Vielka se despertó esa mañana con la sensación de control que había estado anhelando desde hacía días. El fin de semana familiar había terminado, y regresar a su rutina le daba la paz que necesitaba. Esa paz, sin embargo, era sólo superficial. Su corazón latía con anticipación mientras revisaba su agenda y confirmaba la reunión “fuera de la oficina” que tenía planeada con Alfonso. Se repetía que era sólo un encuentro, un escape, algo que podría borrar de su vida en el momento que quisiera. Pero en el fondo sabía que eso era mentira. Hoy no solo deseaba ver a Alfonso; lo necesitaba. Él era su adicción, su desahogo y, de alguna manera inexplicable, la parte de ella misma que no podía controlar ni ignorar.
Al despedirse de Javier y asegurarse de que todo estaba en orden en la casa, Vielka tomó un respiro y se dirigió a su coche. Durante el trayecto a la oficina, se recordó a sí misma que esto no era más que una cita cuidadosamente organizada. La elección del lugar, un hotel boutique en las afueras de la ciudad que acababa de inaugurar, era ideal para evitar miradas indeseadas. Sabía que debía ser cautelosa, que estaba jugando con fuego, pero la emoción de reencontrarse con Alfonso y la posibilidad de abandonarse por unas horas a algo tan prohibido y placentero era su único objetivo.
Mientras se acercaba al hotel, sus pensamientos se volvieron más caóticos. ¿Qué quería realmente de Alfonso? ¿Era sólo el placer de los encuentros? ¿O, en el fondo, la fascinaba el riesgo? Al llegar, apagó el motor y observó la fachada del hotel, moderna y discreta, un espacio perfecto para dejar las preocupaciones fuera y entregarse a sus impulsos.
Alfonso ya estaba en el lobby, esperándola con su típica seguridad y esa sonrisa torcida que tanto la desconcertaba. Cuando la vio entrar, su expresión se transformó, suavizándose en una mezcla de deseo y algo más, algo que ella aún no lograba identificar.
—Creí que no vendrías —dijo él, sin dejar de observarla.
—¿Por qué no habría de hacerlo? —respondió ella, tratando, como siempre, hacerle creer a Alfonso que ella tenía el control
En cuanto la puerta de la habitación se cerró detrás de ellos, Alfonso la tomó por la cintura y la atrajo hacia sí, como si fuera la única forma de detener el tiempo. Sus manos recorrían su espalda y sus labios buscaron los suyos con una intensidad que hizo a Vielka olvidar, por un momento, todo lo demás. El encuentro fue salvaje y apasionado, una tormenta de deseos reprimidos y de palabras que nunca se atreverían a decir en voz alta.
Vielka sentía cómo se desvanecía en esos momentos de placer, su respiración acelerada y su cuerpo rendido a la vorágine de emociones que Alfonso provocaba en ella. En cada beso y cada caricia, había una urgencia latente, como si ambos comprendieran que ese instante era todo lo que podían permitirse. Pero entonces, mientras ambos yacían en silencio después de la entrega, Alfonso se giró hacia ella y rompió el hechizo.
—¿Qué esperas de todo esto, Vielka? —preguntó en un tono bajo, mirándola con una mezcla de curiosidad y ternura que no había mostrado antes.
Ella lo miró, desconcertada. Era una pregunta que había evitado hacerse a sí misma. Esa era la verdad. Había evitado pensar en el futuro, en lo que esta relación de “amantes” podría significar. Había querido creer que podía controlarlo, que todo acabaría sin consecuencias. Pero Alfonso no le daba esa opción.
—No puedo perder lo que tengo —murmuró, casi como una súplica. Sabía que las palabras no bastaban para expresar lo que sentía. —No puedo arriesgar lo que me ha costado tanto construir.
Él la observó en silencio, como si evaluara cada palabra, cada expresión en su rostro. Finalmente, asintió, pero su mirada estaba cargada de una intensidad que la incomodaba.
Después de hacer el amor, ambos permanecieron en silencio, envueltos en el resplandor de su encuentro. Vielka sentía cómo el deseo aún ardía en su interior, pero había algo en la forma en que Alfonso la miraba que le provocaba una punzada de inquietud.
Finalmente, él rompió el silencio, con esa firmeza que siempre lo caracterizaba, una mirada intensa que casi la atravesaba.
—No quiero verte más al lado de tu esposo, Vielka —dijo sin rodeos, con una voz baja y segura. —Yo puedo ser tu única opción, si te atreves a aceptarlo.
Vielka lo miró, sorprendida y sin palabras. Sintió su estómago revolverse al escuchar el tono de voz implacable de Alfonso. Él no buscaba ser vulnerable ni expresar deseos de aprobación; él quería más, mucho más.
—Estoy dispuesto a dejar a mi esposa si eso significa tenerte sin barreras, sin límites —continuó, su expresión seria, dominada por una mezcla de posesión y determinación—. No pienso esconderme más si eso significa que seguirás con él. Lo que quiero es que estés completamente conmigo, no a medias.
La mente de Vielka se aceleró. La seguridad en la voz de Alfonso no era una sugerencia, sino una afirmación cargada de poder. Ella comprendía lo que eso significaba: él no tenía intención de ser su secreto para siempre. Alfonso estaba dispuesto a desatar todas las consecuencias con tal de hacerla suya.
—¿Y… qué piensas hacer? —logró murmurar Vielka, con la mente en una confusión de emociones.
—No tienes que preocuparte por eso. Puedo darte todo lo que has deseado, más poder, más independencia —respondió Alfonso con una sonrisa segura y calculada. —Quiero que tomes todo lo que te pertenece. Lo que tienes con Artemio no es suficiente para ti, y lo sabes.
La franqueza y el dominio en sus palabras la hicieron retroceder, sintiendo que las paredes de la habitación se cerraban alrededor de ella. Alfonso no se conformaría con menos, y su propuesta era tan tentadora como aterradora. Vielka sabía que lo que él le ofrecía era como caer en una espiral sin retorno, un torbellino de poder y peligro del cual probablemente no podría escapar.
Recuperando su poker face, respiró profundamente y le dedicó una sonrisa controlada.
Editado: 23.11.2024