— ¡Eso es fantástico, Lizzy! — Alice me da una sonrisa completa mientras sus palmas comienzan a chocar una con otra, cosa que siempre pasa cuando la emoción la aborda.
—Lo sé, Alice. Fue lo mejor que me pudo pasar—igualo su sonrisa.
—Pero, oye, no te emociones tanto que después te volverás toda desesperante y enamoradiza, y entonces harás que te odie completamente, y no quieres eso ¿verdad?
— ¿Y tener el odio de Alice Byington en tu vida? No gracias, sería el fin de mundo—volteo mis ojos.
—Já, já pero que graciosa. Anda, hay que caminar más rápido, Lizzy.
Me toma del antebrazo.
—Ahora sí, te golpearé si comienzas a jalonearme, estoy caminando lo más rápido que puedo.
—Ay, pero que agresiva—dice, mientras levanta sus manos en forma de rendición.
—Hay que estar a la defensiva cuando quieren matarte a jalonazos.
—No seas exagerada, si soy todo un amor.
—Hay que ver para creer—susurro, ya que una vez me tocó estar en el lado equivocado de su mano y no fue nada agradable debo decir.
Caminamos un poco más rápido, ya que se nos hizo un poco tarde, aclaro, solo un poco.
Nos han invitado a una fiesta, bueno, solo a Alice así que yo vengo de colada. Pero como podrán imaginarse no pude decir que no porque, aunque no lo crean, esta mujer es más convincente que mi propio hermano cuando quería escaparse de casa y me hacía partícipe de sus travesuras.
Quince minutos después, estamos frente a una casa, enorme debo decir. La fachada de la casa es una locura, simplemente al verla, me dejó con la boca abierta. De frente, se puede apreciar que es de un color café oscuro, lo que la hace resaltar de todas las que tiene alrededor, ya que son de colores brillantes y chillones, la cochera la tiene muy independiente, pero la casa en sí está construida todo a lo ancho y es tan solo de dos pisos.
Al acercarnos, se puede observar unas escaleras que llevan a la puerta principal, sí, la casa es alta, muy alta para contener escaleras que te llevan a la puerta principal.
Alice sube las escaleras demasiado emocionada y yo voy detrás, un poco más retraída y retorciéndome los dedos de los nervios. Al llegar a la puerta principal, toca el timbre, y no tarda mucho en abrir un chico un poco desaliñado, con olor a alcohol y que está batallando en mantenerse recto. Vaya, al parecer la fiesta ya tiene buen rato, si este chico ya no pueda ni sentir las piernas.
—Han llegado dos hermosuras más—grita a nadie en particular, ya que la música está demasiado alta como para permitir que sea escuchado.
Achico mis ojos, tratando de ver más allá de la puerta, pero no puedo observar mucho, ya que hay demasiada gente.
—Adelante, bellas damas—dice con un poco de trabajo—. Sean bienvenidas a la diversión. —En su rostro se marca una sonrisa bobalicona, lo que hace que me dé repulsión hacia él.
—Agh, hazte a un lado, odioso—Alice se abre paso empujando al pobre hombre, lo que hace que caiga sobre alguien, al parecer una chica, pero creo que ella también está demasiado ebria como para darse cuenta que está besando al chico que cayó sobre ella.
Dios, creo que esto comienza a salirse un poco de control. Definitivamente estos ambientes no son lo mío. Lo único que quiero hacer, es salir corriendo de aquí y enrollarme en las cómoda sabanas de mi cama.
Sigo a mi loca amiga, a quién sabe dónde, por la casa. Pero me cuesta seguirle el paso, porque a pesar de que es una casa grande, hay demasiadas personas aquí metidas. Así que, si no me quiero perder, tengo que darle de codazos a la gente para que se mueva y no me haga perder de vista a la guía.
— ¿Lizzy? —Escucho el grito de la loca—. ¿Dónde andas?
—Aquí — contesto levantando mi mano por sobre el tumulto de gente.
Pero cuando voy a alcanzar a Alice, siento a alguien que me toma de la cintura y me pega a su cuerpo, un cuerpo que no tiene ningún atributo de chica. Mi corazón comienza a acelerarse, pero no le doy cabida al miedo, así que levanto mi pie, y con toda la fuerza que soy capaz de reunir, le propino un talonazo en sus partes bajas.
—Suéltame, grandísimo idiota. —Me suelto. Y al darme la vuelta, puedo ver a un chico tomando sus partes bajas, doblándose de dolor. No puedo evitar sentir un poco de remordimiento porque creo que lo golpee con demasiada fuerza. Así que, para no sentirme mal, decido preguntarle cómo se encuentra—. Oye, ¿estás bien?
El pobre chico levanta su mirada, y cuando veo en sus ojos color café oscuro dolor, es cuando el remordimiento me come por completo.