Fadia nunca se había divertido tanto como aquel día. Luego del almuerzo, Louise insistió en que los acompañara al zoológico, aunque al principio Smith se negó rotundamente a realizar un plan que, según él, era infantil; terminó cediendo ante los caprichos de su sobrina. El poder que tenía Louise para lograr que su tío hiciera lo que ella quería era increíble. Fadia sospechaba que, a pesar de las negativas de Smith, el simple hecho de cumplir los deseos de su sobrina lo hacía feliz.
―Y la aventura terminó; hemos traído a la princesa sana y salva a su castillo ―expresó Louise de manera jovial cuando Smith estacionaba el auto frente al hotel donde se hospedaba Fadia.
―¿De dónde sacas tanta basura? Dices cada tontería que estoy empezando a cuestionarme si realmente eres una adulta ―se quejó Smith.
Louise lo observó con ganas de golpearlo, lo que provocó que Fadia quisiera sonreír.
―Eres un viejo demasiado amargado, me sorprende que aún no te hayas envenenado con tu propio veneno. ― Smith pellizcó su brazo como castigo y en respuesta ella le sacó la lengua.
En esa ocasión, Fadia no pudo evitar sonreír. Smith, quien la contemplaba de manera discreta por el espejo, quedó deslumbrado por su sonrisa; cuando los labios de la chica se curvaban, era como ver salir el sol. Fadia poseía una luz capaz de cegar hasta al más ciego. El resplandor que irradiaba de ella lo embargó de calidez.
¡Qué rayos le sucedía! Sin dudas, pasar tanto tiempo en compañía de su sobrina le había fundido el cerebro.
―Tengo que irme, gracias por regalarme un día lleno de diversión.
—Soy yo la que te agradece por acompañarnos; de no ser por ti, me hubiera muerto del aburrimiento al lado de este vejestorio.
Smith apretó los dientes con fuerza; las bromas de Louise le saldrían bien caras.
Fadia fingió toser; Smith se notaba algo tenso.
―Que tengan una buena noche.
―Espera —, Louise la detuvo cuando estaba por salir del auto.
Ella la miró de manera interrogante.
―Sé que apenas nos conocemos, pero me gustaría que intercambiáramos nuestros números de teléfono. Florencia es una ciudad hermosa. Si lo deseas, puedo ser tu guía turística.
Pasar tiempo con Fadia fue bastante agradable, la chica era muy inteligente y para nada pretenciosa, era el tipo de persona que a Louise le caía bien.
―Me parece buena idea ―soltó con entusiasmo.
―Perfecto, ahora puedo llamarte y tú a mí cuando lo desees. ―Louise tenía el presentimiento de que llegarían a ser muy buenas amigas; no por nada tenían la misma edad.
Fadia sonrió ampliamente; estaba feliz de haber hecho una amiga en su viaje.
―Ahora sí, me voy, maneja con cuidado ―dijo antes de salir del auto.
Smith se quedó de piedra; la gatita acababa de hablarle como si fuera un adolescente que estaba aprendiendo a conducir.
―Ya la escuchaste, tío, conduce con cuidado ―replicó las palabras de Fadia.
Ignorándola por completo, Smith puso el auto en marcha.
―Sabes, hoy sí que me sorprendiste.
El comentario de Louise captó la atención de Smith; se preguntaba con qué tonterías saldría ahora su sobrina.
―No recuerdo haber hecho nada realmente sorprendente el día de hoy.
―Pues yo pienso lo contrario: que ayudarás a Fadia y que permitieras que nos acompañara fue algo realmente sorprendente; por lo general odias al sexo opuesto. Sin embargo, no parecías para nada incómodo en su compañía.
―¿Qué tonterías estás diciendo? Tú eres una mujer y además me llevo muy bien con las mujeres de mis amigos.
―No es lo mismo y tú sabes muy bien a lo que me refiero.
Ella no estaba ciega, en varias ocasiones lo sorprendió contemplando a Fadia; incluso vio cómo sus labios se curvaban con una sonrisa cuando Fadia gritó como una niña al ver a un tigre de bengala.
―Sin duda, ahora sí que perdiste la razón.
―Di lo que quieras, pero yo sé muy bien lo que vi; esa chica captó tu atención; no obstante, te niegas a aceptarlo.
―Tu imaginación es única. ―Giró el auto de manera abrupta, ocasionando que Louise se golpeara.
Sin poderlo evitar, Louise lanzó un improperio.
―¡Qué demonios! ¿Por qué cambiaste de camino?
―Necesitas trabajar para componer tu mente.
―¡Qué! ―exclamó; su día de libertad acababa de ser arruinado.
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Al entrar a su habitación, lo primero que hizo Fadia fue llamar a su hermana; al no obtener respuesta de su parte, marcó el número de su hermano mayor. Dabir respondió al segundo timbrazo como si hubiera estado esperando su llamada.
―Hola, preciosa, ¿cómo la estás pasando?
―Hermano, estoy feliz de haber venido a Florencia, hoy he conseguido mis primeros amigos… ―Le contó con lujos de detalle toda su aventura y Dabir la escuchó sin interrumpirla.