Entre Tinieblas y Anhelos

Cápitulo 11

Había terminado de ducharme y ahora me encontraba eligiendo el atuendo adecuado para ir a la fiesta con Sergio. A comparación de hace unas semanas en el que mi closet estaba casi vacío y con prendas viejas y/o desgastadas, tenía ahora una gran variedad de outfits. La gran mayoría elegidas por Diego y es que fue gracias a él que nuestro padre “aceptó” comprarme todo esto.

Si bien estaba agradecido, una parte de mí se sentía dolido, puesto que papá no lo compró porque haya querido, sino que tuvo que hacerlo para disipar la desconfianza de Diego. De cualquier manera, no cambiaría nada el que me pusiera así ahora. Debía elegir algo rápido, dado que Sergio no tardaría en llegar. Eran las 8:20 p.m. así que ya debe estar terminando de alistarse.

Ante mi indecisión y la gran variedad de ropa que tenía delante, seleccioné algo casual. En esta ocasión la fiesta a la que me llevará Sergio se realizará en la casa de su amigo, por lo cual no es necesario vestir exageradamente. Cuando había terminado de vestirme, oí el crujido de la puerta, seguido de ello vi a Diego ingresar a mi habitación.

—H-hola, hermano. La puerta estaba abierta, quería preguntarte si… —se quedó unos segundos viéndome—. ¿Vas a salir? —preguntó curioso.

—No, claro que no. Estaba poniéndome algo bonito para dormir —bromeé, lo que hizo que Diego hiciera una mueca—. Dah, si, voy a salir.

—Parece que mi hermano aprendió a ser sarcástico —ironizó, haciendo una mueca de sorpresa exagerado.

—Eres un tonto —respondí sonriendo, mientras enfocaba mi atención a los pasadores de mis zapatillas.

—¿Cómo puedes llamar tonto a tu hermano pequeño? Eso es malo —inquirió, para luego carcajear un poco—. Creí que no te gustaban las fiestas. Mucho menos un martes. Sabes que hay clases mañana, ¿verdad?

—Lo sé, no estoy tan perdido como tú —me burlé mientras me levantaba y me miraba en el espejo—. Mi amigo me invitó y no pude negarme. Dar un cambio de aire de vez en cuando es bueno —expliqué.

—Te ves lindo —halagó—. Por amigo… ¿te refieres al tipo aquel de la cafetería? —preguntó, desviando sus ojos a un lado evocando sus recuerdos.

—Gracias por el cumplido. Aunque “lindo” no es específicamente lo que quisiera oír y si… Sergio no debería tardar en llegar.

—Pero te ves lindo hermano. Muy bonito y —se calló al ver mi rostro serio y tras un carraspeo prosiguió—. Quería ver una película antes de dormir. Mi clase de mañana se suspendió así que quise desvelarme. Supongo que iré a ver a Gaby para no aburrirme.

Al parecer no le gustaba quedarse solo en casa. Nuestro padre mencionó que hoy no regresaría y solo estábamos los dos.

—Es una buena opción. Sólo asegúrate de no volver muy tarde.

—Vale, ¿quieres que te lleve al lugar donde se reunirán?

Cuando iba a responderle que no era necesario, mi teléfono empezó a emitir el sonido de una llamada entrante y al mirar la pantalla vi el nombre de Sergio, seguido de ello escuché el ruido del motor de su motocicleta fuera de la casa.

—No es necesario, ya llegó mi movilidad —bromeé y tomé mi billetera de la cama.

Salí de la habitación y bajé las escaleras con calma. Diego me seguía por detrás. Tras abrir la puerta, vi a Sergio estacionado frente a mi casa, sosteniendo el casco con su mano izquierda y su teléfono en la derecha.

Al verme esbozó una sonrisa, la cual desapareció inmediatamente al ver a Diego detrás de mí.

Las expresiones de ambos estaban muy serias, al punto de estar lo suficientemente tensas como para pensar que se agarrarían a golpes en cualquier momento.

—Hola, llegaste rápido. Apenas había terminado de vestirme —dije en un intento de cortar la tensión del ambiente.

Sergio cortó el contacto visual con Diego y su mirada se centró en mí, volviendo a su aspecto habitual.

—Si, no hubo casi nada de tráfico —respondió mientras me pasaba un casco—. Por cierto, te ves muy bien, cualquier diría que sales a conquistar hoy —bromeó y empezó a reír.

—Eso solo haces tú —respondí con burla.

Tomé el casco que me había ofrecido y tras colocármelo, me senté detrás de Sergio. Al fijar mi mirada en Diego, quien estaba en la entrada de la casa, pude darme cuenta de que estaba con una expresión seria y algo enojada. Cuando nuestras miradas se cruzaron, caminó hacia nosotros.

—Espero que cuides mejor a mi hermano en esta ocasión y que la situación pasada no se repita esta vez. Si algo similar vuelve a ocurrir, te haré responsable y tendrás que asumir las consecuencias —expresó con seriedad y mirada oscura hacia Sergio.

No recuerdo haberle contado nada sobre el problema de aquella vez, pero supongo que se habrá hecho una idea aproximada al verme regresar en ese estado.

Sergio mantuvo el contacto visual con Diego y sentí cuando su cuerpo se tensó ante lo que acababa de decir.

—¿Es eso una advertencia? —inquirió Sergio con voz oscura. Aquel tono de voz hizo que mi cuerpo se crispara.

—No, no es una advertencia —respondió Diego, mirándome un instante antes de volver a enfocar su mirada en Sergio—. Es una amenaza.




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