Vielka miraba su reflejo en el espejo del baño, satisfecha con lo que veía. Su piel resplandecía, su cabello perfectamente arreglado, y su mirada segura y altiva. Había dejado de sentirse culpable por su doble vida. Ahora, la confianza la envolvía como un escudo, y el cinismo se había convertido en su aliado. No planeaba elegir entre sus dos mundos; simplemente los mantendría a ambos, segura de que todo estaría bien.
Después de un encuentro con Alfonso que había terminado al amanecer, Vielka se dirigió a su casa, donde la esperaba su esposo Artemio. Aunque ajeno a la realidad que ella vivía en las sombras, Artemio seguía siendo un pilar fundamental en su vida. Se sentía invencible, como si nada ni nadie pudiera romper su fachada. Artemio, aunque a veces distante, la amaba profundamente y ella a él. Vielka era la dueña de su destino, y no permitiría que nada ni nadie la detuviera.
Era una tarde de juegos mensual con su amiga Loreto. Se encontraron en el jardín de la casa de Vielka, donde sus hijos corrían y jugaban, mientras ellas disfrutaban de cervezas frías y aguachiles. Las risas y la complicidad llenaban el aire, y Vielka no pudo evitar sentirse en la cima del mundo.
—Te veo radiante, Vielka. ¿qué te hiciste? —preguntó Loreto, notando el brillo diferente en los ojos de su amiga.
Vielka esbozó una sonrisa calculada, consciente de que debía mantener su secreto bien guardado.
—Nada amiga, ys sabes… Me siento libre y feliz, como si todo estuviera volviendo a su lugar.
Loreto la miró con escepticismo, pero decidió no indagar más. La tarde continuó entre conversaciones triviales y risas, mientras Vielka fingía disfrutar de la compañía. Por dentro, se sentía la mujer más exitosa del mundo, capaz de manejar cualquier situación.
En medio de la charla, el teléfono de Vielka vibró con un mensaje entrante. Lo tomó disimuladamente y lo leyó: era de Alfonso, un mensaje sugerente que encendió una chispa de emoción en su interior. Sus palabras eran provocadoras, llenas de insinuaciones que la hacían sentir más viva y segura que nunca. La sensación de poder y control la envolvía, reafirmando su decisión de mantener sus dos vidas.
—¿Todo bien? —preguntó Loreto, notando la sonrisa en el rostro de Vielka.
—Sí, todo perfecto —respondió Vielka, guardando el teléfono y levantando su cerveza en un brindis—. Por nosotras, y por esta vida maravillosa.
Loreto sonrió y alzó su botella también, sin imaginar lo que realmente pasaba por la mente de su amiga.
Al caer la noche, Vielka volvió a su hogar. Artemio, sentado en el sofá con un libro, la recibió con una sonrisa cálida.
—Hola, amor. ¿Cómo te fue con Loreto? —preguntó, dejando el libro a un lado y levantándose para darle un abrazo y un tierno beso.
Vielka se acurrucó en sus brazos, sintiendo el calor y la seguridad que él siempre le proporcionaba.
—Fue genial, los niños se divirtieron mucho y nosotras también —dijo, mirándolo a los ojos con cariño.
—Me alegra escucharlo —respondió Artemio, acariciándole el cabello—. ¿Te apetece ver una película o prefieres descansar?
—Ver una película suena perfecto —respondió Vielka, disfrutando del momento de normalidad y amor con su esposo.
La indiferencia ocasional de Artemio no importaba en esos momentos. Ella sabía que él la amaba profundamente y ella a él. La relación con Artemio le daba estabilidad y seguridad, algo que valoraba enormemente. Mientras se desvestía para ponerse cómoda, recordó el mensaje de Alfonso y la promesa de otro encuentro clandestino, pero en ese momento, decidió centrarse en el presente.
Vielka se metió en la cama con una sonrisa de satisfacción. Tenía todo lo que quería y más. La doble vida que llevaba la hacía sentir viva, poderosa. Nada ni nadie podría derribar la fortaleza que había construido a su alrededor.
Y así, mientras el mundo dormía, Vielka planeaba sus próximos movimientos, segura de que su secreto estaba a salvo y de que seguiría siendo la mujer más exitosa y deseada, sin importar las circunstancias. Pero en el fondo, sabía que el amor y la estabilidad que Artemio le brindaban eran su verdadero refugio, el ancla que la mantenía firme en medio de la tormenta.
Editado: 23.11.2024