Entre los Brazos del Lobo

Capítulo VIII

—¡No puedes hacer lo que se te de la maldita gana!—la voz de André se escuchó por todo el lugar— ¡Te vuelvo a repetirá que, él quien manda aquí soy yo!—esta vez su voz salió en forma de gruñido y varios guardias retrocedieron. André se acercó furioso a su primo Alonso, que tenía una sonrisa burlona en su cara.

—Cálmate André—Dominik tomó el brazo de su hermano mayor.

—¡Maldita sea! Debe pagar por lo que hizo—Dominik intentó parar a su hermano mayor, pero no pudo lograrlo. Y sin esperarlo, le soltó un puñetazo en la cara a su primo. Toda la sala quedo en silencio, André se quedó como piedra. Se había dejado llevar por sus impulsos, se alejó de su primo y retrocedió unos cuantos pasos para ver como la nariz del hombre sangraba.

—¿Qué rayos te pasa?—su primo siseo y se acercó a él cautelosamente—. No tenías por qué golpearme—André trataba de regularizar su respiración, pero su enojo lo estaba segando y eso no estaba bien. Carlos se interpuso entre los dos con el ceño fruncido.

—Te vas a casa Alonso—el menor frunció el ceño y abrió la boca para replicar la orden de su hermano, pero esté lo interrumpió antes de que pudiera formular una palabra—. No te estoy preguntando nada Alonso, te estoy diciendo que te vas a ir. No quiero ninguna palabra de tu parte, me tienes harto de tus actos inmaduros.

Alonso miró a su hermano mayor y sin decir ni una palabra, dio media vuelta y salió de la habitación donde todos se encontraban. Cuando salió del cuarto, Carlos miró a André e ladeo la cabeza con un suspiro.

—Perdón por este acontecimiento André, te prometo que no volverá a suceder—André hizo un ligero movimiento de cabeza y Carlo salió también de la sala. El último que quedaba ahí era su pequeño primo, que les sonrió nerviosamente.

—Nos vemos mañana—y en un abrir y cerrar de ojos, salió corriendo de la habitación.

—¿Qué fue eso André?

Su hermano mayor lo ignoró y salió de la habitación dejándolo solo, soltó un suspiro y miró a los cuatro guardias que se hallaban ahí.

—Pueden ir a tomar un descanso—los cuatro asintieron con la cabeza y se fueron, Dominik se sentó en el único sofá que se encontraba allí, y hecho su cabeza para atrás. Todo esto era muy complicado, Dominik deseaba poder romper las reglas e ir a reclamar a su compañera, pero no podía y si lo hacía probablemente su padre mataría primero a su compañera y luego a él.

**

Ahora faltaban menos días para que Dominik pudiera por fin tener a su compañera entre sus brazos. Era el 26 de abril y ya iba la mitad del día, y él no había salido del cuarto que se le había asignado. Prefería estar en su propio mundo que atender asuntos de gobierno con su hermano mayor.

—Príncipe Dominik—el recién nombrado miró hacia la puerta de su habitación y un beta se encontraba viéndolo fijamente—, su hermano mayor solicita su presencia en la casa principal. Dice que es urgente—Dominik asintió con la cabeza y suspiró. Salió de su cuarto con el guardia detrás.

Puso su mano en su cintura sintiendo la empuñadura de su espada, algo no andaba bien.

—¿Y porque razón me está citando mi hermano?—miró de reojo al guardia y este se mostraba impasible.

—Solamente se me dieron ordenes de llevarlo con su hermano—Dominik asintió con la cabeza y miró hacia el frente, sabía que ese beta no lo había mandado su hermano. Ahora que lo pensaba, siempre iba su hermano por el en cualquier situación.

Agarró más fuerte la empuñadura y escucho un sonido detrás de él, alarmándolo. Sin pensarlo dos veces, desenfundo su espada y se puso en posición en guardia. El beta había sido rápido al sacar su espada que la tenía en posición vertical, Dominik lo analizó rápidamente y se dio cuenta en sus puntos ciegos. Su costado derecho estaba descubierto, así que, supo donde atacar en primer instante. Sostenía la espada de manera tensa, y supo que sería fácil desarmarlo.

—¿Quién te mando?—Dominik soltó en un gruñido, su contrincante hizo un sonido de algún felino y supo que era del pueblo de Carlos y Alonso. Maldijo en voz baja.

El primer golpe llegó y Dominik lo retuvo con facilidad, retrocedió unos pasos y lanzo una estocada sin que se lo esperara el beta. El choque de las espadas sonaba por todo el pasillo, una y otra estocada iba y venían. Cuando las espadas chocaban, el único que retrocedía era el beta que cada vez más lo iba acorralando a la pared. Dominik hizo una finta con su espada y por fin pudo desarmar a su oponente. Su espada se puso a lado del cuello del beta apenas tocando su piel.

—Ahora si responde, ¿Quién te mando?—el beta soltó una risa sarcástica y lo miró directamente a los ojos, presiono la espada en su cuello provocando que un pequeño hilo de sangra cayera. Unos gritos se escucharon a sus espaldas y Dominik abrió mucho sus ojos.




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