Eres Mi Sueño©

CAPÍTULO 15

Mi vida no es de envidiar, mi pasado me ha dejado marcada. He cometido miles de errores a mis 19 años, pero he aprendido de ellos, me he levantado y he seguido adelante. Ahora, mi mente no alcanza a comprender ¿por qué estoy pasando por un momento de felicidad? ¿por qué no he dejado de sonreír en todo el día? Sé la razón por la que lo he hecho, pero, ¿en verdad lo merezco?

Bueno, mejor no me atormentaré con esos pensamientos, seguiré en mi burbuja feliz, que, esperemos, no se acabe pronto.

—¿Te han dicho que en ocasiones te pierdes en otro mundo? —Bajo de mi nube y volteo hacia la puerta de entrada. Esa voz la reconocería por doquier, gruesa y dulce a la vez, y, como si no pudiera faltar, con una pisca de diversión.

—¿Te han dicho que en ocasiones eres un poco entrometido? —digo tratando de imitar su voz, sin reírme.

Dave tiene razón, en ocasiones sin darme cuenta, me meto en mi propio mundo, olvidándome así, de todo lo que me rodea, pero eso solo ocurre cuando siento una gran tensión emocional, o mucho estrés. Y, en esta ocasión es porque, jamás imaginé que, llegando a este lugar, me encontraría con la bienvenida más espectacular de todas. Joey. La verdadera razón del porque mi cara se desfigura a cada instante, que pienso en él con una sonrisa, como, por ejemplo, en este momento, que seguramente lo estoy haciendo.

—¿Hola? ¡Tierra llamando a Lizzy, Tierra llamando a Lizzy! —Cuando regreso nuevamente, Dave tiene una mirada inquisidora sobre mí, lo que me inquieta un poco porque, seguramente ya su cabeza está recreando todo lo que me está manteniendo en esta burbuja de felicidad—. En serio que tienes un muy grave problema, pequeña.

Mi rostro aún sigue desfigurado, porque no siento para nada mis mejillas de tanto sonreír.

Me encojo de hombros.

—¿Qué puedo decir? Es algo que ocurre sin darme cuenta. No es como si pudiera evitarlo.

Niega con su cabeza, y con una pequeña sonrisa, se aleja de la puerta y se sienta a mi lado en el sofá. Su rostro emite total seriedad, si no fuera por esa pequeñísima sonrisa, creo que hasta yo me asustaría. Jamás me había tocado ver esta faceta en él, así que, solo puedo mantenerme en expectativa de lo que pueda venir.

Elizabeth—suspira. ¿Me asusto o no me asusto? —Tu rostro, a pesar de esa sonrisa que tenías dibujada, reflejaba preocupación. Según me ha dicho un pajarito, has tenido una cita con el galán de ojos azules—guiña su ojo.

Me atrevo a interrumpirlo un poco.

—No te hagas, Dave. Me he enterado que fuiste cómplice—lo miro con mis ojos entrecerrados mientras le doy un pequeño golpe en su hombro.

Ahora sí, Dave me da una verdadera sonrisa, de esas que abarcan toda su cara.

—Lo siento, bonita, pero no podíamos decírtelo, era un secreto.

—Y lo bien que lo mantuvieron, aunque por poco lo descubro por mí misma.

—Sí, gracias a Dios andaba por el barrio cuando Alice me llamó, si no, ya hubiera revelado todo y echado a perder todo nuestro trabajo—voltea sus ojos—. A esa mujer no se le puede confiar nada. Y no intentes cambiar el tema, Elizabeth, que estoy en mi papel de hermano mayor—dice, mientras me apunta con su dedo índice.

—Pero ya tengo un hermano mayor—replico.

—No me interesa, déjame hablar o me enojaré contigo.

¿Se imaginan a Dave enojado? Yo no puedo hacerlo, pero no quiero arriesgarme, así que me mantengo en silencio para prevenir cualquier futura catástrofe.

Le hago una señal con ambas manos para que prosiga con el discurso que, estoy segura, me va a dar.

—Al parecer vienes decidido—levanta una de sus cejas. Odio cuando hace eso, yo no puedo hacerlo, y verlo a él, me frustra totalmente—. Bueno, dejaré que prosigas, pero solo con la condición de que me saques de este apartamento, porque ya me enfadé de estar encerrada aquí.

—Pero tú eres la que insiste en pasar todo el tiempo encerrada en esta prisión. Cada vez que te invitamos a alguna parte, te niegas rotundamente, y eres tan cabezota, que no cambias de opinión.

Lo admito, soy culpable. Pero, ¿quién no prefiere quedarse en casa a leer un buen libro con una taza de chocolate caliente en sus manos? Jamás puedo rechazar esa clase de ofertas, y mucho menos cuando vienen de parte mía, porque, ¿se imaginan yo rechazándome a mí misma? Es algo impensable.

—Bueno, ahora te estoy dando la oportunidad de salir con esta chica aquí presente—me apunto a mí misma con ambas manos. Mi cara hace una rara mueca, secreto para convencer al chico de cabellera castaña.



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En el texto hay: pasado, amorymusica, londres

Editado: 27.07.2018

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