Eran cerca de las diez de la mañana cuando Erick y Katherine llegaron al orfanato. Franquearon la entrada sin mayores contratiempos, ya que el portero conocía a la arquitecta por sus tantas visitas al lugar. Ambos saludaron con cortesía y fueron a buscar a sor Soraya.
Al llegar al recibidor, fueron saludados por sor Gladys, quien ordenaba la estancia, quien los llevó hasta donde estaba sor Soraya.
—Buenos días —saludó Katherine con amabilidad—. Le presento a Erick, el amigo de la infancia de Daphne a quien ella le dejó una carta para Matthew.
—Buenos días, hijos míos, bienvenidos, es un placer conocerlo, joven —respondió la religiosa—. Confío que al escucharte, Matthew pueda saber qué ocurrió y ya viva en paz.
—Me preocupa la reacción de él cuando me vea y estoy seguro de que no querrá escucharme. Siempre fue un poco reactivo y obstinado —agregó Erick—. Al final, los responsables de todo lo ocurrido fueron los padres de Daphne, yo solo estoy aquí como portador de su carta y conocedor de su sufrimiento.
—De Matthew me encargo yo, ya quiero que esta historia se desenrede —afirmó la religiosa con voz pausada—. Ahora cuéntenme lo sucedido antes de que él llegue, así sabré cómo manejarlo.
—Todo estaba listo el día de la boda y yo llevaría a Daphne en mi auto hasta el lugar de la ceremonia civil donde la esperaban sus padres… —Comenzó su relato Erick sin omitir ningún detalle, dejando claro que todo fue un plan de los padres de Daphne—. Ahora estoy aquí para cumplir la voluntad de mi amiga y entregarle esta carta a Matthew —dijo agitando en sobre ante la vista de los demás, ni yo mismo sé lo que dice.
Justo cuando Erick terminaba su relato de la entrada el custodio llamó a Sor Soraya anunciando la llegada de Matthew.
—Ustedes dos me esperan aquí yo hablaré primero con él, lo conozco desde pequeño y me escucha —aseguró la religiosa mientras se ponía de pie y salía de su oficina.
A paso lento salió de la oficina encontrando en la entrada a Matthew y a José.
—Buenos días, madre, sucedió algo para que me llamaras con tanta prisa, ¿Lia está bien? —dijo el hombre atropellando las palabras.
—Sigues siendo un atragantado, tan viejo y no respiras —lo regañó la mujer para que tomara calma—. Con la pequeña todo está bien, hay dos personas que vinieron a verte y traen algo para ti.
—Es que como me llamó con tanta urgencia y usted no hace eso a menos que sea algo importante —alegó Matthew mientras se pasaba la mano por el cabello.
—Es fundamental, sobre todo para ti, a ver si enderezas tu vida, que vas por mal camino— lo continuó regañando la mujer mayor—. Vas a entrar a mi oficina sin golpear a nadie, te sentarás y te dispondrás a escuchar sin rechistar. Los tiempos de Dios son perfectos —se giró hacia José—. Y tú vas a entrar con nosotros, y si este no hace lo que le he dicho, te lo encargo. Tú sabrás cómo pararlo. —Matthew y José se miraron extrañados por las palabras de la mujer, intuyendo que la persona que estaba dentro no sería del agrado de Matthew.
—Madre yo sabré comportarme —prometió Matthew—. Escucharé sin interrumpir.
Con esta promesa los tres tomaron el pasillo hasta llegar a la oficina. La mujer agarró el picaporte y se volteó hacia los dos hombres, mirando seriamente a Matthew.
—Recuerda tu promesa —le dijo a modo de advertencia—. Los que están adentro no son los villanos de tu historia, recuérdalo. —El hombre asintió, la mujer abrió la puerta y entraron después de ella.
Matthew una vez en el interior de la oficina se quedó mirando a los presentes hasta que reconoció a Erick.
—¿Tú…? —dijo mientras cerraba sus puños con fuerza y todo sus músculos se tencionaban.
—¡Matthew! —Lo cortó Soraya en un tono que era indicativo de regaño. Él levantó sus manos en señal de paz, abrió el botón de un elegante saco italiano y se sentó frente a los presentes.
—Ahorrémonos los protocolos innecesario y digan qué cosa tan importante quieren hablar conmigo —dictaminó con una voz fuerte y varonil, aunque totalmente inexpresiva.
—Me parece bien —afirmó Katherine mirándolo a los ojos. Mattew le sostuvo la mirada, no estaba dispuesto a dejarse intimidar por esta mujer aunque tuviera los ojos negros más hipnóticos que hubiera visto nunca—, comencemos.
—¿Cómo hacemos? ¿Te cuento lo que ocurrió o lees la carta que Daphne escribió para ti justo antes de partir? —preguntó Erick enseñando el sobre y mirando a Matthew.
—¿Una carta de Daphne para mí? —cuestionó Matthew sin creer lo que escuchaba extendiendo su mano para agarrar el sobre.
—De su puño y letra, no tengo idea qué dice, quizás prefieras leerla y si aún necesitas aclarar algo podemos hablarlo después o te cuento lo que sucedió y luego la lees —Matthew tomó la carta.
—Di lo que tengas decir, la carta prefiero leerla a solas —acotó Matthew pidiéndole, mejor dicho exigiéndole a Erick que hablara.
—Yo siempre le insistí a Daphne para que te buscara y te contara, pero ella tan terca nunca quiso —aseguró Erick convencido—. Aún cuando ella supo de su propia madre que ambos habían sido víctimas de un complot de sus padres.