La ausencia de los niños y Artemio dejó un vacío en Vielka, pero también le permitió enfocar toda su energía en lo que sabía que venía: una guerra total. Alfonso, siempre frío y calculador, sabía que el ataque al rancho y la desaparición de los niños marcarían el comienzo de la ofensiva final de Camila. Su poder estaba menguando, pero eso la hacía más peligrosa que nunca.
Camila no solo buscaba recuperar su lugar, sino también asegurarse de que Alfonso y Vielka pagaran caro por su ego herido. Su red de aliados dentro del cartel y fuera de él se activó rápidamente, con una serie de ataques simultáneos dirigidos a los negocios de Alfonso y a cualquier contacto cercano que pudiera ser útil para su recuperación.
En su base temporal, Alfonso revisaba información con Loreto y su gente a su lado. Vielka, aunque no era experta en tácticas de guerra, insistió en quedarse cerca para entender lo que estaba ocurriendo. Margarita, aunque aún herida, se mantenía en contacto desde el hospital, enviando información a través de contactos que había cultivado en sus años como aliada de Alfonso.
—Camila está moviendo rápido sus piezas —dijo Loreto, señalando en el mapa las zonas donde las fuerzas del cartel rival, los Morales, habían comenzado a atacar—. Esto no es solo una represalia; quiere destrozar todo lo que construiste.
Alfonso gruñó, su mandíbula tensa mientras observaba los puntos marcados. —Está jugando con fuego al involucrar a los Morales. No se dan cuenta de que Camila no busca aliados, solo herramientas que pueda desechar cuando ya no le sirvan.
Vielka, que escuchaba desde una esquina, dio un paso adelante. —Entonces, ¿por qué no aprovechamos eso? Si Camila usa a los Morales, es solo cuestión de tiempo para que intenten traicionarla.
Loreto levantó una ceja, sorprendida por la idea. —Podríamos plantar información falsa, algo que haga que desconfíen de ella antes de que puedan consolidar su alianza.
Alfonso asintió lentamente. —No es mala idea. Si logramos dividir sus fuerzas, tendremos una oportunidad. Pero eso no resolverá el problema principal: Camila aún tiene aliados dentro de mi organización.
Esa misma noche, Alfonso convocó a una reunión con su círculo más cercano. A pesar de las sospechas, decidió no acusar abiertamente a nadie, sino observar cuidadosamente cada palabra y gesto. Vielka y Loreto se mantuvieron al margen, observando desde una sala contigua a través de cámaras instaladas por el equipo técnico de Alfonso.
Uno de los hombres, apodado "El Tigre", llamó la atención de todos al sugerir un movimiento arriesgado: atacar directamente una de las bases de los Morales. Aunque la idea parecía sensata, Alfonso notó algo extraño en su insistencia.
—¿Por qué arriesgar tanto cuando podemos reforzar nuestra posición primero? —preguntó Alfonso, fijando su mirada en El Tigre.
—Es la única forma de mostrar fuerza. Si esperamos, los Morales y Camila pensarán que estamos debilitados —respondió, evitando el contacto visual.
Desde la sala contigua, Loreto murmuró: —Está mintiendo. Quiere que movamos nuestras fuerzas y dejemos vulnerable una de nuestras bases principales.
Alfonso, con su calma característica, dejó que la reunión concluyera. Pero esa noche, envió a dos de sus hombres más leales a seguir de cerca a El Tigre. No pasó mucho tiempo antes de confirmar sus sospechas: El Tigre estaba en contacto directo con Camila, filtrándole información y asegurándole que el ataque al rancho había debilitado a Alfonso más de lo que aparentaba.
Sin perder tiempo, Alfonso organizó un "encuentro" con El Tigre. Lo interrogó en un lugar remoto, donde finalmente confesó su lealtad a Camila.
—Ella me ofreció algo que tú nunca hiciste: un lugar al mando cuando te derrocaran —dijo El Tigre con un hilo de voz mientras Alfonso lo miraba con desprecio.
—Ese es el problema con las promesas de Camila. Siempre son vacías —respondió Alfonso antes de resolver el asunto con un disparo frío y calculado.
Con la traición interna parcialmente controlada, Alfonso, Vielka y Loreto comenzaron a trabajar en la estrategia para desestabilizar la alianza de Camila con los Morales. Margarita, aún hospitalizada, proporcionó una pista clave: un cargamento de armas que los Morales esperaban recibir de Camila para sellar su pacto.
—Si logramos interceptar ese cargamento y hacerlo parecer una traición por parte de Camila, los Morales no tardarán en voltearse contra ella —dijo Loreto, con un brillo de esperanza en sus ojos.
Alfonso asintió. —Lo interceptamos y dejamos evidencia que apunte a que Camila lo vendió a un tercero. Eso debería ser suficiente para sembrar la discordia.
El operativo fue preciso y rápido. Con la ayuda de algunos contactos externos, el equipo logró robar el cargamento y plantar pruebas incriminatorias. Los Morales, al recibir la noticia, comenzaron a dudar de Camila, quien intentó en vano convencerlos de su inocencia.
Desesperada por recuperar el control, Camila intensificó sus ataques. Mandó sicarios a las propiedades restantes de Alfonso, amenazó a aliados cercanos y trató de presionar a los Morales para que le dieran más tiempo. Sin embargo, el daño estaba hecho: los Morales comenzaron a retirarle su apoyo, dejándola cada vez más aislada.
De vuelta en el refugio, Vielka miraba a Alfonso mientras él planeaba su próximo movimiento. Aunque había logrado mucho desde que sacaron a los niños del país, sabía que la batalla estaba lejos de terminar.
—¿Cómo termina esto? —preguntó ella, su voz cargada de incertidumbre.
Alfonso levantó la mirada, su expresión más seria que nunca. —Solo hay dos formas: o eliminamos a Camila de una vez por todas, o me arriesgo a perder todo lo que queda, al final de todo se que lo único que no me puedo permitir perder ya, es a ti.
Editado: 28.11.2024