Una hora. Una hora he estado esperando a Caleb en el aparcamiento de la escuela para que venga por mí, pero no lo hace. He estado llamando imparablemente a su teléfono celular, pero simplemente no responde.
Tan solo espero que no le haya pasado nada malo. Él jamás es impuntual, jamás llega tarde a ningún lado. Su puntualidad siempre ha sido algo que me mantiene enferma. No porque sea algo malo, sino porque soy la que paga el precio cuando tengo que salir con él a alguna parte.
Qué horror.
3:06 pm y ni él ni su auto. Esto comienza a preocuparme.
No puedo caminar a casa, queda demasiado lejos de la escuela, y no puedo tomar el autobús, odio admitirlo, pero me da algo de miedo. Las personas desconocidas y el olor a sudor nunca han ido conmigo. Prefiero esperar aquí hasta que mi torpe hermano mayor venga por mí.
Espero llegue pronto, no quiero llamar a papá.
Llamé a casa y le pregunté a mamá por Caleb, pero dijo que tenía que estar en la universidad, que no me preocupara, que tal vez le había surgido algo de imprevisto. Así que no me atormento más, ella tiene razón, tal vez algo surgió y eso lo ha retrasado.
Busco algún lugar cercano de aquí, para que no me pase desapercibido cuando llegue Caleb. Veo un gran árbol no tan lejos de donde los autos aparcan, así que me encamino a él y me siento bajo su fresca sombra.
Saco un libro de mi mochila y me pierdo en su lectura.
—¿Esperas a alguien?
La dulce voz hace que pegue un salto en mi lugar. Estaba tan ensimismada que no lo escuché venir o él es algo así como un ninja, que ni ruido hace cuando camina.
Alzo mi mirada y la clavo en unos bellos ojos color miel.
Oh, Dios mío. Oh, Dios mío. Es él. Es él.
—Sí, algo así— hago un esfuerzo monumental para que mi voz salga normal, pero no puedo evitar que al final mi voz tiemble un poco, así que limpio mi garganta y lo intento nuevamente—. Espero a mi hermano.
—Bueno, creo que tu hermano se ha retrasado un poco.
—Sí —me concentro en las llaves que pasa de mano en mano, jugando con ellas.
Rayos, ¿por qué estoy tan nerviosa? Tan solo es un chico.
«Sí, el chico nuevo y lindo. Y... está parado frente a ti, eso es suficiente para que tus nervios se alteren. Ufff, que calor.»
El chico lindo, que sé se llama Douglas, carraspea, por lo que me concentro en su voz y no en mis pensamientos.
—¿Ya le llamaste?
Perdida.
—Ugh... qué.
Ríe al darse cuenta de mi atontamiento. Ay, qué vergüenza.
—A tu hermano. ¿Ya le llamaste?
—Oh... sí, lo hice, pero no contesta.
Nos quedamos un momento en silencio. Ah, no puedo creer que esté frente al chico nuevo, el chico alto, castaño y lindo, muy lindo. Esto tiene que ser un sueño. Definitivamente es un sueño.
—Puedo llevarte si quieres.
Espera... qué
—¿Qué?
Vuelve a soltar una risita. Rayos, se está burlando de mí.
—Dije: Puedo llevarte si quieres—se encoge de hombros—. Lamento decirlo, pero hace más de una hora que salimos de clase, hay muy pocas personas en la escuela, y tu hermano todavía no llega. Así que si tú quieres, puedo llevarte.
Maldito Caleb, ¿por qué me hace entrar en una situación tan complicada? Voy a matarlo cuando llegue.
«Oh vamos. Ambas sabemos que mueres porque el chico te lleve en su coche. Admítelo.»
Llamo una vez más a mi tonto hermano y sí, sigue sin contestar.
Cierro mis ojos, y digo mentalmente: «Me las pagarás, Caleb.»
Y con toda la pena del mundo acepto la propuesta. Acepto que Douglas me lleve a casa. No es como si fuera a caminar o a tomar el autobús de todos modos, es mejor que quedarme aquí todo el día a esperar a mi hermano mayor.
—Por cierto, me llamo Douglas Harrison —dice extendiendo su mano en mi dirección—. Pero puedes decirme Dou.
Sin vacilación alguna la acepto sin admitir que ya conocía su nombre.