El auto, cuando menos lo espero, se detiene a un paso de distancia de donde estoy parada.
Mi corazón, está latiendo frenéticamente, como si quisiera salirse de mi pecho para correr a refugiarse en un lugar más seguro, porque tal parece que yo no lo soy. Mis piernas se convierten en gelatina, ya que, del susto, deciden que no resisten más y mi trasero termina por tocar el asfalto. Mis ojos, por un momento se llenan de lágrimas, ya que creí que moriría, y porque es demasiado por asimilar lo casi sucedido. Tal vez parece una exageración, pero por Dios, casi soy atropellada.
Cuando la puerta del auto se abre, de él sale, nada más y nada menos que el hombre con el que me topé en el aeropuerto. Al principio me quedo asombrada por verlo de nuevo, ya que no creí que me lo volvería a topar.
Después de recuperar mi corazón y mi conciencia, lo que siento ya no es temor, sino que ahora es reemplazado por ira, ira pura y absoluta.
Se acerca a paso apresurado a mí y me mira con preocupación. ¡Sí, idiota, casi me atropellas!
—¿Estás bien, lindura?
¡Este tipo está completamente ciego! ¿Que a acaso no se dio cuenta que casi me mata? ¿Para qué se supone que tiene esos bellísimos ojos pegados a su cara si no los utiliza para nada?
—Casi me matas, idiota. ¿Cómo crees que me encuentro después del susto que acabas de darme? — Mis manos inconscientemente se vuelven puños. Ganas no me faltan de estrellarlos en esa hermosa cara que tiene. Me levanto por mí misma y me pongo a la par de él. ¡Vaya, el tipo sí que es alto! — ¡¿Acaso no puedes fijarte por una vez en tu vida por dónde vas para poder evitar el daño a las personas?! ¡Creí que iba a morir! — Por un momento mi voz se quiebra, pero carraspeo para poder recuperar su normalidad—. Espero que te quiten tu permiso de conducir—digo como toda la chica madura que soy, pero bueno, estoy muy molesta y en parte asustada también. Me doy la media vuelta y dejo al idiota parado. Comienzo a caminar lejos de él, pero recuerdo que me falta una última cosa por decirle así que me vuelvo una vez más y le apunto con mi dedo índice desde donde estoy. —Ah, y otra cosa. ¡Deja de decirme lindura!
Cuando mi pecho se siente liberado por todo lo que dije, prosigo con mi camino. Pero no llego muy lejos ya que siento una mano que me toma del brazo y me da la vuelta.
—Oye ¿en verdad estás bien? Siento mucho lo que pasó, en serio, y admito que venía distraído y no prestaba atención. —Su ceño está fruncido totalmente y sus profundos ojos azules me miran con verdadera preocupación—. Por favor, déjame llevarte a un hospital para que puedan revisarte, así me quedaré más a gusto.
Su mirada escarba en mis ojos. Como si estuviera tratando de ver por sí mismo si me encuentro bien.
—Por favor.
Termino de rendirme ante su penetrante mirada, ya que sé que por más que discuta con él no lograré nada, así que tomando un profundo suspiro le respondo.
—Está bien.
En cuanto salen esas palabras de mi boca, sin perder tiempo, toma mi pequeña mano entre la suya y me dirige hasta su auto. Pero en cuanto me doy cuenta la clase de auto que tiene me quedo totalmente estática. ¡No. Puede. Ser. Posible! El tipo tiene un Tesla. Un hermoso Tesla negro. Ese es uno de los mejores autos, al menos para mí. Siempre he querido tener un Tesla. Siempre. Pero como ya se imaginarán, no lo tengo. ¿Cómo es que él tiene un Tesla y yo no?
Eso sí que es una injusticia.
—¿Pasa algo? —pregunta él, ya que al no moverme pudo haberse imaginado que algo me pasaba.
—Tienes un Tesla—lo miro con mis ojos abiertos de par en par y creo que a mi boca puede entrar una mosca porque me quedé totalmente asombrada.
¿Cómo es que sé tanto de autos? Bueno, admito que me gustan. En realidad, los amo. Y los culpables de eso son mi hermano y mi padre, tienen una obsesión por los automóviles y la causa de pasar tanto tiempo con ellos es que me hicieron una amante de los carros.
—Pues...—Con su mano libre se alborota el cabello de la parte trasera de su cabeza y me regala una pequeña sonrisa de lado que me alborota las hormonas y me provoca un hormigueo por todo el cuerpo. ¡Hey, hey, hey! Tranquila. No babes, no babes, no babes. ¡Control Elizabeth Morgan! ¡Control! — Así, es.
¡Sí, claro! Ahora resulta que el tipo es de pocas palabras ¿no?
Seguimos caminando hacia el auto. ¿Cuándo me alejé tanto? ¿Que no se supone que solo di unos cuantos pasos? ¡Vaya, ahora si que estoy realmente mal!