Habíamos llegado tan lejos. Unos días antes, después de ganar a Monterrey, me sentía como si estuviéramos tocando la gloria con los dedos. Pero el destino, como siempre, tenía un desafío más grande para nosotras. La final estaba aquí, y no podía creer lo cerca que estábamos de cumplir nuestro sueño: ser campeonas. La sensación de estar al borde del título era indescriptible, pero también estaba llena de nervios. Había pasado por tanto para llegar a este punto, y ahora, no podía permitir que nada se interpusiera en el camino.
El día antes de la final
La noche previa al gran día, mientras miraba por la ventana de mi habitación, me invadió una mezcla de emoción y ansiedad. El sonido de la ciudad a lo lejos no me ayudaba a dormir. Sabía que muchas veces el cuerpo y la mente necesitan descanso antes de un partido importante, pero mis pensamientos seguían dando vueltas, repasando cada momento de la temporada, cada partido, cada triunfo y cada derrota. El tiempo había volado, y ahora estábamos a punto de enfrentarnos a nuestro último obstáculo.
Miré mi teléfono, y esta vez sí respondí al mensaje de Kevin. Sabía que la conversación no iba a ser fácil, pero algo dentro de mí me decía que era el momento adecuado.
"Sé que ha sido complicado para ambos, pero me siento feliz de que estés aquí, de que hayas visto lo lejos que hemos llegado. Lo que hemos logrado no se puede negar. Gracias por todo el apoyo."
Él respondió al instante:
"Siempre te apoyaré, Valeria. Estés donde estés. Te deseo lo mejor en este partido. No dudes de lo que eres capaz."
Aunque nuestras palabras no solucionaron todo, algo dentro de mí se sintió aliviado. No importaba lo que pasara después de la final. Esta noche solo pensaba en una cosa: el juego que nos esperaba.
El día del partido
El día de la final amaneció frío, pero con el estadio lleno de una energía palpable. Las calles alrededor del campo estaban colapsadas por los fanáticos, y la emoción era inconfundible. El entrenador nos dio la última charla antes de que saliéramos al campo.
-Chicas, esta es la oportunidad de nuestras vidas. Pero no piensen en el campeonato como un objetivo lejano. Piensen en cada pase, en cada jugada, en cada momento. El campeonato no es solo el resultado final, es lo que hacen ahora. Jueguen con el corazón. Disfruten el juego y recuerden por qué llegaron hasta aquí.
Nos alineamos en el túnel, listas para salir. Las cámaras captaban nuestros rostros, pero todo lo que veía eran las caras decididas de mis compañeras. Sabía que estaba a punto de vivir el partido más importante de mi vida.
El primer tiempo: la lucha feroz
El pitido inicial resonó por todo el estadio. El primer tiempo fue un campo de batalla. El equipo rival, Tigres, no era solo uno de los más competitivos, sino también uno de los más experimentados. Nos presionaron constantemente. Cada jugada se sentía como una lucha por la supervivencia, y no había tiempo para relajarnos ni un segundo. Cada pase, cada despeje, cada carrera parecía crucial.
Recibí varios balones, pero Tigres no nos daba espacio para respirar. Había que pensar rápido, actuar rápido. Me sentí atrapada en una maraña de jugadoras rivales que no me dejaban ni un respiro. Pero entonces recordé las palabras del entrenador: "Jueguen con el corazón". Eso era lo que debía hacer: no dejarme llevar por la presión.
Pude conectar con Daniela una vez más en el minuto 28, logrando un pase filtrado que casi termina en gol. La portera de Tigres logró detener el tiro, pero la jugada me dio una confianza renovada. Si bien no habíamos marcado, estábamos demostrando que sabíamos cómo hacerles frente.
Al final de la primera mitad, el marcador seguía 0-0, pero todas sabíamos que aún quedaba mucho por jugar. El cansancio era evidente, pero la determinación era más fuerte. El pitido final del primer tiempo solo marcó una pausa en el agotamiento, pero nuestras mentes seguían enfocadas en el objetivo: ganar.
El descanso: enfocar las energías
En el vestuario, nos miramos unas a otras, sabiendo que lo que hacíamos no solo afectaba a nuestro futuro, sino al de todo el equipo, al de todas las personas que habían estado con nosotras desde el principio. El entrenador nos dio unas palabras de aliento:
-El primer tiempo fue solo el calentamiento. Tienen la habilidad, tienen el carácter. No se dejen intimidar. Jueguen el partido que saben jugar. Vamos por todo.
Valeria se acercó a mí, y en un susurro me dijo:
-Vamos a hacerlo juntas. Este es nuestro momento.
Lo sentí en mi corazón. Sabía que no estaba sola. El equipo entero estaba unido por un solo propósito. Cuando salimos al campo, nuestra mentalidad era otra. Ya no era solo sobre jugar bien. Ahora era sobre no rendirse, sobre dejarlo todo en el campo.
El segundo tiempo: un gol que lo cambia todo
El segundo tiempo comenzó con una energía renovada. Tigres no aflojó, pero nosotras tampoco. A los 53 minutos, una jugada magistral de Valentina nos dio la oportunidad que necesitábamos. Con una salida rápida, hizo un pase largo a Valeria, quien la devolvió en bandeja para que pudiera avanzar por la banda. Tras un par de regates, me encontró bien posicionada y, sin pensarlo, disparé con todo lo que tenía. El balón voló hacia la esquina inferior derecha y, tras un tenso segundo, cruzó la línea. ¡Gol! 1-0.
El estadio estalló en un rugido ensordecedor. Nos abrazamos entre todas, sabiendo que ese gol podía ser la llave para alcanzar la gloria. Pero Tigres no iba a rendirse tan fácilmente. Sabíamos que teníamos que mantenernos concentradas y luchar hasta el último minuto.
La presión final: mantener la calma
Tigres presionó con todo después del gol. Cada ataque parecía más peligroso que el anterior, y las jugadoras rivales estaban decididas a empatar. Con cada pase que llegaba cerca de nuestra portería, el estadio entero contenía la respiración. Los últimos minutos del partido fueron una batalla sin cuartel. Cada despeje, cada entrada defensiva era más decisiva que nunca.