Entre las nubes del adiós

Capítulo 14

Fadia corría con desesperación para no ser absorbida por la profunda oscuridad que la perseguía; el espeso bosque en el que se encontraba parecía querer devorarla. Cuando al fin los rayos de la luna que brillaba en lo alto del cielo iluminaron su camino, pudo salir del terrorífico bosque. Descalza, siguió el sendero hasta el acantilado; a lo lejos podía escuchar el aullido de los lobos, las bestias aullaban como si estuvieran despidiéndose de ella. Una ráfaga de viento la golpeó, revolviendo su cabello y ondeando su largo vestido blanco. Con cada paso que daba sentía que se acercaba a su libertad; solo un paso más y todo habría terminado.

―Fadia.

Ese era su nombre, la voz masculina penetró en su mente, despertando en ella sentimientos que hacían estremecer todo su ser. Se detuvo, no entendía el motivo por el cual esa voz la afectaba tanto. Con lentitud se giró; quería ver a quién le pertenecía esa voz que le resultaba tan familiar.

―Ven conmigo. ―El hombre le ofreció su mano.

Sin dejar de mirarlo, Fadia dio un paso atrás. Por alguna razón que no comprendía, el solo hecho de ver su rostro le provocaba un profundo dolor en su corazón.

―No lo hagas, confía en mí, yo puedo ayudarte, solo toma mi mano.

Fadia siguió retrocediendo; por más que su alma le gritara que lo siguiera, su corazón le susurraba que no lo hiciera.

―Nadie puede ayudarme ―declaró antes de lanzarse al vacío.

―¡No…!―gritó el hombre como una bestia herida antes de lanzarse tras ella.

Fadia despertó jadeando y bañada en sudor; aún podía escuchar en su cabeza el grito desgarrador del hombre de sus sueños. Con manos temblorosas encendió la lámpara de la mesilla de noche. Necesitaba un poco de agua para tranquilizarse; era la primera vez que tenía un sueño tan vivido.

«¿Quién era ese hombre?» Se sirvió un vaso de agua y se lo bebió. El frío líquido calmó el fuego que ardía en su interior. Cuando el nombre de Smith se dibujó en su mente, lo bloqueó; ella no deseaba ni siquiera pensar en él. Por su culpa había cambiado de hotel y de número de teléfono; no deseaba que su camino y el de ese hombre volvieran a encontrarse. Viviría sus últimos días tal y como los había planeado; se olvidaría de Smith y de esa tonta idea de tener un romance de verano. Con ese pensamiento en mente, salió de la cama y se dirigió al balcón; necesitaba tomar un poco de aire fresco.

Una vez que llegó al balcón, se aferró a las barandas con fuerza. El leve trayecto la había dejado sin aliento.

―Parece que estás ansiosa por arrebatarme la vida ―dijo entre jadeos, refiriéndose a la parca.

Desde lo sucedido en la galería de la academia, su salud se había deteriorado en un ochenta por ciento; no solo caminar se le dificultaba, salir de la cama y tareas tan insignificantes como hablar también la agotaban.

―No creo que me quede mucho tiempo ―murmuró mientras miraba el horizonte.

Lo sentía por su familia, pero su partida era lo mejor para todos. Estaba cansada de luchar por su vida; ya no tenía fuerzas para seguir en pie. Dentro de un par de horas viviría la que podría ser su última aventura. Ya todo estaba preparado; Luc tenía instrucciones precisas de lo que debía hacer si su salud se agravaba.

—Espero que en mi próxima vida seas más amable conmigo —susurró mirando al cielo.

********

La cabeza de Smith le daba vueltas; llevaba un mes tratando de encontrar a Fadia y no lo había conseguido. Su gatita no solo había abandonado el hotel en que se hospedaba, sino que también cambió su número telefónico. Por sus acciones era evidente que deseaba borrarlo de su vida. No conocer el paradero de Fadia lo estaba volviendo loco; anhelaba verla con desesperación, el no saber si estaba bien o si lo odiaba le estaba quemando el alma. En tan solo dos días, Fadia logró cautivarlo. Gracias a ella su existencia estaba teniendo un nuevo sentido.

―¿Dónde estás, gatita?

Cada vez que cerraba sus ojos, la imagen de Fadia perdiendo el conocimiento, le venía a la mente, atormentándolo. La salud de su gatita no parecía estar en óptimas condiciones, lo que lo hacía temer por su vida.

Un toque en la puerta lo sacó de sus reflexiones; por un segundo se había olvidado de que seguía en el hospital.

―Adelante.

Al ver a Louise no pudo evitar suspirar; no estaba de humor para aguantar ninguna de sus tonterías.

―Así que es verdad que sigues aquí, ¿acaso no piensas regresar a tu casa? ―su tío llevaba más de una semana sin abandonar el hospital.

―Si solo has venido por eso, puedes marcharte; no deseo hablar con nadie y eso te incluye a ti.

Al ver su rostro cansado, el ceño de Louise se frunció; si su tío continuaba sin descansar, terminaría colapsando por exceso de trabajo.

―¿Qué te sucede, tío? Llevas varios días comportándote de manera extraña.

Smith permaneció en silencio, lo que la hizo suponer que no le diría nada. Penetrar el caparazón que su tío había colocado a su alrededor no era fácil de lograr.

―Estoy desesperado, Louise —dijo casi en un susurro.

Louise lo miró como si lo estuviera viendo por primera vez; su tío se estaba abriendo con ella, no lo podía creer.




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