La situación con el equipo había mejorado notablemente después de la conversación en el vestuario. Había dejado claro que mi prioridad era el equipo, y las chicas parecían más relajadas. La tensión que había sentido durante las semanas anteriores desapareció lentamente, y aunque no todo estaba resuelto, al menos había comenzado a sanar.
El fútbol seguía siendo mi refugio, mi manera de enfrentar todo lo demás. En el campo, las dudas y los miedos se desvanecían por completo. Pero fuera de él, las cosas parecían más complicadas. Mi relación con Kevin seguía siendo un tema pendiente en mi mente, algo que necesitaba procesar de una vez por todas.
Un día a solas con mis pensamientos
Era un domingo por la tarde, y decidí tomármelo para mí misma. No había entrenamientos ni partidos programados, y sentía que lo mejor era estar sola, meditar y organizar mis pensamientos. Me dirigí al parque cercano, un lugar tranquilo donde solía ir a correr en solitario. Mientras trotaban mis piernas, mi mente divagaba sobre las decisiones que debía tomar.
Había algo dentro de mí que me decía que necesitaba una nueva perspectiva sobre todo. El fútbol era mi pasión, pero la relación con Kevin se había vuelto un tema complicado. Sentía que me estaba desgastando por intentar equilibrarlo todo. No quería que las expectativas externas siguieran gobernando mi vida, ni quería perderme a mí misma en medio de todo esto.
Al terminar mi recorrido, me senté en una banca, tomando aire profundamente. Miré al horizonte y me di cuenta de que necesitaba hacer cambios. No solo en mi vida profesional, sino también en cómo gestionaba mi vida personal. No podía seguir dependiendo tanto de lo que los demás pensaran. A veces, me olvidaba de lo que quería yo, de lo que realmente me hacía feliz.
La llamada que todo cambió
Esa misma noche, después de regresar a mi departamento, me senté en el sofá, decidida a poner en orden mis pensamientos. Mi teléfono vibró con una llamada de Kevin. Era raro que me llamara tan tarde, y aunque mi corazón dio un pequeño salto, traté de mantener la calma.
-Hola, ¿cómo estás? -pregunté, forzando una sonrisa.
-He estado pensando mucho, Valeria. Necesitamos hablar sobre nosotros. No quiero que sigamos dándonos la vuelta a este asunto sin resolverlo -dijo Kevin, con un tono serio que me hizo ponerme alerta.
-Sí, yo también he estado pensando en eso -respondí, sin saber bien cómo abordar la conversación. Sabía que estábamos en un punto crucial.
-Quiero ser honesto contigo. No sé si esto es lo que necesitamos ahora mismo. Sé que ambos hemos estado buscando un equilibrio, pero siento que lo que tenemos no es lo que debería ser. No quiero que esto nos siga afectando tanto, Valeria.
El nudo en mi estómago se apretó aún más. Kevin había sido claro: lo que estábamos viviendo no era lo que él quería. O lo que yo quería, si soy sincera. Habíamos sido una gran parte de la vida del otro, pero ¿realmente estábamos en el mismo lugar?
-Entiendo lo que dices -le respondí, tratando de mantener la calma-. Creo que ambos necesitamos tiempo para pensar. Tal vez lo mejor sea darnos un respiro y ver qué realmente queremos, sin la presión de lo que los demás piensen.
Kevin hizo una pausa al otro lado de la línea, y sentí que la tensión se disipaba, como si estuviéramos tomando una decisión importante. No era el final, pero definitivamente era un giro que ninguno de los dos había anticipado.
-Lo que sea que decidas, te apoyamos, Valeria. Solo quiero lo mejor para ti.
Con esas palabras, colgamos. No había lágrimas, ni despedidas dramáticas, solo una sensación de alivio, como si por fin hubiéramos admitido que estábamos en caminos diferentes.
El partido que definiría el futuro
Al día siguiente, el equipo se preparaba para enfrentarse a Chivas en lo que podría ser un partido crucial para mantenernos en la lucha por el campeonato. La tensión en el vestuario era palpable. Sabíamos que un solo error podría costarnos el pase a la siguiente ronda, y la presión estaba sobre nosotras. Sin embargo, esta vez, la situación era diferente. En lugar de sentirme abrumada, decidí tomar el campo con una mentalidad renovada.
Estaba decidida a no dejar que nada me distrajera. Ese partido no solo era una oportunidad para demostrar que podíamos superar cualquier obstáculo, sino también para reafirmar mi pasión por el juego. No pensaba en las cámaras ni en las presiones externas. Solo pensaba en darlo todo por el equipo, por nosotras.
El pitido inicial marcó el comienzo de un enfrentamiento vibrante. Chivas venía con fuerza, pero nosotras no íbamos a dejarlas ganar tan fácilmente. A medida que el juego avanzaba, las jugadoras se iban desgastando, pero mi mente seguía clara. Era el momento de hacer la diferencia.
En el minuto 62, con el marcador empatado 0-0, recibí un pase perfecto de Daniela. En lugar de dudar, tomé la decisión rápidamente: disparé directo al arco. La pelota pasó por encima de la portera rival y se incrustó en la esquina superior. Gol. Mi gol. Un gol que representaba más que solo un marcador: representaba mi regreso, mi determinación, mi amor por el fútbol.
El estadio estalló en vítores. Celebramos, pero no por la victoria, sino por el esfuerzo colectivo. Sabíamos que aún quedaba mucho por hacer, pero ese momento fue nuestra recompensa por todo lo que habíamos superado.
Reflexión después del partido
Esa noche, mientras me recuperaba del partido, me senté sola en mi habitación. Había ganado, el equipo había ganado, pero en mi interior, algo estaba cambiando. Había entendido que el fútbol era más que un escape. Era una pasión profunda que no dependía de los otros ni de las expectativas. Y, aunque el camino con Kevin se estaba desvaneciendo, eso no significaba que mi vida estuviera rota.
A veces, es necesario perderse para poder encontrarse. Y esa noche, sentí que finalmente estaba encontrándome.