Eres mi papá.

Capítulo VIII

Katherine está todavía en su cama dormida cuando, de forma insistente, comienza a sonar el timbre de la puerta. Aún medio dormida, mira su despertador que está próximo a marcar las siete de la mañana.

—¿Quién tendrá la grandiosa idea de llamar a la puerta a esta hora? Pareciera  que hay un incendio —protesta para sí misma mientras  se coloca una bata sobre su camisón y sale de la habitación—. Ya vaaa —grita sin ocultar su desagrado—. Solo espero que la insistencia valga la pena.

—Holaaa —dice Erick con alegría una vez se abre la puerta—. Llegó por quien llorabas —dijo jalando una gran maleta.

—Pero te caíste  de la cama, dijiste que llegabas hoy, no imaginé  que tan temprano —protestó  ella sonriente.

—Lo importante es que ya estoy aquí,  ahora hagamos un café  y cuéntame  qué pasó  con mi traviesa —se invitó  él,   camino a la cocina llevando consigo a la muy adormilada mujer.

—Bueno como ya sabes interpuse una petición  para la custodia como le prometí a Daphne pero ayer apareció el papá  biológico de la pequeña —contaba Katherine mientras le relataba todo lo sucedido a su amigo recién llegado.

—Me he quedado piedra con lo que cuentas, este mundo es un pañuelo, mira que ser él,  precisamente, el patrocinador para la remodelación —exclamaba muy sorprendido Erick mientras servía el café humeante para los dos.

—Por lo que vi, lleva tiempo colaborando en el orfanato porque pude percibir que todos lo conocían —agregó Katherine entre sorbo y sorbo de café.

—Yo siempre le insistí a Daphne para que lo buscara y le contara, pero ella tan terca nunca quiso —aseguró Erick convencido—.  Aún  cuando ella supo de su propia madre que ambos habían sido víctimas  de un complot de sus padres.

»Ellos se encargaron de que Matthew no llegara, nunca solicitaron servicio para el transporte para el novio, aunque en su momento dijeron que todo estaba coordinado. Cuando habían pasado treinta minutos de la hora acordada, le comentaron a Daphne que no iban a permitir que quedara como la novia plantada que iban a ver que hacían. Ella estaba destrozada porque no sabía de él. Su teléfono se había apagado y el número no se lo sabía, por lo que no podía ni llamarlo. 

»Mis padres andaban jodiendo con que no sentaba cabeza, entonces le dije a Daphne de que sus padres buscaran a un extraño mejor que se casaba conmigo. Cuando ella quisiera, nos divorciábamos. Y eso hicimos, ella, en su desesperación, aceptó creyendo que él la había abandonado.

»A los padres de ella no les gustó que fuera yo, pues ya tenían al «esposo perfecto» según  ellos, un viejo feo pero podrido en dinero. Luego de eso decidimos por un tiempo a fingir que éramos pareja, aunque cuando ella supo que estaba embarazada dijo que no era justo para mí  y sin que nadie lo supiera en pocos días  anulamos el matrimonio.

»Ahí los padres de ella no le permitieron regresar a su casa, y ella se fue a vivir a un cuartucho. Luego le diste empleo y el resto de la historia la conoces —relató  Erick lo que había sucedido.

—No me extraña, para lo único que la llamaban era para pedirle dinero. Nunca han visto ni a su nieta —afirmó Katherine sin ocultar su repulsión  hacia los padres de su amiga.

—Cuando las cosas se pusieron difíciles y se fue contigo a tu casa para rentar la de ella, ellos la llamaron pidiéndole dinero. Daphne  les comentó  que lo de la casa apenas le alcanzaba para el tratamiento, ellos admitieron que si no hubieran intervenido el día  de la boda hoy ella sería la esposa de un millonario. Que no podían entender como Matthew había  pasado de camionero a ser uno de los empresarios de más  renombre en el país. En una rabieta la madre le contó todo —relató  Erick todos los detalles a su amiga.

—Entonces ambos fueron víctimas  de esos viejos. ¡No lo puedo creer! Que gente tan despreciable, por eso ella ni los mencionaba —afirmó Katherine sorprendida ante lo que escuchaba.

—Un día  estábamos viendo Daphne y yo, la televisión y salió él en una de las noticias de farándula con modelo. Le dije  que debía  contarle que tenía una hija y que él era el padre de Lia. Me dijo que no, que con qué  cara lo veía  a los ojos, que no tenía  ni fuerzas para enfrentarlo —siguió relatando Erick—. Esa noche hizo una carta y me pidió  que se la entregara cuando ella ya no estuviera. Ese es uno de los motivos de mi viaje. Pensé  que me costaría  llegar a él,  pero en la vida todo es cuando tiene que ser.

—¿Entonces sí es su hija? Esa noche Lialy los escuchó  porque coincide con lo que ella relata —dijo la arquitecta incrédula—. Yo le dije que no le permitiría acercarse a mi niña. Tenía  entendido que la dejó  plantada a mi amiga. Ahora resulta que fue tan víctima como ella.

—Lo que sí no sé es qué ocurrió. ¿Por qué él nunca la buscó? —afirmó  Erick pasando su mano por la cabeza—. A este rompecabezas le faltan piezas todavía.

—¿Y la carta? ¿Sabes qué dice? —preguntó Katherine curiosa.

—No, no tengo ni idea, me la entregó  en sobre cerrado y así continúa —aseguró Erick—. Ahora  debemos entregarla  a su destinatario, no quiero que la buena de Daphne  me jale los pies en la noche.

—Ella era tan buena que nunca haría nada como eso —dijo Katherine—. Aunque coincido contigo en que debemos de entregarla. Llamaré  a la Sor Soraya para que se encargue de hacerlo ir al orfanato y allá  se la das, zona neutral.




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