Enzo Vitale
1:42 AM
No logro dormir. Mi mente se niega a apagarse, todo por el rechazo de Marie. El pasar de las horas aumentaba el mal sabor del rechazo. Ella tiene derecho a negarse a salir. Es irracional este dolor que solo crece con más saña. Parece que el tiempo se burla de mí.
Pero mi corazón duele. La espina del rechazo aún está fresca. Su voz, suave, fue también cruel con mis sentimientos. Todo se enlaza con mi pasado. Es inevitable compararlo con lo que ocurrió hoy.
No es gran cosa, ¿verdad? Iba a ser una simple cena.
No sería una simple cena.
Se burla mi subconsciente.
Vuelta tras vuelta en la cama, solo crecía la desesperación.
Mis labios picaban de ansias de saber por qué.
Ojalá estuviera aquí, justo aquí, esa pequeña rubia. No en otra habitación. Ansío que respiremos el mismo aire, compartiendo espacio en mi cama, sin espacio para la timidez.
Ese lado de la cama nunca se sintió tan vacío. Hasta hoy.
Su presencia era un remedio a mi soledad. Su cercanía derriba cada muro impuesto en mi alma. Su sola sonrisa arreglaba mi día con una facilidad extraordinaria. Olvidaba el desamor que me acompañaba cuando el silencio llenaba el espacio donde estuviera.
¿Hasta cuándo?
¿Cuándo cerrarán las heridas de mi corazón?
¿Será por eso que me rechaza?
Ayuda. Necesito ayuda profesional. Renuncié a ella hace tiempo. No tanto por Marie. Aún no. Por mí. Necesito reparar las grietas que habitan en mí. Si deseaba conquistar su noble corazón, era un deber cerrar mis etapas destructivas. Ella no tenía por qué secar lágrimas de un viejo amor. Curar una herida que dejó otra. Ni reparar el corazón que no rompió. No tenía que cargar con el recuerdo de alguien más en su relación. No lo justo para ella.
Merecía un amor a segunda vista que se saboreara como el primero.
Mañana retomaré mis terapias. Un terapeuta.
Y también haré algo más: no voy a rendirme. Aunque esto sea un “contrato” para salvar a ese pequeño que vive en mi corazón, quiero conquistarla de verdad. Por todas las de la ley. Hacerla sentir la reina del universo por solo existir será mi misión.
Por primera vez deseo que me elijan.
Quiero quedarme con alguien.
Resopló, pasando una mano por mi rostro cansado: "Bajaré a la cocina por un té". Puede que me ayude a conciliar el sueño. Salgo con pasos mudos. Así evito despertar a Marie o su hijo. Pero justo cuando pasó por la puerta cerrada de su habitación. Me detengo por un llanto lastimero. Mi instinto de preocupación me hace entrar sin tocar. Es poco prudente de mi parte; no importa ser el dueño del lugar. Privacidad es privacidad. Pero ahora mi preocupación saboteada la parte respetuosa.
Marie en pijama. Con su ondulado cabello desalborotado. Lágrimas vivas bañan su rostro sonrojado.
Es la imagen de presentación que visualizo.
Mi corazón se paraliza al ver su estado.
—¿Qué sucede? —¿Qué tiene Matteo? —pregunto sin alterarme, pero fallo. En cada sílaba se filtra la desesperación por la escena que deseo sea una pesadilla.
—E-Enzo —se acerca temblorosa—. M-Matt no… no para de llorar. N-No es hambre, hace rato le cambié su pañal. T-Tampoco está lastimado. Ayúdame… por favor.
Guío sumamente a mi esposa hasta sentarla en la cama.
—Calma —limpio sus lágrimas, acaricio su cabeza para transmitirle serenidad—. Dámelo, quédate ahí, no te muevas.
Tomo con cuidado a su pequeño, rojo del llanto.
Matteo se retorcía en mis brazos con un llanto que no era solo un ruido: lloraba con la boca abierta, sin tomar aire.
Su pequeño rostro, enrojecido, se movía frenético de lado a lado. Sus manos buscaban desesperadamente algo que agarrar, como si quisiera aferrarse al mundo.
Su dolor raspaba con dureza mi pecho. Mis ojos se llenaron de lágrimas que ni siquiera alcancé a rodar.
Respiro hondo.
Inclino la cabeza cerca de su mejilla. Revisto mi voz de suavidad; sin pensarlo demasiado, canto en mi idioma natal. Murmuro una canción de cuna que solía cantarme mi madre.
—Ninna, nanna, corri piano, piccolo sogno nel tuo mano —susurro mientras lo arrullo.
Matt continuaba con su alarido. No era mi hijo, pero mi corazón estaba apretado al verlo así. Me duele verlo sufrir. Quizás era lo menos adecuado, pero esta canción solía tener un efecto calmante. El llanto perdió fuerza a medida que pasaba las estrofas de la canción. Mis hombros empezaban a aflojarse. Al parecer, yo también necesitaba calma.
—Le stelle cantano per te, piccolo cuore, dormi e fè (fede).
Los recuerdos de mi madre abrazándome contra ella cuando me escondía debajo de la mesa para no oír los truenos me dan fuerza para buscar anestesiar la molestia de Matteo.
Todavía lloraba. Sus dedos seguían apretados. Entre cada sollozo aparecía una pausa escasa. Pero ya no se resolvía con la misma fuerza del inicio. La intensidad del llanto baja a medida que pasan las letras. Marie se llevó las manos al pecho; nos miraba con los ojos muy abiertos.
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Editado: 08.11.2025