Entre los Brazos del Lobo

Capítulo II

La mirada del joven príncipe se dirigió a su oponente, la espada en sus manos se sintió ligera. La guardó en su funda y ayudó a su oponente a ponerse de pie, este le agradeció y se fue a la enfermería con una mano en la nariz que le estaba sangrando.

—A veces eres demasiado rudo—su hermano mayor y el rey, le reprochó. Dominik miró a su hermano mayor y se encogió de hombros.

—Ellos me retan a un duelo y yo no les negaría nunca la oportunidad de ser vencidos por el príncipe—André soltó una carcajada y miró a su hermano menor.

—Deberías de bajarle a tu ego hermano—André palmeó su espalda y después se dirigió hacia su mujer, Dominik apretó sus puños y suspiro. Él pensaba que no tenía el ego tan alto pero luego se equivocaba, al no tener a su propia mujer lo llevaba a querer ser superior a otras cosas tales como la lucha. Después de que cumplió los 18 y todavía no encontraba a su mujer, sus esperanzas cayeron cuando cumplió sus 24 años.

A su alrededor, los guerreros luchaban entre sí para demostrar quién era el mejor. Se dio media vuelta y deseo no haberlo hecho, su hermano mayor estaba besando a su mujer. Sentía demasiados celos por aquello, el también deseaba ser feliz.

Nadie quería retarlo después de la primera batalla que tenían con el príncipe y ya no había nadie a quien desafiar, camino hacia el castillo con la mirada en el suelo. El deseaba encontrar a su mujer este año, para poder amar y ser amado por alguien.








 

Arleth esperó pacientemente a la señorita Duchamp. Después de la lección de ayer, sus pies habían quedado adoloridos y le tuvo envidia a su mejor amiga por faltar a esa lección. Sus compañeras estaban un poco nerviosas por saber cuál era la lección que tocaría ese día, la señorita Duchamp entró con una sonrisa.

—Jovencitas—todas se acomodaron en su lugar asignado—. El día de hoy les daré clases sobre cómo ser agradables a los hombres.

La señorita Duchamp les explico algunas cosas:

1- Nunca contradecirles.

2- Si ellos te piden algo nunca le lleves la contraria, sino se enfadaran.

3- Siempre complacerlos.

Les explico demasiadas cosas que Arleth no pudo memorizar, pero la que más le llamo fue la de aprender a luchar si ellos quieren.

Eso no lo había entendido, ¿luchar? Esa palabra nunca la había escuchado en su corta vida, al terminar la lección. Todas salieron preguntando demasiadas cosas, tenían dos horas de descanso y Arleth no dudo en correr hacia su cuarto para contarle a Naomi lo ocurrido.

Al llegar a su habitación lo primero que vio fue a Naomi dormida en la cama, se acercó a la cama y movió lentamente a Naomi para despertarla. Ella hizo un ruido con la boca y abrió los ojos, se trató de sentar pero hizo una mueca. Arleth le dijo que se acostara.

—La señorita Duchamp nos dio una larga lista sobre cómo tratar a los hombres—Naomi sonrió.

—Eso suena aburrido.

—Estuvo un poco aburrido, pero hablo sobre algo de luchar. ¿Sabes qué significa?—Naomi negó con la cabeza, el ojo de Naomi estaba más hinchado que ayer.

Arleth se caminó al baño y una vez ahí dentro buscó una pomada para ponérsela en el ojo a Naomi.

—¿Qué haces Arleth?—ella no respondió simplemente caminó hacia su mejor amiga y le enseño la pomada, Naomi hizo una mueca.

Arleth le aplico con mucho cuidado la pomada a Naomi, esta simplemente hacia muecas pero no se quejaba. Al terminar de aplicársela puso la pomada en la mesita de noche y después se fue a acostar a su cama.

—¿Crees que nos elegirán como compañeras?—Arleth le preguntó a su mejor amiga pero Naomi no le contestó, ella también se había preguntado cómo sería el hombre que la eligiera.

—No sé, pero de seguro será un buen hombre.


 

El timbre sonó anunciando otra hora de clases, Arleth se levantó de su cama y se puso sus zapatos para ir a su salón correspondiente.

—Cuando acabe todo me dices que ocurrió—Arleth asintió y salió de su cuarto, sus compañeras estaban caminando hacia el salón donde la señorita Duchamp las había citado. Una de sus compañeras hizo una seña indicándole a Arleth que se acercara, ella confundida caminó hacia ellas.

—¿Cómo sigue Naomi?—Arleth miró a su compañera, Marlyn. No era secreto que nadie la soportaba, era demasiado presumida para su edad y demasiado segura de que conseguiría ser compañera de la familia real.

—Ella está bien—Marlyn la miró y le sonrió.

—Si ella no se recupera para el grandioso día, ninguno de los hombres la elegirán por el simple hecho de estar fea—Arleth apretó sus puños cuando Marlyn se rió de su mejor amiga. Naomi simplemente le hubiera dado un puñetazo en la nariz pero Arleth se consideraba más débil.




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