Capítulo 13: El Camino de Regreso

El día después del partido contra Chivas, el equipo se encontraba en un estado de euforia. Habíamos logrado un gran paso, y la victoria nos había dado una nueva perspectiva sobre lo que podíamos lograr juntas. Sin embargo, mientras el equipo celebraba, yo me encontraba perdida en mis pensamientos. Había algo dentro de mí que no terminaba de encajar, una sensación de vacío que no podía ignorar.

No sabía si era el cansancio del partido o la constante presión que sentía fuera del campo, pero de alguna manera, sentía que algo se estaba desmoronando. La relación con Kevin, el balance entre mi vida personal y profesional, todo parecía estar pendiéndose de un hilo. Había creído que el fútbol sería siempre mi refugio, pero en ese momento, me di cuenta de que también necesitaba encontrar un equilibrio dentro de mí misma.

Un mensaje inesperado

Esa tarde, después de la celebración en el vestuario, me dirigí a mi casa con la mente ocupada. El teléfono vibró en mi bolsillo, y al mirar la pantalla, vi que era un mensaje de Kevin. Era extraño, porque no habíamos hablado desde la llamada la noche anterior.

"Valeria, me gustaría que hablaras conmigo cuando tengas un momento. Hay algo que necesito decirte."

Un nudo se formó en mi estómago. No sabía si estaba lista para esa conversación, pero sentí que tenía que hacerlo. Respondí rápidamente:

"Claro, cuando quieras. Estoy en casa."

En cuanto colgué, mi mente comenzó a correr en círculos. ¿Qué querría decirme? ¿Había algo más que necesitaba aclarar? El día que había comenzado tan bien parecía estar tomando un giro inesperado.

La conversación con Kevin

Poco después, Kevin llegó a mi departamento. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y determinación. Nos miramos en silencio durante unos segundos antes de que él hablara.

-Vale, no sé cómo empezar, pero siento que hemos llegado a un punto en el que necesitamos ser honestos. Lo que está pasando entre nosotros no es lo que quiero, pero tampoco quiero perder lo que compartimos. No sé si es la presión, las expectativas o todo lo demás, pero creo que necesitamos pensar bien lo que estamos haciendo.

Lo miré y, por primera vez, sentí que ambos estábamos en la misma página. Sabía lo que quería decirme. Era evidente que, aunque había una conexión, las circunstancias nos estaban empujando a tomar decisiones difíciles.

-Te entiendo -respondí, mi voz firme pero suave-. Yo también siento que las cosas no están funcionando como deberían. Hemos estado demasiado absorbidos por todo lo que está a nuestro alrededor y no hemos puesto en primer plano lo que realmente queremos.

Kevin se acercó un poco más, como si buscara mi aprobación.

-Lo que quiero es que no nos perdamos en la confusión, que podamos seguir adelante, aunque no sea de la manera en la que esperábamos. No sé si podamos seguir como estábamos, pero no quiero que nos hagamos daño en el proceso.

Sus palabras resonaron en mi mente, y aunque el dolor estaba allí, también sentía una extraña sensación de liberación. Era cierto, ambos necesitábamos espacio para crecer, y si realmente queríamos lo mejor para nosotros, tendríamos que aceptar que, en este momento, nuestras vidas estaban tomando direcciones diferentes.

-Creo que lo mejor es que nos demos ese espacio, Kevin. No porque no te quiera, sino porque necesitamos ver qué es lo mejor para los dos, sin que todo lo demás nos afecte tanto.

Kevin me miró, sus ojos llenos de tristeza pero también de comprensión. Nos abrazamos brevemente, sin palabras, sabiendo que lo que estábamos haciendo no era fácil, pero tal vez era lo correcto.

El regreso al equipo

Al día siguiente, me dirigí al entrenamiento con un peso en el corazón. No solo había tenido una conversación difícil con Kevin, sino que el equipo seguía enfrentando desafíos. El partido contra Chivas nos había dado la victoria, pero la competencia por el título se estaba volviendo más dura. Sabía que no podía permitirme distraerme con mis propios problemas, especialmente ahora que las expectativas sobre nosotras solo aumentaban.

Cuando llegué al vestuario, sentí una atmósfera diferente. Las chicas me miraron con una mezcla de preocupación y apoyo, como si supieran que algo había cambiado en mí. Daniela fue la primera en acercarse.

-¿Estás bien? -me preguntó, con una sonrisa que trataba de disimular la preocupación en sus ojos.

-Sí, solo estoy procesando algunas cosas -respondí, intentando sonar más segura de lo que realmente me sentía. No quería que nadie más se preocupase por mí.

Mientras nos preparábamos para el entrenamiento, me concentré en las jugadas, en los pases, en la estrategia. Durante un momento, logré desconectarme de todo lo demás. Me sentí como si estuviera regresando a la razón por la que empecé a jugar en primer lugar: por el amor al juego.

La nueva mentalidad

El entrenamiento fue intenso, pero después de un par de horas, me sentí más ligera. Había dejado atrás la mayoría de mis pensamientos, y aunque las cosas con Kevin aún pesaban en mi mente, estaba decidida a no dejar que eso me afectara en el campo.

Cuando el entreno terminó, nos reunimos con el cuerpo técnico para revisar tácticas y estrategias para el siguiente partido. Aunque mi mente aún estaba un poco dispersa, logré concentrarme en las instrucciones del entrenador.

-Valeria, has estado excelente hoy -me dijo el entrenador, reconociendo mi esfuerzo. Me sonrió, y por un momento, sentí que las piezas comenzaban a encajar de nuevo. No todo estaba perdido.

El soporte del equipo

Esa noche, después de la práctica, el equipo se reunió para comer juntas. Fue una de esas raras ocasiones en que pudimos relajarnos y hablar sobre cosas fuera del fútbol. Sentí que, por primera vez en semanas, las tensiones se disipaban por completo. El ambiente en el vestuario había cambiado, y a pesar de mis preocupaciones personales, el equipo seguía siendo mi refugio.