Entre Tinieblas y Anhelos

Capítulo 2

Las clases por fin habían culminado y ahora me encontraba recogiendo mis cosas, cuando de pronto, sin previo aviso, siento unos dedos que se deslizan desde mi cuello por toda mi espalda de manera sutil, haciendo que se me erice la piel.

—¿Se puede saber que estás haciendo? —pregunté sonrojado.

—Nada en particular, solo que me gusta ver tu expresión ante situaciones como esta —respondió, esbozando una sonrisa.

—Eres un tarado.

Sergio carcajeó unos segundos y luego empezó a recoger sus cosas también. Una vez listos, salimos del salón y empezamos a caminar por los pasillos.

En el trayecto se escuchó el estallido de cristales rompiéndose, seguido de voces de personas quienes vociferaban, culpándose el uno al otro. Esto hizo que me quedara estático en el lugar y mi mente evocara ciertas imágenes de mi pasado.

Sin poder evitarlo, mi cuerpo empezó a temblar ligeramente y mi vista a nublarse. Sin embargo, antes de que sumerja por completo en estas sensaciones, Sergio me abrazó y colocó mi rostro sobre su hombro.

—Todo está bien, tranquilízate, no hay nada que pueda lastimarte aquí. Yo no dejaré que nada ni nadie te haga daño —susurró en mi oído con calma y seguridad.

Las palabras de Sergio se abrieron paso en mi ofuscada mente, logrando que poco a poco lograra calmarme.

Aun cuando Sergio desconocía lo que guardaba muy dentro de mí, él podía intuir que era algo grave, pero nunca me preguntó. Al parecer, prefirió esperar pacientemente que llegue el día en que sea yo quien se lo cuente por iniciativa propia.

—Estoy bien, vámonos —dije, intentando ignorar lo sucedido.

—¿Seguro? ¿No quieres ir a la enfermería? —expresó con preocupación.

—Dije que estoy bien —le di un ligero golpe en el estómago, aunque terminó doliéndome a mí, por la dureza de sus abdominales.

—¡Ouch! eso duele... ¿por qué fue eso? —se quejó.

—Por nada en particular —respondí con sarcasmo y retomé mi caminar.

«¡Sí, claro!», me quejé internamente. «Tienes una maldita pared de concreto en tu abdomen».

—Estos actos no van con esa cara de bebé que tienes eh, ¡espérame! —salió corriendo tras de mí.

—Jajaja... ¿es así? —me burlé y Sergio, al verme, sonrió.

Ambos fuimos hasta la entrada de la universidad, mientras conversábamos de banalidades.

—Por cierto, dado que mañana no tendremos clases, ¿qué te parece si vamos a una fiesta? —sugirió.

—No. Prefiero quedarme en casa. No me interesan las fiestas —respondí con determinación.

—Aburrido. Dices eso porque no conoces la diversión de las fiestas —bufó—, pero no preocupes, aquí el gran Sergio te ayudará —agregó con una enorme sonrisa y ojos brillantes.

El que tuviera tales pensamientos al inicio del semestre, me preocupaba un poco.

—No…

—¡Ah! Recordé que sacaron un nuevo postre en la cafetería a la que vamos siempre. ¿Te apetece ir?

Definitivamente me acababa de interrumpir para no escuchar mi negativa, no obstante, al escuchar que sacaron un nuevo postre en mi cafetería favorita hizo que no pensara en nada más.

—Claro. Vamos —respondí, mientras me encaminaba presuroso en dirección a la cafetería.

—Alex, ¡espérame! —exclamó riendo, mientras apresuraba su paso.

Luego de una corta caminata, habíamos llegado a mi cafetería favorita. "Delics", su nombre era bastante peculiar, pero sus postres eran los mejores que había probado.

Tras hacer el pedido, Sergio y yo nos sentamos y luego de esperar unos minutos nos trajeron los pedidos. Sergio había pedido una limonada y yo una soda para acompañar.

Mientras comíamos, empezamos a charlar sobre cómo nos habían ido las vacaciones y qué habíamos hecho. Sergio, como siempre, se dedicó a hacer ejercicio; eso explicaba su apariencia más tonificada, sus músculos resaltaban más que el semestre pasado.

Si ya de por sí, hacía enloquecer a las chicas. Con su altura de 1.80, piel ligeramente bronceada, cabello marrón oscuro y ojos cafés, junto a un rostro de facciones varoniles muy pulcras. Ahora que estaba más tonificado, sería aún más llamativo. Parece que entrenó con mayor intensidad con ese propósito.

El tiempo entre burlas y risas se prolongó y ya empezaba a oscurecer.

—Ya es muy tarde, tengo que irme —dije al percatarme de la hora.

«Debo regresar rápido para preparar la cena».

—Tienes razón, vamos, te llevaré a tu casa y luego iré a la mía. Tengo a mi bebé en el parqueadero de la universidad —sugirió con una sonrisa.

Me parecía gracioso que llamara bebé a su motocicleta, supongo que era debido al alto aprecio que le tiene a la adquisición que logró obtener producto de su propio esfuerzo.

Si bien la posición económica de Sergio no era alta, sus padres se ofrecieron a comprársela siempre y cuando sus notas subieran en todas las materias, algo que sinceramente consideró, al igual que yo, imposible de lograr.




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