Vielka se encontraba en su oficina, revisando la última campaña de marketing que su equipo había desarrollado. Estaba absorta en su trabajo cuando la puerta se abrió de golpe, revelando a Margarita con una sonrisa traviesa en el rostro. Margarita, a sus 40 años, era una mujer bella, soltera e independiente, y la chispa en sus ojos dejaba claro que tenía algo jugoso que compartir.
—¡Vielka, no sabes lo que me pasó anoche! —exclamó Margarita, dejando su bolso en una silla y acomodándose en el escritorio de Vielka.
Vielka levantó la mirada, sonriendo con curiosidad. Margarita siempre tenía historias fascinantes, pero esta vez su tono sugería algo realmente extraordinario.
—Cuéntame, ¿qué hizo mi soltera favorita ahora? —respondió Vielka, apartando los documentos para darle toda su atención.
Margarita empezó a narrar su reciente aventura, un amorío de una noche con un hombre que había conocido en una cena de negocios. La manera en que contaba los detalles, desde el encuentro inicial hasta el desenlace apasionado, hizo que Vielka se atacara de la risa.
—¡Y luego, cuando pensaba que la noche no podía mejorar, resulta que él era un chef famoso y nos preparó un desayuno increíble en su loft! —concluyó Margarita, riendo.
Vielka no podía contener las carcajadas, imaginando la escena. Sin embargo, detrás de esa risa, sentía un pinchazo de algo inesperado: envidia. Mientras Margarita relataba su noche llena de pasión y novedad, Vielka no pudo evitar comparar su propia vida.
—¡Eres increíble, Margarita! —dijo finalmente, aún sonriendo—
Pero en el fondo, Vielka se dio cuenta de que deseaba esa chispa de emoción en su vida, algo que hacía mucho no sentía. Mientras Margarita seguía hablando, los pensamientos de Vielka comenzaron a vagar hacia Alfonso. Había pasado una semana desde la última vez que Alfonso había anunciado su aparición en un evento empresarial, pero nunca había llegado. La expectación y luego la decepción habían sido una constante, y ahora empezaba a pensar en tomar la iniciativa.
"¿Y si lo llamo? ¿Y si provoco un encuentro que parezca casual?", pensaba Vielka, sin mencionar nada a Margarita. No quería que su amiga supiera lo que se estaba gestando en su mente.
La conversación continuó hasta que Margarita se despidió, dejando a Vielka con sus pensamientos revueltos. La tentación de ver a Alfonso se hacía cada vez más fuerte, y la envidia que sentía hacia Margarita solo alimentaba su deseo de vivir algo parecido, algo fuera de lo común y lleno de adrenalina.
Al llegar a casa, Vielka se sumergió en su rutina familiar. Ayudó a los niños con sus tareas, preparó la cena y disfrutó de la compañía de su familia. Artemio, como siempre, fue cariñoso y atento, y la normalidad de su vida debería haber sido suficiente para calmar sus pensamientos. Sin embargo, esa noche, mientras se preparaban para acostarse, Vielka no podía dejar de pensar en Alfonso y en lo que podría ser.
Artemio la abrazó y comenzaron a hacer el amor. Fue bello y satisfactorio, pero sin nada nuevo ni la chispa de adrenalina que Vielka anhelaba..
Después, mientras Artemio dormía plácidamente a su lado, Vielka se quedó despierta, contemplando el techo. Los pensamientos de llamar a Alfonso, de crear un encuentro que pareciera casual, no la dejaban en paz. Sabía que estaba jugando con fuego, pero la tentación era demasiado fuerte.
La mañana siguiente comenzó como cualquier otra. Vielka se levantó temprano, preparó el desayuno para los niños y se aseguró de que estuvieran listos para la escuela. Artemio bajó a la cocina, todavía con la marca de la almohada en la mejilla, y la besó suavemente en la frente.
—Buenos días, amor —dijo él, sirviéndose una taza de café—. ¿Dormiste bien?
—Más o menos —respondió Vielka, evitando su mirada mientras revolvía los huevos en la sartén—. He estado pensando en tantas cosas últimamente.
Artemio se apoyó en el mostrador, observándola con curiosidad y preocupación.
—¿Qué cosas? ¿Algo de trabajo?
—Sí, en parte. Es solo que... —Vielka dudó, buscando las palabras adecuadas—. Siento que estoy atrapada en una rutina. No me malinterpretes, amo nuestra vida y a los niños, pero... no sé, siento que me falta algo.
Artemio frunció el ceño, tratando de entender.
—¿A qué te refieres con "algo"? ¿Eres infeliz?- le pregunto y realmente se veia intrigado
—No, no es eso —dijo ella rápidamente sonriendo para darle tranquilidad—. Es solo que.... Siento que cada día es igual al anterior y... no sé, quizás necesito un cambio, algo diferente.
Artemio asintió lentamente, procesando lo que ella decía. Sabía que Vielka era una persona apasionada, siempre en busca de nuevos desafíos y experiencias.
—Entiendo, amor. Quizás podríamos planear algo juntos. Un viaje, hawai? turquia? un torneo de padel en el club. ¿Qué te parece? —sugirió él con una sonrisa casual
Vielka sonrió débilmente, agradecida por su comprensión.
—Sí, podría ser una buena idea.
Artemio se acercó y la abrazó con ternura, dejando un casto beso en sus labios
— Vielka. Eres todo para mí- susurro en su oido
Vielka se relajó en sus brazos, sintiendo el calor de su amor. Sin embargo, en el fondo, sabía que el cambio que anhelaba no se solucionaría con un simple viaje o un deporte nuevo. La tentación de Alfonso seguía ahí, latente, y sabía que debía enfrentarla antes de que consumiera sus pensamientos por completo.
Esa tarde, en su oficina, Vielka intentó concentrarse en su trabajo. Pero los pensamientos sobre Alfonso y la envidia que sentía hacia la libertad de Margarita seguían acosándola. Decidió tomar una decisión.
"Voy a llamarlo", se dijo a sí misma. "Solo para ver cómo está, nada más."
Tomó su teléfono y marcó el número de Alfonso. Pero antes de que pudiera presionar el botón de llamada, se detuvo. Su corazón latía con fuerza, y las dudas comenzaron a invadir su mente.
Editado: 23.11.2024