Enzo Vitale

|Capítulo 19|

Marie Harrison

¿Cómo terminé en esta situación absurda? Tiempo atrás, vivía con serenidad; una vida monótona, sí, pero tranquila al fin de cuentas. Ahora estoy aquí, reunida para pelear por mi propio hijo, por culpa del egoísmo de un hombre que nunca lo quiso. Ese mismo hombre que nos lanza miradas de odio tanto a mí como a Luna, quien ni siquiera se inmuta.

—Quiero darles la bienvenida a esta sesión de mediación. Mi nombre es Leonardo y seré el mediador —se presenta con un tono neutro—. Estoy aquí para facilitar este proceso. Antes que nada, quiero asegurarles que mi papel es el de un facilitador imparcial. Mi objetivo es ayudarlos a explorar sus preocupaciones y necesidades de forma constructiva, para que juntos podamos encontrar una solución aceptable para ambos.

—Me gustaría escucharlo, señor Clark. ¿Podría compartir con nosotros por qué decidió iniciar este proceso legal y cuáles son sus principales preocupaciones en relación con la situación?

—Sí, por supuesto. Mi principal preocupación es el bienestar de mi hijo. No solo he observado que Marie no lo cuida adecuadamente, sino que además lo dejaba en una guardería que, según mis investigaciones, tiene un historial de negligencia. Eso me preocupa profundamente y no puedo permitir que mi hijo siga expuesto a ese entorno.

—Solicitamos la custodia total del menor Matteo Harrison. Su padre puede ofrecerle un ambiente más favorable para su desarrollo —interviene su abogado.

Este miserable habla con tanta falsa preocupación que me recuerda por qué caí como una estúpida. Ha convertido su discurso en el de un “padre preocupado”.

—¿Podrían llegar a un acuerdo mutuo de custodia compartida? —cuestiona con seriedad el mediador.

Antes de que pudiera decir algo, Luna toma la palabra.

—La señora Vitale no compartirá la custodia con un sustractor de menores que abusa de sus recursos para regodearse en la impunidad.

—Yo menos compartiré la custodia. Y menos con ella…

—Tampoco quiero compartir nada contigo. De hecho, ni siquiera deberíamos estar aquí —respondo con irritación. Luna toca con delicadeza mi mano; en sus ojos, me pide serenidad.

Dereck rueda los ojos. Yo me cruzo de brazos. La mediación continúa y, como era de esperarse, no se llega a ningún acuerdo. Luna me indica que la espere afuera.

Salgo cabizbaja de esa mediación.

Afuera, resoplo con impotencia.

—¿Te rindes?

—¿No debería rendirse el otro?

Mi mirada se fija en su brazo enyesado. Bien merecido lo tiene.

—Te noto muy segura de que vas a ganar —ríe con burla—. Si fuera tú, dejaría de perder el tiempo. Déjame decirte un secreto: vas a perder. Tener de tu lado a Vitale no te servirá de nada, sirvienta tonta.

Muerdo mi labio.

—Lo dice quien se esconde tras las faldas de su madre.

—Cuida tu boca al hablar de ella. Por tu culpa está metida en un problema legal.

—¿Perdón? Si esa señora está envuelta en problemas, es por su propia causa. ¿Quién se cree para andar por la vida amenazando?

—Alguien mejor que tú. Esto te va a salir caro. A mi madre no le gustó salir esposada como una delincuente, ni tener un expediente abierto. Todo es tu culpa.

Suelto una risa seca, carente de humor.

—Justo eso es lo que ella es: una delincuente. Aunque se vista con trajes caros, no puede ocultar el olor a corrupción.

—Mira, Marie…

—¿Qué haces cerca de mi esposa? —La voz, cargada de posesividad, me remueve por dentro. La figura de Enzo con mi hijo en brazos me llena de seguridad. Su presencia disipa cualquier rastro de estrés provocado por Dereck. A él lo quiero lejos. Kilómetros lejos. O mejor, que se olvide de mi existencia.

Enzo me rodea la cintura con delicadeza. Dereck retrocede.

—Hola, esposa —me saluda con un beso en la frente que me agita el estómago de forma agradable—. ¿Qué estás haciendo cerca de Marie?

—Ni quisiera estar cerca de... ella —Dereck dirige una mirada a Matteo; sus ojos no reflejan nada.

—Lárgate —espeta Enzo, tenso. Mi ex rueda los ojos justo cuando Luna y su abogado salen del edificio. Mi abogada aparece con una expresión extrañamente tranquila, considerando lo absurdo y complejo de este proceso, y la necia insistencia de Dereck en quedarse con mi hijo. Él me lanza una última mirada y se retira con su abogado.

Luna le hace una seña a Enzo. Él se disculpa y me entrega a Matteo. Se apartan a una esquina, y por lo poco que logro distinguir, están hablando en italiano. Empiezo a arrullar a mi hijo, como si eso pudiera disipar el desconcierto que siento.

—Hola, mi cielo —le beso las mejillas una y otra vez.

Matt balbucea con una sonrisa. Su carita feliz me embriaga de ternura. Deslizo la mano hasta sus pies para hacerle cosquillas, pero me detengo al notar una hinchazón. Con cuidado, le retiro las medias con dibujos de dinosaurios. Al observar con detenimiento, sus pies y tobillos parecen dos globos suaves y pálidos. Arrugo el ceño; una punzada de temor me atraviesa el pecho. Algo no está bien. Mi corazón se acelera. Quiero mantener la calma, pero la inquietud me sobrepasa.




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