Luz era un pueblo pequeño en la provincia de Buenos Aires, conocido por las creencias de los lugareños de estar maldito. Según se decía, era un pueblo en donde solían desaparecer niños y niñas, de los cuales nunca se los había vuelto a ver. Jamás se encontraban pistas, cuerpos o cualquier indicio que les diera un cierre a sus padres.
Las desapariciones se registraban en un antiguo libro que tenía cerca de cien años. Pero todos sabían que las desapariciones databan desde hacía más tiempo. Habían sido varios los investigadores que habían visitado Luz con el fin de encontrar alguno de los niños perdidos, pero nadie había logrado hallar una sola pista. Ni siquiera en la actualidad, con la tecnología a su disposición.
Los niños se iban por cuenta propia, aunque muchos afirmaban haberlos visto caminando de la mano con una mujer de largos cabellos negros. Sin embargo, Luz no era un pueblo conocido por sus cámaras de seguridad, puesto que los robos y hurtos eran casi nulos.
Algunas de las personas que querían tener familia escapaban del pueblo apenas descubrían que esperaban un bebé. Otras, las más escépticas, decidían quedarse y exponer a sus hijos a ser los próximos desaparecidos. Los ancianos solían resguardarse en la diminuta capilla que había sobre la plaza principal; allí, solían pedirle a Dios que quitara la maldición de aquellas tierras. Algunas personas recurrían a otro tipo de ayudas espirituales para poder encontrar a sus familiares perdidos. La única vidente que habitaba el pueblo era una mujer de casi cien años. Su piel estaba tan arrugada que los jóvenes de la zona la apodaban la señora pasa. Su veracidad siempre había sido cuestionada porque nunca había dado detalles acerca del paradero de los niños, por lo tanto la población creía que el título de vidente solo era una fachada para llamar la atención y solamente quienes estaban realmente desesperados, se atrevían a visitar su hogar en busca de pistas.
Una mañana apareció en el pueblo un hombre que decía conocer la leyenda de Luz y que quería encontrar a los niños desaparecidos. Los pueblerinos lo contemplaron sin darle mucha importancia. No era el primero ni sería el último en viajar a Luz con aires de grandeza.
El día que el hombre salió en la búsqueda de los niños, la vidente dijo que sería él quien encontrara a todos los niños perdidos de Luz y los devolvería a casa.
Nadie le creyó.
El hombre se ausentó por varias semanas. Al cabo de un mes, todos los ciudadanos de Luz creyeron que había huido porque no había sido capaz de encontrar ninguna pista, ningún niño. Los adultos lo comenzaron a llamar fraude, y los adolescentes inventaron historias sobre él. Los concejales lo nombraron persona no grata en el pueblo de Luz por haber jugado con las esperanzas y emociones de todos los presentes.
Sin embargo, había una persona que sabía la verdad respecto al hombre.
Una tarde de primavera, la vidente contemplaba la calle con los ojos achinados. El calor del sol era agradable y no había ni una sola nube en los cielos.
De repente, los vio. El hombre caminaba en dirección al pueblo con una hilera de niños de diferentes edades, tamaños y formas. Algunas niñas llevaban los cabellos trenzados y largos vestidos de telas claras; otras vestían pantalones con remeras de colores. Un grupo de niños caminaba con pequeños sombreros de cuero, mientras que otros llevaban jeans y camisas a cuadros.
El grupo de chicos parecía contento; seguían al hombre, quien cantaba una canción que la vidente no pudo oír.
Cuando pasaron frente a su casa, la vidente intentó contar la cantidad de niños y niñas que seguían al hombre. Pero eran tantos y ella era tan vieja, que perdió la cuenta en cuanto llegó a la decena.
Doblaron en la primera esquina y ella pudo contemplar cómo uno a uno los niños fueron desapareciendo de su rango de visión.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado. Pero cuando el último niño dobló en la esquina, ya era de noche.
Desde ese día, ningún otro niño volvió a desaparecer en Luz y nunca más se volvió a saber de aquel extraño que quedará en la historia de Luz como un fraude más.