Capítulo 15: La Fuerza del Equipo

El triunfo sobre Tigres fue un punto de inflexión. Habíamos derrotado a uno de los equipos más fuertes de la liga, y nuestra confianza creció exponencialmente. Sin embargo, sabíamos que no podíamos relajarnos. El camino hacia el campeonato estaba lleno de desafíos, y aunque el partido anterior había sido un gran paso, aún quedaba mucho por recorrer.

El entrenamiento posterior

El día después de la victoria contra Tigres, nos reunimos temprano para un entrenamiento de recuperación. El entrenador había planificado una sesión ligera, centrada en estiramientos y ejercicios de bajo impacto. Sabía que necesitábamos descansar, pero también mantenernos en forma para el siguiente desafío.

Al llegar al campo, el aire fresco de la mañana nos dio un respiro. Aunque el equipo estaba contento por la victoria, había una sensación de concentración en el ambiente. Sabíamos que no podíamos permitirnos distraernos, y el entrenador no era de los que se conformaban con un buen partido; él siempre esperaba lo mejor.

-Hoy vamos a trabajar en nuestra cohesión, en cómo nos movemos como unidad. Recuerden, cada jugada cuenta. -El entrenador nos observaba, analizando nuestros movimientos mientras hablaba. No había espacio para la complacencia. Teníamos que estar listas para cualquier cosa.

Mientras realizábamos los ejercicios, observaba a mis compañeras. Cada una de nosotras estaba enfocada, y aunque el cansancio del partido anterior aún pesaba, sentía que había una energía renovada. Como equipo, estábamos más conectadas que nunca.

Una conversación inesperada

Esa tarde, después del entrenamiento, el cuerpo técnico organizó una charla estratégica en la que nos repasaron el próximo enfrentamiento, que sería contra Pachuca. La tensión era palpable. Aunque habíamos logrado mucho, sabíamos que todavía no estábamos en la cima. Pachuca era otro equipo que siempre estaba en la lucha por el título, y su nivel de competencia nunca bajaba.

El entrenador dejó claro que necesitábamos mantenernos fuertes tanto física como mentalmente.

-Este no es solo un partido más. Este es el partido que nos acercará aún más al objetivo. Tenemos que salir a ganarlo con todo lo que tenemos.

Al terminar la charla, algunas de las jugadoras se dispersaron rápidamente, pero Valeria se acercó a mí mientras nos dirigíamos hacia los vestuarios.

-¿Cómo te sientes? -me preguntó, con su habitual tono de preocupación.

Miré a mi alrededor antes de responder. Las chicas seguían saliendo y la atmósfera era tranquila, pero internamente sabía que muchas de nosotras estábamos pensando lo mismo: el futuro del campeonato dependía en gran parte de cómo jugáramos contra Pachuca.

-Siento que estamos listas. Sabemos lo que tenemos que hacer, y esta vez no podemos dejar que el miedo nos frene. -Respondí con confianza, aunque una pequeña parte de mí no dejaba de sentir el peso de la presión. Pero este era el momento, y no podía permitir que nada me distrajera.

Valeria sonrió y me dio un ligero empujón.

-Eso es lo que quería escuchar. A seguir adelante.

El día del partido

El día del partido llegó rápidamente. El estadio estaba lleno, la multitud rugía con energía. Pachuca no iba a dejarnos ganar sin luchar, y su hinchada estaba decidida a hacer oír su presencia. Mientras entrábamos al campo, el sonido del público retumbaba en mis oídos, pero no me dejé afectar. Sabía que estaba allí para hacer mi trabajo.

El entrenador nos dio una última charla motivacional antes de salir al terreno de juego.

-Recuerden, somos un equipo. No hay lugar para el individualismo aquí. Ustedes son las mejores jugadoras del país, y hoy lo van a demostrar. Jueguen como saben, y si lo hacen, nadie podrá detenerlas.

La emoción se apoderó de todas nosotras. Nos alineamos, nos tomamos las manos y nos prometimos a nosotras mismas que este era nuestro momento. El pitido inicial marcó el comienzo de una batalla épica.

El primer tiempo

Desde el comienzo, Pachuca demostró su nivel. Jugadoras rápidas, técnicas y con un control del balón impresionante. Cada jugada era un desafío, pero nos manteníamos firmes. Sabíamos que el partido sería físico y mentalmente agotador, y teníamos que ser inteligentes.

En los primeros 15 minutos, ambos equipos se alternaron el control del balón, pero ninguna de las dos escuadras lograba imponerse por completo. La intensidad era tal que sentí mi corazón latiendo en cada pase, cada recuperación, cada desmarque.

Fue en el minuto 25 cuando, tras una jugada colectiva, Daniela me dio el balón en el borde del área. Vi el espacio, la oportunidad. Sin pensarlo demasiado, disparé. El balón se dirigió con precisión hacia la esquina inferior del arco, y la portera de Pachuca apenas logró rozarlo. Gol. 1-0.

El estadio explotó en vítores, pero sabía que el partido no estaba ganado. Pachuca respondió con rapidez, aumentando la presión sobre nosotras. En el minuto 35, una jugadora rival ejecutó un tiro libre desde fuera del área, que estuvo a punto de colarse en el ángulo superior. Sin embargo, Valentina, nuestra portera, hizo una intervención impresionante que mantuvo el marcador en nuestro favor.

La primera mitad terminó con nosotras arriba 1-0, pero la batalla estaba lejos de terminar. Las piernas comenzaban a pesar, y el calor del estadio no ayudaba.

El segundo tiempo

En el descanso, el entrenador nos animó a mantener la calma y la concentración. Sabíamos que Pachuca no se daría por vencido fácilmente.

El segundo tiempo comenzó, y la presión de Pachuca era inminente. Nos atacaron con todo lo que tenían, pero nuestra defensa se mantuvo sólida. A medida que avanzaba el tiempo, el cansancio era cada vez más evidente en nosotras, pero seguíamos luchando, paso a paso, jugada tras jugada.

El tiempo parecía irse en cámara lenta. A falta de 10 minutos, el árbitro pitó una falta a favor de Pachuca cerca del área. Sentí cómo todo el estadio contenía el aliento mientras la jugadora rival preparaba el tiro libre. Era ahora o nunca.