabía que estaba logrando algo histórico, y que a partir de esta noche, su nombre no solo sería conocido; sería sinónimo de éxito y de excelencia.
Sin embargo, la ausencia de Artemio se sentía como un sabor amargo en medio de toda la alegría y el éxito de esa noche. Ni siquiera había querido acompañarla, dejando en el aire una sensación de indiferencia que aún la hería. La noche anterior, cuando intentó hablar con él sobre lo importante que era este evento, su reacción la dejó desconcertada.
—Artemio, de verdad me gustaría que vinieras conmigo mañana. Es un momento crucial en mi carrera —le dijo mientras se preparaban para dormir, con una mezcla de emoción y esperanza en la voz.
Artemio la miró sin mucho interés, como si el peso de sus palabras no le llegara del todo.
—Vielka, ya sabes que esos eventos no son para mí. Todo ese mundo hipócrita y falso… No tengo nada que hacer ahí —respondió con desgano, recostándose en la cama y fijando la vista en el techo, evitando mirarla.
Ella intentó convencerlo, esperando que entendiera lo que significaba para ella contar con su apoyo en un momento tan importante. Pero él solo suspiró, impaciente, como si la conversación fuera una molestia más que una oportunidad para apoyarla.
—¿De verdad no puedes hacer el esfuerzo por una noche? —le preguntó, intentando que sus palabras no sonaran a súplica. Pero en el fondo, necesitaba que él viera cuánto deseaba su compañía en esa velada tan significativa.
—¿Para qué? —respondió él, encogiéndose de hombros—. ¿Para estar en una sala llena de gente que solo busca halagarse entre ellos, fingiendo interés en cosas que no importan? No entiendo por qué necesitas que esté ahí. Además, tenemos a los niños. Prefiero quedarme en casa y asegurarme de que estén bien.
Esa frase la había dejado sin palabras. Sintió como si él, en una sola respuesta, minimizara todo su esfuerzo y dedicación. Esa era la gran noche de su carrera, y él no parecía comprender el significado. No había un “felicidades”, ni siquiera unas palabras de ánimo. Nada que indicara que él valoraba su trabajo y sus logros.
Ahora, mientras escuchaba la voz del señor Villalobos alabar el esfuerzo que ella y su equipo habían puesto en el proyecto, Vielka intentaba convencerse de que era mejor que Artemio se hubiera quedado en casa. Quizá él tenía razón al decir que alguien debía estar con los niños, y al menos no estarían solos con las nanas. Pero, por más que intentara aferrarse a esa idea, la sensación de vacío persistía. A su alrededor, la gente la felicitaba, pero faltaba la persona que ella había esperado ver en primera fila, alguien que reconociera lo que había logrado con el mismo orgullo que ella sentía.
Editado: 23.11.2024