Lialy se encontraba con Nora, otra de las niñas del orfanato, cerca de la entrada. Ambas tenían aproximadamente la misma edad. La primera estaba por cumplir sus cinco años y la segunda los había cumplido hace unos meses.
Jugaban con sendas muñecas y se les veía muy entretenidas. De pronto, Nora fija su atención en el pórtico de rejas de la casa hogar.
—Lia, regreso ahora —dijo la pequeña a su compañera.
—¿Dónde vas? ¿Puedo il contigo? —le preguntó Lia.
—No, espérame, regreso rápido y te cuento —respondió la chiquilla y corrió al interior de la casona.
No demoró mucho tiempo cuando la trabajadora social cruzó la puerta de entrada de la institución.
—Hola, preciosa, ¿por qué estás tan solita aquí?
—Hola, Nola vine pala acá, entló un momento —dijo Lialy con una sonrisa encantadora—. Los niños glandes están en la escuela. ¿Puedo hacel una plegunta?
—Dime hermosa, qué quieres saber —respondió la mujer, agachándose para quedar al nivel de la pequeña.
—Como usted me tlajo y quielo saber si sabes cuando me puedo il con mi papá —cuestionó la niña con total inocencia.
—Aún no sé, pero cuando me digan prometo venir a contarte —respondió la mujer sorprendida por cuestionamiento de la menor—. Ahora necesito ver a sor Soraya, ¿la has visto?
—Hace un lato estaba en la sala de juego oldenando todo —dijo mientras vestía su muñeca.
—Gracias, pequeña —agregó la mujer mientras caminaba por el pasillo.
Al llegar a la sala de juegos encontró a la religiosa saliendo de ella.
—Buenos días, Carmen. Hoy viniste temprano —saludó la monja al verla.
—Buenos días, sor Soraya, vine a traerte unos expedientes para completarlos y a traerte dos notificaciones judiciales —expuso la mujer mostrando el portafolios que traía.
—Mejor vamos a mi oficina, no quiero que los pequeños nos escuchen —propuso sor Soraya.
—Es mejor, vayamos —coincidió la trabajadora social con lo que le planteaba la mujer mayor—. Las mañanas son más tranquilas aquí.
—Sí, casi todos están en la escuela y eso nos permite adelantar las tareas. Cuando ellos están es más difícil —aseguró la mujer ya instalándose en la oficina—. Ahora solo están aquí Nora y Lialy Nora estaba malita del estómago y no asistió hoy y estamos esperando que llegue la autorización para matricular a Lia.
—La vi en la entrada jugando, esa niña tiene suerte. Tantos niños esperan adopción y ella tiene tres expedientes que son los que te traigo: El de la tía, que está pendiente por lo de situación económica; el del el padre, con su reconocimiento de paternidad, que la tiene difícil con su desorganizada vida amorosa; y ahora, los abuelos maternos que quieren hacerse cargo de su nieta. De los tres, estos últimos tienen más posibilidades —expuso la mujer.
—La verdad me alegro por esa pequeña, es muy buena y ha tenido que enfrentar la pérdida de su madre y la adaptación aquí —explicó la religiosa sin imaginar que su conversación estaba siendo escuchada por un tercer par de oídos—. A los abuelos no los conozco. Katherine Arismendi es una joven de buen corazón, desde la primera vez que vino se alarmó con el estado constructivo de la edificación y me dijo que si conseguía financiamiento ella se encargaba de todo, es arquitecta.
Matthew Smith, sabes que salió aquí, que él es uno de mis niños y a pesar de que es un próspero empresario nunca se ha desentendido de nosotros y año tras años siempre nos ha apoyado.
—Yo lo sé, pero también sabes que no puedo intervenir, que es decisión del juez. A mí me corresponde llenar los expedientes y dar mi criterio con respecto al un ambiente familiar determinando, y si el medio es adecuado para el menor —dijo la trabajadora social con seriedad, extendiéndole dos sobres a mujer que tenía enfrente.
—¿Esta son las notificaciones judiciales? —preguntó sor Soraya.
—Sí, es la autorización para que Lialy vaya con sus abuelos el fin de semana, yo controlaré esta visita y veré la interacción con la menor —explicó la mujer—. Ellos llevan años fuera del país y regresaron para hacerse cargo de su nieta tras el fallecimiento de su hija. No han tenido mucho acercamiento, las relaciones con su hija no eran buenas y aun así, quieren hacerse cargo de la pequeña.
»La otra es para que se practiquen los análisis de ADN, el abogado de Matthew tiene la suya. Ahí consta la hora y el lugar para realizarla. Yo llevaré a la niña.
—Que Dios permita que se tome la mejor decisión para ella —expresó sor Soraya mientras agarraba su crucifijo.
—Dios nos dé sabiduría para hacer la mejor elección —repuso la trabajadora social mientras se ponía de pie y agarraba su portafolio—. En tres días vengo por los expedientes, ya conocen el procedimiento. Nos vemos.
—Ve con Dios, hija mía, tendré todo listo. —Las mujeres salieron juntas de la oficina rumbo a la entrada.
Una vez la habitación quedó vacía, detrás de un archivo comenzó a moverse la cortina. De inmediato la pequeña figura de Nora se mostró y salió corriendo del lugar hasta llegar hasta donde estaba su compañera de juego.