Entre las nubes del adiós

Capítulo 10

La emoción con la que Fadia admiraba la escultura del David de Miguel Ángel llamó la atención de Smith; estaba tan absorta en la estatua que se había olvidado por completo de él. Su manera de apreciar las cosas que el mundo le ofrecía lo tenía fascinado; era como una niña que exploraba el mundo por primera vez. Pasar tiempo con ella le estaba haciendo ver el mundo y la vida de manera diferente.

―¿Qué tiene de especial la escultura?

La penetrante voz de Smith sacó su mente de la nebulosa en la que se encontraba; ver la majestuosa escultura la hizo transportarse al pasado.

―Eso depende de los ojos que la admiren.

Su respuesta lo intrigó; deseaba conocer un poco más la manera que tenía su cerebro de pensar.

―Podrías ser más específica.

―Los seres humanos no vemos el mundo de la misma manera; lo que para ti puede ser difícil de soportar, yo lo puedo ver como una nimiedad. El encanto de esta obra varía dependiendo de los ojos que la admiren. Si la apreciaras de la misma forma en la que yo lo hago, entonces tendrías frente a ti la representación de la libertad y la fortaleza. David no esconde nada, se liberó de todos sus tormentos y ataduras, alcanzando con ello la paz. Esta figura desnuda, para mí, es la representación de la aceptación de las cosas buenas y malas que la vida tiene para ofrecerte.

Las palabras de Fadia tuvieron un efecto inesperado en él; de alguna manera ahora veía la escultura como algo más que un montón de mármol. Mientras la estatua representaba la libertad, él era la viva representación de la esclavitud; una vez que el pensamiento atravesó su mente, la amargura lo invadió. La pequeña gatita estaba sacudiendo su mundo y eso no le gustaba.

―Supongo que tú estás buscando esa paz que trae la felicidad.

Fadia desvió la mirada de la estatua y la posó en él.

―La paz la alcancé cuando acepté mi destino; ahora estoy en busca de encontrar la manera de decir adiós, sin que suene como una despedida.

No mentía, tardó en aceptar su destino, pero cuando lo hizo su espíritu quedó en paz; el tiempo la ayudó a entender que existían batallas que eran mejor no librar.

Smith dio un paso hacia ella y la agarró de la barbilla; sospechaba que sus palabras tenían un significado oculto.

―¿Por qué siento que hablas como si tu tiempo fuera limitado?

―No le prestes mucha atención a mis palabras, solo hablé de manera metafórica ―sonrió; no deseaba que Smith descubriera que se estaba muriendo.

Tenía que tener cuidado con lo que decía; Smith era un hombre inteligente y un descuido suyo podría llevarlo a descubrir el secreto que guardaba.

―Entonces me equivoqué en mi interpretación.

―Hum ―asintió.

Aunque deseaba apartar la mirada para huir de sus penetrantes ojos, se contuvo; si lo hacía, estaba segura de que Smith empezaría a sospechar que le estaba escondiendo algo.

«Estás mintiendo, puedo ver en tus ojos que algo me ocultas», aunque Fadia aparentaba que todo estaba bien, en su mirada podía ver un vacío que la estaba devorando.

―Tienes unos ojos muy bonitos, y las pecas que adornan tu rostro también son lindas.

Llena de vergüenza, intentó cubrirse el rostro, pero Smith se lo impidió.

―No te escondas de mí, me gusta apreciar tu hermoso rostro ―susurró cerca de su oído.

Su cálido aliento le puso la piel de gallina; tenerlo tan cerca la ponía bastante nerviosa.

―Smith, ¿eres tú?

Fadia se separó de inmediato de él, poniendo algo de distancia entre ambos; estaba agradecida por la intervención de la recién llegada. Si hubieran continuado por más tiempo cerca, estaba segura de que hubiera terminado desmayándose. Su frágil corazón no estaba preparado para soportar tanta emoción.

«En qué estaba pensando cuando le propuse que fuéramos amantes», reflexionó mientras esperaba que su corazón se tranquilizara.

―Giulia ―expresó Smith con tranquilidad.

―¡Oh cielo, si eres tú! Cuánto tiempo sin vernos; me alegro de haber venido hoy a este lugar.

Emocionada, se acercó a él y lo besó en ambas mejillas.

―Creía que estabas en Estados Unidos ―dijo, separándose de ella. El fuerte olor de su perfume lo estaba asfixiando.

―Hace dos semanas que regresé; estoy planeando solicitar empleo en tu hospital.

La idea de trabajar bajo el mismo techo no le agradaba mucho a Smith; aunque Giulia era una excelente médico, tenía un pequeño problema y era que estaba enamorada de él.

―No piensas desearme suerte ―agregó al ver que Smith permanecía callado.

―No creo que la necesites; eres una notable profesional.

―Lo sé; no obstante, formar parte de la plantilla del hospital no es tarea fácil ―se acercó a él y acarició su brazo de manera descarada.

Fadia, quien observaba la escena, no pudo evitar toser para captar la atención de la pareja. Su boca se impregnó con un sabor amargo; no le sentó para nada bien ser testigo de cómo la mujer manoseaba a Smith.




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