La victoria contra Atlas había sido una bocanada de aire fresco. Sin embargo, a medida que pasaban los días, la alegría de la victoria comenzaba a desvanecerse, reemplazada por una sensación inquietante que no podía quitarme de encima. Había algo en mi interior que me decía que los desafíos no terminaban ahí, que lo que había conseguido hasta ahora no era más que un paso en un camino mucho más largo. Y, como siempre, no solo estaba lidiando con los obstáculos dentro del campo, sino con los que venían desde fuera.
El regreso de las tensiones
La semana siguiente, el ambiente en el vestuario había cambiado. Habíamos ganado, sí, pero no podía evitar notar la falta de conexión entre algunas de mis compañeras. Había quienes seguían apoyándome, como Daniela, pero también había otras que seguían murmurando, no tanto sobre mi desempeño en el campo, sino sobre mi vida personal. A pesar de mis esfuerzos por mantenerme enfocada, las miradas, los susurros y las insinuaciones seguían presentes.
Una tarde, mientras me preparaba para el entrenamiento, Ana se acercó. No era de las que se metía en problemas, pero su expresión era seria.
-Vale, necesitamos hablar -dijo, con un tono bajo y directo.
La miré sorprendida, pero asentí. Sabía que si venía a hablar conmigo, era algo importante. Nos apartamos un poco de las demás, y se giró hacia mí.
-Escucha, sé que todo esto no es fácil para ti, pero algunas de las chicas están empezando a sentirse incómodas con la forma en que las cosas están cambiando. Todo este tema con Kevin... No es que no te apoyemos, pero... te están observando.
Sentí un nudo en el estómago, pero traté de mantener la calma.
-Lo sé, Ana. Pero créeme que no he hecho nada para que se sientan incómodas. Solo quiero jugar bien, nada más.
-Entiendo, pero ¿y si te dijera que algunas piensan que la atención está desviándose de lo importante? No te lo digo para que te sientas mal, solo quiero que lo sepas.
Mi mente comenzó a darle vueltas a sus palabras. ¿Estaba siendo egoísta? ¿Mi vida personal estaba afectando al equipo? Ana no era de las que inventaba historias, así que esas palabras me hicieron dudar. Tal vez había sido tan absorbida por mi relación con Kevin y mi carrera, que había olvidado que el equipo tenía que ser mi prioridad.
-Gracias por ser honesta conmigo, Ana. Haré lo que sea necesario para que esto no afecte al equipo -respondí, tratando de mantener la serenidad.
El primer conflicto con Kevin
A pesar de las tensiones en el vestuario, en lo personal, las cosas con Kevin parecían ir bien. Hasta que, de repente, llegó un momento en que las cosas comenzaron a complicarse. Había sido una semana llena de entrenamientos intensos y partidos, y cuando finalmente nos vimos, sentí que algo no estaba bien. La energía entre nosotros estaba extraña, distante.
-Vale, ¿podemos hablar? -me dijo, cuando nos encontramos en el parque donde normalmente pasábamos un rato juntos.
Lo miré, notando la seriedad en su rostro.
-Claro. ¿Qué pasa? -respondí, sintiendo que mi corazón se aceleraba.
-He estado pensando mucho últimamente, y no sé si te has dado cuenta, pero siento que estamos demasiado concentrados en la parte pública de nuestra relación. No quiero que todo esto nos afecte, pero... hay demasiados ojos puestos en nosotros. Me siento como si todo lo que hacemos esté siendo observado.
Mi estómago se revolvió. Sabía que la situación no era fácil, pero no esperaba que él también se sintiera presionado.
-Te entiendo, Kevin. Pero no es como si estuviéramos buscando atención, solo estamos... pasando tiempo juntos, como cualquier otra pareja. No quiero que esto nos afecte. Yo solo quiero disfrutar de lo que hacemos.
Kevin me miró, pero sus ojos estaban llenos de dudas. Parecía que lo que había comenzado como algo natural entre nosotros ahora estaba siendo distorsionado por todo lo que se decía sobre nosotros.
-Lo sé, pero a veces siento que estamos perdiendo el control. Todo lo que hago, todo lo que dices, todo se vuelve un tema de conversación, y no sé si estoy preparado para eso.
Me quedé en silencio, procesando sus palabras. Sabía que Kevin tenía razón en parte. Estábamos siendo consumidos por las expectativas externas.
-Tal vez necesitamos un poco de espacio, un respiro, para entender qué queremos realmente -sugirió él, y esas palabras me calaron hondo. Sabía que esto era algo que habíamos hablado antes, pero nunca lo había dicho de forma tan clara.
El respiro que necesitaba
Decidí que lo mejor era tomar un poco de distancia. No solo de Kevin, sino también del fútbol por un momento. Me retiré a mi departamento, apagué el teléfono y simplemente traté de desconectarme. Necesitaba reflexionar, pero no solo sobre mi relación con Kevin, sino sobre mi futuro en el fútbol.
Mi madre siempre me decía que la vida era un camino lleno de elecciones, y que era importante escuchar a mi corazón. Y aunque siempre había estado decidida a seguir mis sueños, algo dentro de mí me decía que necesitaba aclarar lo que realmente quería. ¿Era el fútbol mi única pasión, o había algo más que deseaba explorar?
Fue en esa reflexión cuando me di cuenta de algo: tal vez había estado tan concentrada en ser la mejor, en estar en la cima, que había olvidado por qué había comenzado a jugar en primer lugar. No solo por la fama, los títulos o las expectativas, sino por el amor al juego.
Un nuevo enfoque
Al día siguiente, decidí volver al entrenamiento con una mentalidad diferente. Cuando llegué al vestuario, vi que algunas de mis compañeras me observaban con curiosidad. Pero, en lugar de enfocarme en lo que pensaban de mí, me concentré en lo que realmente importaba: el fútbol.
El entrenamiento fue más fluido que nunca. Corrí, me deshice de la presión y me sumergí completamente en cada jugada. Era como si el balón me hablara y, por fin, volví a sentir esa conexión pura con el deporte que me había cautivado desde pequeña.