La oscuridad de la madrugada se cernía sobre el rancho "Las Águilas". Desde su posición en una colina cercana, Alfonso, Vielka, Loreto y el reducido equipo de confianza observaban el lugar. Era un fortín, tal como El Chato había descrito: rodeado por alambradas electrificadas, guardias con armas automáticas, y torres de vigilancia en cada esquina. Dentro, los hijos de Vielka seguían bajo el control de Camila, cada segundo más lejos de la seguridad.
Vielka, que llevaba días sin dormir adecuadamente, sintió un temblor en sus manos mientras sostenía los binoculares. Sabía que lo que estaban a punto de hacer podía costarles la vida, pero quedarse sin actuar era impensable.
—El perímetro está reforzado —dijo Alfonso, evaluando las posiciones enemigas—. Camila ha traído a todos sus hombres. Esto no será una pelea sencilla.
Loreto, con el rostro endurecido por la tensión, señaló en el mapa la entrada principal y los túneles subterráneos que habían identificado gracias a información obtenida por Margarita antes de ser herida.
—Aquí es donde entraremos —explicó Loreto—. El túnel conecta con la bodega trasera del rancho. Con suerte, podremos llegar a los niños antes de que se den cuenta de que estamos dentro.
—¿Con suerte? —murmuró Vielka, incrédula—. Estamos apostando todo a un túnel.
—A veces, la suerte es lo único que nos queda —respondió Loreto, encogiéndose de hombros.
Alfonso se giró hacia su equipo. —La distracción será clave. Necesitamos que los guardias se centren en la entrada principal y las torres mientras nos deslizamos por el túnel. Loreto y yo lideraremos el asalto. Vielka, tú te quedas detrás hasta que aseguremos a los niños. No voy a discutir esto.
—¿Qué hay de Camila? —preguntó Vielka con la voz quebrada.
Alfonso la miró con una frialdad calculada. —Yo me encargaré de ella.
Loreto, que preparaba su equipo, añadió: —Si las cosas salen mal, tenemos un vehículo de escape esperando a un kilómetro de aquí. Mi papá nos tendrá bien cubiertos con eso. Asegúrense de que los niños lleguen ahí primero.
Con el plan en marcha, el grupo se dividió. Los hombres leales a Alfonso lanzaron el ataque de distracción en la entrada principal, causando un estallido de balas y caos. Mientras tanto, Alfonso, Vielka y Loreto se adentraron en el túnel oscuro, sus linternas iluminando apenas lo necesario para avanzar.
—¿Qué pasa si esto es otra trampa? —preguntó Vielka, tratando de contener el miedo en su voz.
—Si lo es, nos encargaremos de sobrevivir. Siempre lo hacemos —respondió Loreto, con una calma que no dejó lugar a dudas.
El túnel los condujo directamente a la bodega trasera, tal como lo habían planeado. Los sonidos del tiroteo afuera seguían intensos, lo que les dio la oportunidad de moverse rápidamente dentro del rancho. Sin embargo, un grupo de guardias apareció inesperadamente, obligándolos a detenerse.
—¡Quédense detrás de mí! —ordenó Alfonso, abriendo fuego sin dudar.
Loreto lo apoyó, disparando con precisión mientras Vielka se mantenía agachada, su corazón latiendo con fuerza. En cuestión de minutos, los guardias cayeron, pero el ruido alertó a más hombres dentro del rancho.
—No tenemos mucho tiempo —dijo Alfonso, mirando hacia el pasillo que conducía a la casa principal.
Llegaron finalmente a la habitación donde Camila mantenía a los niños. Vielka sintió que el aire abandonaba sus pulmones al escuchar los sollozos de sus hijos detrás de la puerta cerrada. Pero antes de que pudieran abrirla, Camila apareció, escoltada por dos de sus hombres.
—¿Realmente pensaste que podrías llegar tan lejos sin enfrentarme? —dijo Camila, su tono gélido pero con un tinte de satisfacción. Su mirada se posó en Vielka, cargada de desprecio—. Ya no se si te odio o te amo, resulto que eras la clave para destronar ami guapo marido
—Déjalos ir, Camila —dijo Alfonso, avanzando hacia ella con el arma en alto—. Esto no tiene que terminar así.
Camila soltó una carcajada. —Claro que tiene que terminar así, Alfonso. Lastimaste mi ego por una insignificante y después me quitaste todo lo que tenía, y ahora yo te voy a quitar todo a ti.
Editado: 28.11.2024