Entre las nubes del adiós

Capítulo 9

Fadia contemplaba a Smith con admiración, ante sus ojos era el hombre perfecto. En la otra vida le gustaría tener a su lado a un hombre como él. Smith poseía una seguridad que ella desearía tener: el poder que irradiaba de él la hacía sentir celosa. A su lado, ella se sentía pequeña, estaba segura de que si Smith estuviera en su lugar, no se hubiera encerrado en su habitación esperando que la muerte llegara por él.

—¿Por cuánto tiempo más planeas seguir observándome? —La interrogó Smith al notar que sus ojos seguían puestos en su rostro.

Apenada, agachó la mirada.

—Lo siento —dijo sin atreverse a mirarlo. Era una tonta por ser tan descuidada.

—¿Deseas algo más o ya estás satisfecha? —Al ver sus mejillas sonrojadas, decidió cambiar de tema.

Agradecida por su consideración, Fadia volvió a mirarlo.

—Mi apetito ya fue saciado, si cómo algo más me temo que mi vientre terminará reventando.

—Me complace haber sido de ayuda —comentó antes de llamar al camarero.

Como todo un caballero, Smith se encargó de pagar la cuenta; charlar con Fadia mientras desayunaban fue una buena terapia para mejorar su oscuro estado de ánimo. A pesar de su frágil aspecto, la chica tenía una mente aguda; conversar con ella no era para nada aburrido. Su manera de ver la vida tenía cautivado a Smith. En toda su existencia no había conocido a una chica tan madura como ella.

―Gracias por el desayuno; la próxima vez, si me lo permites, me gustaría invitarte a mí.

―Es acaso una sugerencia para que nos volvamos a ver ―bromeó.

―Tal vez ―dijo armándose de valor.

Entre más tiempo pasaba con Smith, su enamoramiento por él aumentaba. Tenía que ser sincera con ella misma; aunque lo que estaba sintiendo la asustaba, no quería retroceder. Su tiempo era limitado y ella había jurado vivirlo al máximo.

Su respuesta sorprendió a Smith; no había esperado que la gatita asustadiza fuera tan osada.

―Debo hacerte una sugerencia, gatita: por tu bien, no inicies un juego en el que podrías salir quemada.

Aunque Fadia le resultaba una chica interesante, él jamás se fijaría en ella como mujer; su corazón y su lealtad ya tenían dueña. Gemma era y siempre sería el amor de su vida.

―No le tengo miedo al fuego, Smith; llevo años siendo consumida por sus llamas ―declaró mirándolo a los ojos.

Ya no se escondería ni permitiría que sus miedos la dominaran; por primera vez en su vida sería ella quien tomara la iniciativa; no deseaba irse de este mundo llena de arrepentimientos. Decidida, se puso en pie; era ahora o nunca.

―Smith, ¿quieres ser mi romance de verano? ―le propuso con una seguridad que estaba lejos de sentir.

Mientras esperaba su respuesta, se sujetó con fuerza al respaldo de la silla; si la rechazaba, no lo volvería a ver. Sería difícil para ella mirarlo a los ojos después de proponerle algo tan descabellado.

El ceño de Smith se frunció; le estaba costando asimilar lo que estaba sucediendo.

―Tú, realmente acabas de pedirme que tengamos una aventura —expresó con incredulidad.

A lo largo de los años, muchas mujeres habían coqueteado con él, pero ninguna había sido tan directa como Fadia. ¿Quién demonios era esa chica? Detrás de su apariencia de gata asustadiza se escondía una mujer completamente diferente.

―Sí ―, ya estaba hecho, así que no pensaba dar marcha atrás.

Recobrando el control, Smith se acercó a ella y la sujetó de los hombros. Fadia se mantuvo inmóvil, curiosa por descubrir cuál sería su siguiente movimiento.

―Si esto es un juego, te sugiero que te detengas, porque no soy un manso conejito. ―Sus ojos brillaron como los de un depredador que está por cazar a su presa.

―Nunca en mi vida he hablado tan en serio: me gustas, Smith, tu aura peligrosa me atrae, no me importa ser devorada por ti. ―Después de todo, ella no tenía nada que perder.

Si moría en brazos de Smith, qué importaba; al fin de cuentas, su vida ya tenía fecha de caducidad.

―Tú…

Fadia cubrió su boca silenciándolo.

―Si me vas a rechazar, solo dilo, así podré buscar a otro hombre que ocupe tu lugar.

Un músculo palpitó en la mejilla de Smith; las palabras de la gatita acababan de cabrearlo. Cómo se atrevía Fadia a siquiera pensar en dejar que un extraño la tocara. ¿Acaso no tenía miedo de cruzarse con algún psicópata?

―Si quieres calentar mi cama, quién soy yo para negarme; sin embargo, tienes que saber que solo mantendremos una relación carnal, los sentimientos no formarán parte de la ecuación. Si estás dispuesta a aceptar mis condiciones, solo dilo.

―Antes de darte mi respuesta quiero saber algo, ¿tu corazón ya tiene dueña?

Smith tardó en responder, pero cuando lo hizo, su respuesta fue un sí.

―Perfecto, entonces no tendré que preocuparme de que te encariñes conmigo.

Saber que Smith tenía una persona especial en su vida le dolió; no obstante, se alegraba por él. Una vez que desapareciera de su vida, no tendría que preocuparse porque la extrañara.




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