Entre las nubes del adiós

Capítulo 5

Desde el auto, Louise observaba cómo Smith charlaba con aquella extraña. Era la primera vez en años que veía a su tío interesarse por alguien del sexo opuesto. Al fijarse un poco más en la chica, frunció el ceño; aquel rostro le resultaba bastante familiar. Sin perder de vista a la pareja, sacó del bolso su teléfono móvil y buscó la foto que le habían enviado esa mañana. Al ver la fotografía, se quedó de piedra. La chica de la acera y la de la imagen eran la misma persona.

«¡Demonios!», le resultaba difícil de creer que lo que estaba viendo fuera real. Ella no creía en las casualidades, así que ese encuentro tenía que ser obra del destino.

—¿Qué haces? —soltó Fadia cuando pudo volver a hablar.

—Caminar —respondió Smith sin soltarla.

Su respuesta la dejó sin palabras; era evidente que, aunque quisiera razonar con él, no conseguiría nada.

Al verla guardar silencio, Smith sonrió internamente, por lo visto era una chica inteligente.

Los ojos de Louise se abrieron como platos al ver a su tío tomar de la mano a la pálida chica que se encontraba en la acera. ¿Qué demonios estaba sucediendo? No era habitual en él que tuviera ese tipo de comportamiento; por lo general su tío odiaba el contacto con el sexo femenino; sin embargo, en aquella ocasión había sido él quien tomó la iniciativa. Desconcertada, cerró los ojos y los volvió a abrir. Cuando lo hizo, Smith estaba observándola de pie junto a la puerta del auto.

―Veo que al fin perdiste la cordura ―dijo Smith luego de ver su comportamiento extraño.

Louise le mostró los dientes; si se guardaba lo que pensaba, era solo porque era su tío.

―Me estoy muriendo de hambre, así que agradecería que resolvieras tus asuntos cuanto antes.

Fadia se sobresaltó al oírla; no se necesitaba ser demasiado inteligente para saber que ese asunto al que se refería la pareja de Smith era ella.

―No quiero interrumpir su cita. Yo puedo arreglármelas sola ―soltó de una forma bastante ruda.

Una vez que las palabras salieron de su boca, se sintió como una tonta, no se reconocía, estaba molesta y no entendía cuál era el motivo de su descontento.

Smith la miró como si se hubiera vuelto loca mientras Louise ocultó una sonrisa.

―Ya dije que te ayudaría, ahora deja de decir tonterías y sube al auto ―le ordenó.

Le abrió la puerta trasera del carro y la instó a que subiera.

Fadia entró en el auto sin hacer ruido. Estaba tan nerviosa que a duras penas podía respirar; la actitud autoritaria de Smith la tenía congelada, ni siquiera había tenido en cuenta sus deseos. Se compadecía de su mujer; una vez que el pensamiento cruzó su mente, su humor empeoró. No entendía por qué le molestaba tanto que el hombre tuviera una mujer en su vida; era la primera vez que se veían, además, dada su situación, era absurdo pensar que un hombre como Smith se fijaría en una moribunda como ella.

«Las cosas se están poniendo interesantes», pensó Louise al ver la actitud de la pareja.

―Cariño, ¿no piensas presentarme a tu amiga? ―Sus labios se curvaron con una sonrisa burlona. Por la expresión de Smith era obvio que deseaba estrangularla.

En la parte trasera, Fadia se tensó; estar en el mismo auto con la pareja la hacía sentir incómoda. Sabía que solo era un estorbo que estaba arruinando la cita de la feliz parejita.

A través del espejo, Smith pudo apreciar cómo el comentario de su molesta sobrina incomodaba a Fadia. ¡Maldita Louise! Sus jueguitos iban a salirle caro; iba a hacerla trabajar hasta que no pudiera mover la lengua ni ningún otro músculo de su cuerpo.

―Fadia, esta psicópata que ves a mi lado es mi sobrina Louise.

Decidió hacer las presentaciones para acabar con cualquier malentendido que las palabras de Louise hubieran creado.

―Eh, ¿A quién llamas psicópata? ―golpeó su brazo, indignada.

“Sobrina”, la bonita chica no era su novia sino su sobrina; Fadia se sentía como una tonta por haber sacado conclusiones precipitadas. Descubrir que eran parientes fue suficiente para mejorar su estado de ánimo.

―Encantada de conocerte, Fadia. ―Louise se giró, ofreciéndole su mano.

Con timidez, Fadia estrechó su mano.

―El gusto es mío ―expresó con voz suave.

―Vaya, eres muy tierna. ―Louise sospechaba que además de tierna era una buena persona. ―Perdón si soy muy curiosa, pero de dónde se conocen mi tío y tú.

―No tienes por qué responder. ¿A dónde te llevo?

Louise lo fulminó con la mirada; su tío era sin duda un tipo molesto.

―Al restaurante más cercano.

―¿Vas a almorzar? ―preguntó Louise con curiosidad.

―Sí.

―Qué casualidad, nosotros justo vamos a almorzar para celebrar mi cumpleaños. ¿Por qué no te unes a nosotros? Estoy segura de que a mi tío no le importa que nos acompañes, ¿verdad?

Smith permaneció en silencio; sentía curiosidad por escuchar la respuesta de la pequeña gata asustadiza.

―No sé si sea lo correcto.




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