Lisboa me enseñó que las ciudades, como las personas, guardan luces y sombras en sus esquinas. Esta historia nació de pasear sus cuestas al atardecer, de preguntarme cómo dos almas rotas podrían sanarse entre adoquines y azulejos desgastados.
A todos los que han amado, perdido y vuelto a intentarlo: ojalá encuentren su propia luz entre estas páginas.
— Estefany Nava
P.D.: Los errores son míos; los aciertos, de la ciudad que inspiró cada palabra.