Fadia no podía creer que lo que estaba viviendo fuera real, de un segundo a otro pasó de la oscuridad a la claridad. Estaba feliz de poder dejar atrás su hogar, aunque amaba a su madre, se sentía asfixiada en su presencia.
—Lista para vivir tu primera aventura.
La voz animada de Sofía la hizo sonreír.
—Más que lista.
Desde el día anterior, lo único que hacía era pensar en todo lo que quería hacer en su primera excursión.
El viaje en tren de Milán a Florencia transcurrió sin ningún tipo de incidente. Durante toda la travesía, Fadia no se perdió ni un solo detalle del paisaje; salir de casa para conocer una parte del mundo era completamente refrescante.
«Ojalá lo hubiera hecho antes», se arrepentía de tomar las riendas de su vida justo cuando el tiempo se acababa para ella. «No es momento de pensar en cosas tristes», se reprendió mentalmente cuando Sofía la ayudaba a sacar su maleta del portaequipaje.
―Salgamos rápido de aquí, el auto que Dabir preparó para nosotras nos espera.
Una vez que bajaron del tren, Fadia agarró a su hermana de la mano; estaba feliz de poder vivir su primera aventura en compañía de Sofía.
―¿Qué sucede? ¿Te sientes mal?
Fadia negó con la cabeza; su hermana era demasiado sobreprotectora con ella. De hecho, todos en su familia lo eran. Por su precaria salud, era considerada la flor delicada de los Tekin.
Sofía la miró en busca de una explicación.
―Hermana, gracias por estar a mi lado en mi primer y último viaje. Voy a crear bonitos recuerdos que pueda llevarme al otro mundo; no quiero que cuando me toque partir, las únicas imágenes que vengan a mi cabeza sean las de mi solitaria y silenciosa habitación.
Sus tristes palabras hicieron que Sofía sintiera unas ganas enormes de llorar. Darse cuenta de que su hermana se había resignado a partir de este mundo, la destrozaba por dentro. Dejando de lado su dolor, sostuvo las manos de Fadia y la miró a los ojos.
―No vas a morir, Fadia; los milagros suelen suceder. Aunque veas solo oscuridad a tu alrededor, recuerda que siempre existe una pequeña posibilidad de que lo imposible se vuelva posible.
Al notar que su hermana parecía haberse puesto triste, decidió cambiar de tema. Tenía claro que su partida no iba a ser fácil de aceptar para su familia; sin embargo, era algo que más temprano que tarde iba a suceder. Su carrera contra el reloj había iniciado y las posibilidades de que ella ganara la batalla contra la muerte eran casi nulas.
―Olvidemos que mi vida pende de un hilo y centrémonos en disfrutar de nuestro viaje, ¿te parece bien? ―No deseaba que la sonrisa de su hermana se apagara por su culpa.
Sofía la contempló por largo rato antes de asentir.
―Bien, pongámonos en marcha; tenemos muchos lugares que visitar.
―Estoy impaciente por descubrir los misterios de Florencia ―dijo con una sonrisa genuina en su rostro.
―Tal vez descubras mucho más que sus misterios ―soltó Sofía una vez que estuvieron sentadas una al lado de la otra en el auto.
―¿Qué estás insinuando?
―Florencia, además de todo lo que tiene que ofrecer a sus turistas, también es una ciudad muy romántica; quizás en sus calles llenas de historias puedas vivir un romance de verano.
Fadia la observó con la boca abierta; no podía creer que aquello realmente hubiera salido de los labios de Sofía.
―¿Dónde está mi hermana? ¿Qué hiciste con ella?
Sofía puso los ojos en blanco, no entendía porqué sus palabras sorprendieron tanto a su hermana.
―Hablo en serio, hermanita, si vas a vivir una aventura de verdad, el romance también forma parte de la ecuación.
―¡Te has vuelto loca! ¿Quién se va a fijar en mí?
Por lo visto, el viaje le había hecho olvidar a su hermana, que se estaba muriendo.
―No me he vuelto loca; además, cómo que quién se fijaría en ti. Niña, ¿acaso nunca te has visto en un espejo? Eres hermosísima, hermanita; si lo desearas, podrías tener a cualquier hombre a tus pies.
―Deja de decir esas cosas; si tu novio te escuchara, estoy segura de que no te dejaría salir sola de casa.
―Él sabe que lo amo, por ello confía plenamente en mí.
―Sin duda alguna, mi cuñado es un santo.
―Tonta.
Las hermanas estallaron en carcajadas; ahora que estaba alejada de la constante vigilancia de su madre, Fadia se sentía más ligera.
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Luego de escuchar el reporte del estado financiero del hospital, Smith supo que Hedda estaba detrás de la inyección de capital.
―Ya que el presupuesto de este año para el hospital fue aumentado el doble, no tendremos problemas en continuar estando a la vanguardia de la medicina. Nuestro hospital es el único que tiene la capacidad, para enfrentar los desafíos médicos que afronta en la actualidad el mundo ―declaró con orgullo el jefe financiero.
―Me parece perfecto que pienses en comprar nuevos equipos, pero no olvides que parte de ese dinero, debe ir a la fundación que se encarga de financiar el tratamiento de las personas de escasos recursos. ―Smith era el director y uno de los socios del hospital, por ello siempre tenía la última palabra.