Entre Goles y Corazones ( kevin alvarez )

Capítulo 10: El Corazón del Juego

El sonido del pitido inicial aún resonaba en mis oídos cuando el balón comenzó a rodar sobre el césped. El enfrentamiento contra Atlas era el más importante de la temporada, y todos sabíamos lo que estaba en juego. Si ganábamos, estaríamos un paso más cerca de la final. Si perdíamos, nuestras aspiraciones se desmoronaban.

Las gradas estaban llenas de gente animando, pero entre toda la emoción, el equipo de Atlas no estaba dispuesto a darnos tregua. Desde el primer minuto, nos presionaban con fuerza, intentando robar el balón en cada oportunidad. A pesar de estar en casa, sabíamos que sería una batalla dura.

Mientras corría hacia el centro del campo, sentí una punzada de nervios en el estómago. Pero inmediatamente recordé las palabras de Kevin, su voz diciéndome que no dejara que la presión me afectara.

Un inicio difícil

Los primeros 20 minutos del partido fueron agotadores. Atlas estaba jugando con una intensidad que rara vez se ve en la liga, y no estábamos pudiendo establecer nuestro ritmo. Cada vez que teníamos la pelota, las jugadoras rivales nos presionaban con una defensa agresiva.

En el minuto 25, por fin tuvimos una oportunidad. Daniela me pasó el balón en el borde del área. Estaba rodeada por tres defensoras, pero la puerta del gol estaba abierta. Sabía que tenía que aprovechar ese momento, pero también sabía que era una decisión de alto riesgo.

Dejé que el balón se acercara y, con un movimiento rápido, lo pasé por debajo de la pierna de una defensora. Pero antes de que pudiera disparar, una segunda jugadora me bloqueó el tiro. La oportunidad se desvaneció.

Frustrada, me llevé las manos a la cara. Sabía que ese tipo de jugadas podían ser cruciales, y me sentí como si hubiera fallado.

El giro de los acontecimientos

El entrenador nos dio una charla intensa en el descanso. No éramos el equipo que queríamos ser, y lo sabíamos. Nos pidió que subiéramos la intensidad y jugáramos con más determinación.

-Recuerden lo que está en juego -nos dijo-. Este es nuestro momento. No dejemos que se nos escape.

Salimos al segundo tiempo con una nueva energía. Las jugadoras de Atlas seguían presionando, pero estábamos más organizadas. Sabíamos cómo contrarrestar sus ataques, y poco a poco comenzamos a ganar terreno.

El minuto 55 llegó con una jugada clave. Daniela recuperó el balón en el centro del campo y me vio, haciendo un pase perfecto que dejaba solo a nuestra delantera frente al arco. Con un movimiento preciso, disparó, pero la portera de Atlas logró detenerlo. El rebote fue rápido, y el balón cayó justo a mis pies.

Sin pensarlo, me lancé hacia el balón y, en un instante, lo envié al fondo de la red. Gol. Mi gol. El estadio estalló en vítores.

La presión no termina

Aunque la ventaja era nuestra, el partido no estaba decidido. Atlas no se rendiría tan fácilmente, y lo sabíamos. A medida que avanzaba el segundo tiempo, la tensión aumentaba. Cada pase, cada jugada, era más importante.

Las jugadoras de Atlas continuaron atacando con intensidad, pero nuestra defensa, aunque agotada, comenzó a mostrar señales de resiliencia. Cada despeje, cada corte, era una victoria en sí misma. Pero aún faltaba mucho para asegurarnos de que el partido estaba ganado.

En el minuto 78, Atlas tuvo su mejor oportunidad. Un tiro libre desde el borde del área era lanzado con precisión, directo hacia nuestra portera. Durante un segundo, el estadio guardó silencio. La pelota rozó la parte superior del travesaño y salió. Fue un alivio colectivo, pero sabíamos que debíamos mantenernos alerta.

El equipo en su mejor versión

En los últimos minutos del partido, las jugadoras de Atlas se volvieron más agresivas, buscando desesperadamente el empate. Pero nos manteníamos firmes, cubriendo los espacios, bloqueando los disparos y protegiendo nuestro gol.

Cuando el árbitro finalmente pitó el final, el campo estalló en una ovación. Habíamos ganado. El marcador final fue 1-0. La victoria era nuestra, y el equipo estaba eufórico. Nos abrazamos, celebramos, y por un momento, todos los nervios, las tensiones y las presiones desaparecieron.

Un mensaje de Kevin

Esa noche, mientras me sentaba en mi habitación, cansada pero satisfecha, mi teléfono vibró. Era un mensaje de Kevin.

"¡Increíble, Valeria! Sabía que podías hacerlo. ¡Estoy tan orgulloso de ti!"

Sonreí, leyendo sus palabras. Siempre había estado ahí, dándome ese apoyo incondicional que necesitaba para seguir adelante. Pero había algo más. A pesar de todo lo que había sucedido, de los rumores y la presión, sentía que nuestra relación había superado muchas barreras. No solo éramos un equipo en el campo, sino que también lo éramos fuera de él.

Decidí llamarlo.

-Gracias, Kevin -dije, aliviada al escuchar su voz-. Esta victoria fue para todos. Pero siento que, por primera vez, pude hacer todo lo que soñé sin sentirme atrapada.

-Lo sé. Y lo hiciste increíble. Te lo mereces.

Reflexiones personales

Esa noche, mientras me recostaba en la cama, pensaba en todo lo que había pasado. La temporada había sido una montaña rusa, llena de desafíos dentro y fuera del campo. Había tenido que aprender a equilibrar mi vida personal y profesional, algo que no siempre había sido fácil.

Pero al final, lo que realmente importaba era lo que sentía por el fútbol y por las personas que tenía a mi lado. Sabía que aún quedaba mucho por recorrer, que los obstáculos seguirían apareciendo, pero también sabía que estaba lista para enfrentarlos.

A mi lado tenía a un equipo increíble, a una familia que me apoyaba y, sobre todo, a Kevin, quien me hacía sentir que todo era posible.



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En el texto hay: amor, futbol, america

Editado: 07.02.2025

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