Vielka llegó a casa tarde aquella noche, exhausta después de una reunión extensa con su equipo de mercadotecnia. Los días en la oficina eran cada vez más exigentes, y aunque amaba su trabajo, los niveles de estrés no cesaban. Sus pensamientos iban y venían entre las tareas pendientes y el deseo de progresar aún más, pero al entrar en su hogar, fue como si esa pasión y energía se esfumaran, dejando en su lugar una sensación de tedio y frustración.
La casa estaba en silencio, salvo por el leve sonido de la televisión en la sala. Al entrar, vio a Artemio cómodamente sentado en el sofá, absorto en un partido de futbol. Ni siquiera notó su llegada, y Vielka sintió un vacío inexplicable al ver lo ajeno que parecía a todo lo que ella estaba experimentando.
—Hola, amor —dijo, esperando una reacción algo más cálida.
Artemio levantó la mirada un segundo y esbozó una sonrisa fugaz.
—Hola, ¿qué tal el trabajo? —preguntó sin mucho interés, volviendo a mirar la pantalla.
Vielka suspiró y dejó su bolso en una silla. Caminó hacia la cocina y se sirvió un vaso de agua, sintiendo cómo el cansancio la abrumaba. Esperaba que, en algún momento, Artemio mostrara algo de interés genuino por su día, pero parecía que su atención estaba fija en el televisor.
Después de unos minutos, fue él quien rompió el silencio.
—¿Te diste cuenta de que hoy tampoco estuviste aquí para la cena con los niños? —preguntó en un tono suave, pero cargado de reproche.
Vielka sintió la acusación y se esforzó por mantener la calma.
—Tuve una reunión importante, Artemio. Hay días en los que las cosas no salen como planeo y… —comenzó a explicar, pero él la interrumpió.
—Siempre tienes reuniones importantes, Vielka. Nunca parece haber un momento en el que podamos contar contigo —comentó con un tono pasivo-agresivo, sin despegar los ojos de la pantalla.
Ella apretó los labios, intentando no dejarse llevar por la frustración. Había estado haciendo todo lo posible por balancear su vida profesional y familiar, aunque últimamente la balanza se inclinaba cada vez más hacia su carrera. No era algo que ella deseaba, pero sabía que su empresa estaba creciendo rápidamente y necesitaba su atención. Sin embargo, la actitud de Artemio la desalentaba.
—¿Y los niños? ¿Ya están dormidos? —preguntó ella, intentando suavizar la conversación.
Artemio asintió lentamente.
—Sí, los acosté hace un rato. Javier preguntó por ti… de nuevo. Me gustaría que algún día pudieras decirle en persona que no estarás para cenar —respondió con un toque de sarcasmo, mientras cambiaba de canal.
Vielka suspiró y trató de explicarse una vez más.
—Artemio, sabes que estoy haciendo lo mejor que puedo. Esta empresa que estoy construyendo no es solo para mí; es para todos nosotros. Quiero que nuestros hijos tengan un futuro sin preocupaciones.
Artemio finalmente se volvió hacia ella, apagando el televisor.
—No eres el unico empresario aqui Vielka, tu ausencia tiene mas que ver con tu necesidad de reconocimiento ¿Y de qué tu sirve todo eso si apenas estás aquí para verlos crecer? Pareciera que tu empresa es lo único que importa. No sé en qué momento dejaste de priorizar lo que tienes aquí, en esta casa, para enfocarte solo en lo que puedes conseguir afuera —dijo en un tono bajo pero cortante.
Vielka sintió una mezcla de rabia e impotencia. Sabía que Artemio no comprendía lo que significaba para ella su carrera, que no entendía que esto era parte de lo que la hacía sentir viva, pero también sabía que sus palabras tenían algo de verdad. Intentó no alzar la voz mientras respondía.
—No es justo que digas eso. Yo también trabajo para esta familia, para que podamos tener la vida que tenemos. Entiendo que quieras que esté más presente, pero no puedes decirme que mi carrera no importa.
—No dije que no importe —replicó Artemio con un tono helado—, solo parece que tú crees que lo único que importa es lo que pasa allá afuera. Porque aquí… —hizo una pausa y lanzó una mirada que mezclaba resignación y desdén— aquí parece que no hay nada que te llame la atención.
El comentario fue como una punzada para Vielka. Sintió cómo una ola de tristeza y enfado la invadía, pero se negó a mostrarse vulnerable.
—Sabes, Artemio —comenzó, con un tono contenido—, si no me ves interesada aquí, quizás es porque este ambiente… esta "calma" de la que tanto hablas, es asfixiante. Cada día que llego a casa me siento como si tuviera que fingir que esta vida es suficiente. Pero necesito algo más, algo que me haga sentir viva.
Artemio la miró con una mezcla de incomodidad y enojo.
—Así que ahora resulta que no somos suficientes para ti. Ni los niños ni yo. Solo tu empresa y esa "vida emocionante" que dices que necesitas. Pues qué bien, Vielka, porque yo estoy bien así, tranquilo y en casa, cuidando a nuestros hijos y sin andar buscando aventuras —dijo con amargura.
—No es cuestión de buscar aventuras, Artemio. Es querer avanzar, sentir que puedo llegar más lejos —replicó ella, tratando de mantenerse firme. Sabía que cualquier explicación no sería suficiente para alguien que veía la vida de forma tan simple y tradicional.
—Lo que tú ves como avanzar, yo lo veo como alejarte de nosotros, de esta familia. No sé si te has dado cuenta, Vielka, pero cada vez estás más distante, y los niños lo están notando. Javier ya no pregunta cuándo vienes; pregunta si vas a venir, como si fuera algo incierto.
El comentario sobre Javier le dolió profundamente. Sabía que su hijo extrañaba su presencia, pero no sabía cómo hacerle entender a Artemio que estaba haciendo todo esto también por él y por sus hijos, no solo por ella. Sin embargo, el tono indiferente y cansado de Artemio la hacía sentir incomprendida.
—Artemio, entiendo lo que dices, pero también necesito que entiendas que para mí, el trabajo no es solo trabajo. Es algo que me define, que me hace sentir plena. Necesito sentir que puedo ser algo más que una esposa y madre.
Editado: 23.11.2024