Entre el fuego y la calma

Rutinas perfectas

El despertador sonó a las 6:30 a.m., iniciando un día más en la vida perfectamente orquestada de Vielka. Se levantó con cuidado para no despertar a Artemio, quien aún dormía profundamente. Se dirigió al baño, donde una ducha rápida la ayudó a sacudirse el sueño y preparar su mente para la jornada que le esperaba.

Vestida con un conjunto elegante pero cómodo, bajó a preparar el desayuno. Los olores del café y los panqueques llenaron la cocina, despertando a sus hijos, Javier y María. Con una sonrisa, Vielka saludó a los niños y se aseguró de que todos estuvieran listos para el día.

—Buenos días, campeón —dijo Vielka, dándole un beso en la frente a Javier.

—Buenos días, mamá —respondió Javier, con una sonrisa aún adormilada.

Después de un desayuno rápido, Vielka llevó a Javier a la escuela y a María a la guardería. En el camino, cantaban canciones infantiles y hablaban sobre los planes del día. Una vez que dejó a los niños, se dirigió a su oficina.

En su empresa de marketing, Vielka era una líder respetada y admirada. Su equipo confiaba en ella y la consideraban una fuente de inspiración. Las reuniones de la mañana transcurrieron sin problemas, con Vielka revisando campañas publicitarias y discutiendo estrategias con su equipo. La rutina era perfecta, cada detalle meticulosamente planeado para asegurar el éxito.

A la 1:00 p.m., su agenda indicaba que tenía una hora de almuerzo seguida de su rutina diaria en el gimnasio. Pero hoy, esa rutina tenía un giro inesperado. En lugar de dirigirse al gimnasio, Vielka se subió a su coche y condujo a un discreto hotel en el centro de la ciudad.

Al llegar, su teléfono vibró con un mensaje que la hizo sonreír: "Habitación 203."

Subió rápidamente las escaleras, sintiendo cómo la anticipación y el deseo se apoderaban de ella. Sus pasos resonaban en el pasillo mientras se acercaba a la puerta indicada. Tocó con suavidad y esperó, su corazón latiendo con fuerza.

La puerta se abrió lentamente y Alfonso apareció, su figura alta y dominante iluminada por la tenue luz del interior. Sus ojos oscuros se clavaron en los de Vielka, y una sonrisa ladeada se dibujó en su rostro.

—Puntual como siempre —dijo, tomando su mano y atrayéndola hacia él.

Vielka sintió cómo el estrés del día se desvanecía en cuanto Alfonso la abrazó. Cerró la puerta tras ella, quedando envuelta en un ambiente íntimo y cálido. Alfonso la besó profundamente, sus labios moviéndose con una familiaridad y deseo que encendieron cada fibra de su ser.

—Te he extrañado —murmuró Alfonso, sus labios recorriendo su cuello con suavidad.

—Yo también —susurró Vielka, cerrando los ojos y dejándose llevar por el momento.

Alfonso la guió hacia la cama, sus manos explorando cada rincón de su cuerpo. Se despojaron de la ropa con urgencia, sin dejar de besarse. Los minutos se transformaron en horas mientras se entregaban a la pasión, olvidando el mundo exterior. Sus cuerpos se movían en perfecta sincronía, cada caricia, cada beso, intensificando el deseo que había estado acumulándose durante días.

—Eres increíble —dijo Alfonso, sus ojos llenos de admiración mientras la miraba.

—Tú también —respondió Vielka, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.

Las palabras se volvieron susurros y los susurros en gemidos mientras se perdían en el placer. Cada encuentro con Alfonso era una explosión de emociones, una liberación del deseo contenido. Vielka sentía que podía ser ella misma con él, sin restricciones, sin miedo.

Después de lo que parecieron momentos eternos de pasión, ambos quedaron exhaustos, sus cuerpos entrelazados en la cama. Alfonso la miró con una mezcla de satisfacción y deseo, acariciando su rostro con ternura.

—Hasta la próxima —dijo, besándola una última vez con intensidad.

Vielka sonrió, sabiendo que esos momentos eran un escape perfecto de su vida cotidiana. Se levantó y comenzó a arreglarse el cabello y la ropa, asegurándose de que no quedara rastro de su encuentro. Alfonso la observaba, sus ojos llenos de una promesa de más encuentros furtivos.

—Hasta la próxima —respondió ella, con una sonrisa que ocultaba un torbellino de emociones.

Salió de la habitación con una sensación de satisfacción y adrenalina corriendo por sus venas. Volvió a su coche y condujo al gimnasio, llegando justo a tiempo para ducharse y cambiarse de ropa. De vuelta en la oficina, nadie notó nada fuera de lo común. Su apariencia era impecable, y su actitud, profesional como siempre.

La tarde transcurrió sin incidentes, con Vielka concentrada en su trabajo. A las 5:00 p.m., recogió a sus hijos y regresaron a casa, donde Artemio ya los esperaba. La cena fue un momento familiar y alegre, con Javier contando historias sobre su día en la escuela y María balbuceando felizmente en su silla.

—¿Cómo te fue en el gimnasio? —preguntó Artemio, mientras ayudaba a servir la comida.

—Muy bien, gracias. Me siento renovada —respondió Vielka con una sonrisa sincera.

Después de la cena, ayudó a Javier con su tarea y luego acostó a María. La rutina de la noche era tan meticulosamente planeada como la del día, asegurando que cada miembro de la familia se sintiera amado y atendido.

Cuando finalmente se metió en la cama junto a Artemio, Vielka se permitió un momento para reflexionar. Su vida era una obra de arte de planificación y control, donde cada detalle encajaba perfectamente en su lugar. Y aunque había añadido un elemento de riesgo a su rutina, se sentía más viva que nunca. Las escapadas con Alfonso eran su secreto mejor guardado, una pasión clandestina que mantenía encendida su chispa interior.

—Buenas noches, amor —dijo Artemio, besándola en la mejilla.

—Buenas noches —respondió ella, acurrucándose junto a él.

Mientras cerraba los ojos, Vielka pensó en Alfonso y en cómo habían logrado integrar su pasión en su vida sin alterar su rutina perfecta. Sabía que estaban jugando con fuego, pero la emoción de lo prohibido hacía que todo valiera la pena. Y así, en la oscuridad de la noche, se dejó llevar por los sueños, esperando con ansias el próximo momento que pudiera robar con Alfonso, sabiendo que, por ahora, todo estaba bajo control.




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