Los días pasan, uno tras otro, unos más rápido, otros más lentos. El pequeño descanso que nos habían otorgado después de haber entregado el tan pesado trabajo del señor Dunne se agota, por lo que la escuela termina por reclamar su tiempo nuevamente.
Pero de lo que no me quejo, es que desde que Joey y yo aclaramos las cosas, entre nosotros hay mejor comunicación y tratamos de quedar todos los días para vernos. Cine un día, paseo otro, comida, cena, turismo. Cita tras cita. Mi corazón sigue aumentando ese sentimiento por ese maravilloso hombre. Es algo que no puedo controlar. Es como si este se sintiera confiado y tranquilo cuando se trata de ese ser de ojos azules. Ni siquiera puedo evitar el pasar los días con una sonrisa estampada en mi rostro. Es como si la vida se hubiera apiadado un momento de mí y haya decidido que tengo suficiente con lo vivido, me haya dejado ser feliz al fin, y me haya dado un azote en plena cara para tatuarme esa sonrisa. Pero lo repito nuevamente, no me quejo.
Todo ha sido más que fantástico.
Cuando puedo me comunico con mi familia, que por cierto me dieron un buen jalón de orejas por durar tanto tiempo sin hablar con ellos y darles mis noticias de vida. Pero ellos aun así me daban el espacio que sabían necesitaba y se amarraron esas ganas de estar siempre sabiendo el cómo estoy. Conociendo a mamá, si por ella fuera me pegaría el teléfono celular a la oreja para nunca separarme de él y estar siempre en contacto y así conocer a cada segundo qué es lo que hago. Pero me imagino, se ha atenido hacerlo. Gracias a Dios.
Mi hermano por el contrario, no deja de querer saber todo lo que no les cuento a papá y mamá. Me conoce tan bien, que sabe que siempre hay cosas que mejor termino reservándolas solo para mí, por lo qué termino platicando con él más de la cuenta y prácticamente gastando todo mi crédito en él, pero es algo de lo que no me lamento, ya que el tener una plática de este tipo con mi hermano, me hace sentir más tranquila, y en cierta parte, hasta desahogada. Caleb viene siendo como mi psicólogo en estos casos. Él calla, escucha, procesa y termina compartiéndome su punto de vista. Jamás se precipita a dar un comentario sin haberlo pensado antes, y esa es una de las cosas que más amo de él, qué siempre es sabio al hablar, nunca deja que su boca mueva ni un musculo sin haberla conectado antes con su mente. Y bueno, como que hasta ahora es el único, de mi familia, que sabe que hay un chico que me está comenzando a volver completamente loca, hablando en el buen sentido claro, por lo que tengo su promesa de hacerme una visita. No lo dudo, sé que tarde que temprano lo tendré por acá y eso más que preocuparme me hace brincar de emoción.
Por otro lado, mi relación con las chicas, día con día mejora. No hay momento que no busquemos tiempo para pasarla solo nosotras y colmarnos de chisme tras chisme, es algo que no podemos evitar, somos chicas, necesitamos alimentar ese lado de nosotras. Pero bueno, hay momentos en los que Dave se pega a nosotros y no nos deja ir, por lo que tenemos que llevarlo a cualquier sitio que nos dirijamos o en definitiva cambiar los planes, pero, siempre la compañía del loco castaño es bienvenida. Caray, qué es lo que digo, si siempre la compañía de Dave termina por mejorar nuestros planes y nuestros días. No es que nos sintamos raras siendo todas mujeres y él el único hombre entre nosotras. Al contrario, tal pareciera que le encanta tener toda la atención de tres chicas solo para él. Como ese tal Pancho Villa con sus dos viejas a la orilla, pero en este caso serían tres.
—Y bueno, chicos— levanto mi cabeza y la despejo para escuchar al señor Dunne más claramente—, para dar la clase por terminada, quiero decirles que he revisado sus últimos trabajos, los cuales recogió Katty, ya que ese día yo no pude asistir por algunos motivos.
—Pues nos hubiera dado más tiempo para hacerlo—dice un chico detrás mío en forma de tos, lo que hace que la mayoría de la clase se ría.
—Lamento decirle, señor Smith, que su obligación era cumplir en tiempo y forma con el trabajo, independientemente si su profesor haya asistido el día de la entrega o no. Además... dudo mucho que un día hubiera hecho la diferencia para usted, ¿cierto? —la carcajadas no se hacen esperar, sino que llegan con más fuerza y ganas porque así es como un profesor puede hacer de las suyas y dejarte en vergüenza en medio de todo un salón de clases—. Bien, continuando, voy a entregarles sus trabajos para que puedan darse cuenta cuáles fueron sus errores, los cuales me tomé a la tarea de marcarlos para que puedan identificarlos fácilmente, no se asusten si llegan a ver todo un cuadernillo marcado...
Ay Dios, cómo se supone que esté más tranquila si comienza a decir cosas como esas. Respira, Elizabeth, respira, puede que el tuyo no haya sido uno de esos, te esforzarte en hacer ese trabajo y tal vez no haya salido tan mal después de todo.
«O puede que sí.»