Alfonso había esperado pacientemente, jugando su papel a la perfección. Sabía que Vielka estaba al borde, que sus sueños y deseos la estaban empujando cada vez más cerca del precipicio. Él había calculado cada movimiento con frialdad y precisión, sabiendo exactamente cuándo y cómo actuar para llevarla al punto de no retorno.
Durante semanas, trabajaron juntos en varios proyectos que requerían su atención conjunta. Alfonso mantuvo una actitud profesional y distante, consciente de que su aparente desinterés solo alimentaba el deseo de Vielka. Ella se encontraba atrapada en un torbellino de emociones, incapaz de concentrarse en nada más que en la atracción que sentía hacia él.
Era el momento perfecto para ejecutar la última fase de su plan. Sabía que Vielka estaría en una reunión en un lujoso hotel de la ciudad. Alfonso se aseguró de reservar una suite en el mismo lugar, preparándola con todo lo necesario para crear un ambiente íntimo y seductor.
Cuando la reunión de Vielka terminó, su teléfono vibró con un mensaje que hizo que su corazón se detuviera por un instante:
"Suite 405. Nuestro proyecto necesita terminarse ya"
El mensaje era confuso, pero su sexto sentido y la excitación presentian lo que iba a pasar. Alfonso esperaba en la habitación, con las luces bajas y una música suave llenando el ambiente cálido. Sabía que había jugado bien sus cartas. Ahora, solo le quedaba esperar si Vielka seguiría ese impulso, si el deseo que él había despertado en ella sería suficiente para cruzar esa línea.
Vielka, aún sentada en la sala de conferencias, sintió cómo su pulso se aceleraba al leer el mensaje. Sus manos temblaban ligeramente y su respiración se volvió más rápida. Se levantó lentamente, intentando aparentar tranquilidad frente a sus colegas, pero su mente estaba en caos. Sabía que este era el momento de tomar una decisión. Podía ignorar el mensaje y volver a su vida de siempre, o podía seguir ese impulso que la quemaba por dentro.
Sin pensarlo demasiado, dejó la sala y se dirigió al ascensor. Sus pasos eran firmes, pero cada vez que el ascensor se detenía en un piso, sentía una punzada de duda y miedo. Cuando llegó al cuarto piso, las puertas se abrieron con un suave "ding" y Vielka salió, guiada más por sus instintos que por su razón.
Caminó por el pasillo en silencio, sus tacones resonando contra el suelo de mármol. Al llegar frente a la puerta de la suite 405, se detuvo, sintiendo cómo la adrenalina recorría su cuerpo. Tomó una profunda respiración y tocó la puerta, esperando.
La puerta se abrió lentamente y Alfonso apareció, su figura alta y dominante iluminada por la tenue luz del interior. Sus ojos se encontraron y Vielka sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo.
—Entra —dijo Alfonso con voz baja y seductora, abriendo la puerta para que ella pasara.
Vielka entró, sintiéndose como si estuviera cruzando una frontera invisible. La suite estaba decorada con elegancia, con una iluminación suave y una fragancia embriagadora en el aire. Alfonso cerró la puerta tras ella y se acercó lentamente.
—Sabía que vendrías —susurró, acercándose a ella—. Sabía que no podrías resistirlo.
Vielka sintió cómo su piel se erizaba ante la proximidad de Alfonso. Intentó hablar, pero las palabras no salían. Todo su cuerpo respondía a su presencia, y cualquier duda que pudiera haber tenido desapareció en ese instante.
—Alfonso... —susurró finalmente, su voz temblorosa.
—Shh... —la interrumpió él, llevándose un dedo a los labios de ella—. No digas nada. Solo siente.
La tomó de la mano y la guió hacia el centro de la habitación, donde una cama king-size los esperaba. Alfonso se detuvo y la miró intensamente, sus ojos oscuros llenos de deseo.
—Sé lo que quieres, Vielka. Sé lo que has estado deseando todo este tiempo.
—No puedo... —intentó decir ella, pero Alfonso la interrumpió nuevamente, esta vez con un beso suave pero firme.
Sus labios se encontraron en un beso que encendió todos los sentidos de Vielka. La atracción era magnética, irresistible. Se dejó llevar, olvidando todas las consecuencias, todos los miedos. Solo existían ellos dos en ese momento.
Alfonso la besó con más intensidad, sus manos recorriendo su espalda, atrayéndola más cerca. Vielka respondió con igual pasión, sus manos acariciando su cabello y su rostro. La necesidad era palpable, un deseo acumulado que finalmente encontraba su liberación.
—Te he deseado tanto —murmuró Alfonso entre besos, sus labios moviéndose hacia su cuello—. Cada día, cada noche, solo pensaba en este momento.
—Yo también —confesó Vielka, sus palabras ahogadas por el placer—. No podía sacarte de mi mente.
Alfonso la levantó en sus brazos y la llevó hasta la cama, depositándola con cuidado. Se quitó la chaqueta y se acercó a ella, sus ojos nunca apartándose de los de Vielka.
—Voy a hacerte sentir cosas que nunca has sentido antes —dijo, su voz un susurro lleno de promesas.
Vielka lo creyó. En ese momento, estaba dispuesta a seguirlo a donde él la llevara, a explorar cada límite, a descubrir hasta dónde llegaba su deseo. Alfonso se inclinó sobre ella, besándola profundamente, y Vielka se perdió en la pasión, en el fuego que los consumía a ambos.
Los minutos se volvieron horas mientras se entregaban el uno al otro, cada caricia, cada beso, un recordatorio de lo que habían estado negándose. Alfonso la adoraba con cada movimiento, sus cuerpos en perfecta sincronía. Vielka se sentía viva, más viva que nunca, como si el mundo exterior no existiera, solo ellos dos, en esa suite lujosa.
Después de lo que pareció una eternidad, ambos quedaron exhaustos, sus cuerpos entrelazados en la cama. Alfonso la miró con una intensidad que la hizo estremecer.
—Esto es solo el comienzo, Vielka. Hay mucho más que quiero mostrarte, mucho más que quiero que sientas.
Vielka asintió, sus ojos llenos de deseo y curiosidad. Sabía que había cruzado una línea, pero en ese momento, no le importaba. Solo quería seguir sintiendo, seguir explorando lo que Alfonso le ofrecía.
Editado: 23.11.2024