Alfonso Carrera, líder indiscutible de uno de los cárteles más poderosos de México, observaba el paisaje desde la ventana de su oficina. Había pasado las últimas horas revisando mapas y planes estratégicos para la nueva ruta que su organización planeaba controlar. Sabía que el territorio era crucial para expandir su influencia y aumentar sus ingresos, pero también era consciente de los riesgos que eso implicaba.
—¿Está todo listo? —preguntó Alfonso, sin apartar la vista de los documentos frente a él.
—Sí, patrón. Los hombres están en posición y listos para actuar cuando usted lo ordene —respondió uno de sus lugartenientes, un hombre robusto y de mirada fría.
Alfonso asintió, sabiendo que cada movimiento debía ser calculado al milímetro. La guerra territorial no era nueva para él, pero el enemigo esta vez era más astuto y peligroso que en ocasiones anteriores. El cártel rival había demostrado ser implacable, y cualquier error podría costarle caro.
La noche avanzaba y Alfonso se preparaba para salir al encuentro. Se puso su chaqueta de cuero y tomó su pistola, asegurándose de que estaba cargada. Sabía que no podía permitirse ningún descuido.
—Vamos —ordenó, y sus hombres lo siguieron en silencio.
El convoy de vehículos se adentró en la oscuridad de la carretera, dirigiéndose hacia el punto de encuentro. El aire estaba cargado de tensión y el silencio era interrumpido solo por el ruido del motor y el ocasional crujido de la grava bajo las ruedas.
Al llegar al lugar, Alfonso observó a su alrededor. Los edificios abandonados y las sombras proyectadas por la escasa iluminación le daban un aire siniestro al lugar. Sabía que el enemigo podría estar esperando en cualquier rincón.
—Manténganse alerta —susurró a sus hombres, mientras avanzaban con cautela.
De repente, el sonido de disparos rompió el silencio. Alfonso se lanzó al suelo, sintiendo cómo las balas silbaban cerca de su cabeza. Sus hombres respondieron al fuego, creando un caos de ruido y movimiento. Alfonso se arrastró hasta una cobertura y sacó su pistola, disparando hacia donde creía que estaba el enemigo.
La batalla fue intensa y rápida. Alfonso sintió cómo la adrenalina corría por sus venas, agudizando sus sentidos. Cada disparo, cada movimiento, estaba calculado. Sabía que cualquier error podría ser el último.
Finalmente, el ruido cesó. Los cuerpos de los enemigos yacían en el suelo, y sus hombres habían asegurado la zona. Alfonso se levantó, respirando profundamente para calmar su corazón acelerado.
—¿Todos están bien? —preguntó, mirando a sus hombres.
—Sí, patrón. Perdimos a dos, pero el área está segura —respondió uno de ellos.
Alfonso asintió, sabiendo que esas bajas eran parte del precio a pagar en su mundo. Con la zona asegurada, se dirigió de regreso a su vehículo, consciente de que el peligro aún no había terminado. Sabía que el cártel rival no se quedaría de brazos cruzados.
De regreso en casa, Alfonso encontró a Camila esperando en el salón, con una expresión ansiosa en su rostro, escuchó en los radios de sus escoltas sobre el enfrentamiento. Ella se levantó rápidamente al verlo entrar.
—¿Estás bien? —preguntó, acercándose a él.
—Sí, todo está bajo control —respondió Alfonso, aunque su mente aún estaba en la batalla que acababa de librar.
Camila lo miró, preocupada, pero rápidamente cambió de tema. —Perfecto, oye guapo, crees que podamos hablar de algunos arreglitos que me quiero hacer y pensaba en viajar a renovar mi guardarropa, me llego una invitación a comprar una bolsa exclusiva que no me puedo perder, seria un viaje express a paris.
Alfonso la observó en silencio por un momento, sintiendo cómo la tensión del día lo abrumaba. No entendía cómo, después de todo lo que había pasado, Camila podía enfocarse en cosas tan triviales.
—Está bien, lo que necesites —respondió finalmente, tratando de sonar despreocupado.
Camila sonrió y se acercó a él, procedio a pagar el precio de estar ahi, por su puesto que no era sacrificio seducirlo. Alfonso la tomó en sus brazos y la besó con urgencia, buscando un escape a través del placer físico por el que ya tenia urgencia. La llevó a la cama y la hizo suya con movimientos rápidos y desesperados. Sin embargo, cuando todo terminó, no puedo mas que pensar en Vielka y la necesidad de volver a estar con ella, como hace un par de meses
Alfonso sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía evitarlo. Necesitaba a Vielka, necesitaba sentir esa conexión que solo ella podía ofrecerle. Y en ese momento, nada más importaba, la fase final de su plan se tenia que llevar a cabo ya
Editado: 23.11.2024