Mi corazón comienza a palpitar una vez tras otra, solo para volver a hacerlo, tomando una velocidad un poco fuera de lo normal.
Dios mío, ¿qué hace él aquí? Se suponía que...
¡Oh cállate! solo corre y abraza al hombre, mujer. Que ha venido hasta acá solo para verte y tu como boba te quedas parada pensando en el por qué.
Sin objetar a ese pensamiento, corro hasta donde Caleb se encuentra y me arrojo a sus brazos, el cual sin quejarse los abre y recibe mi abrazo, mi gran abrazo de oso.
—Caleb— susurro.
Agh, no puedo creer que en verdad esté aquí. Caleb está aquí. Dios mío, creo que ahora sí lloro.
—Vaya, vaya, creo que alguien me extrañó por aquí —y sí, su comentario listillo fue todo lo que necesité para quebrarme, para realmente quebrarme. Mi cuerpo comienza a convulsionarse por el ataque de llanto que lo ataca—. Eh, eh, eh, calma, pequeña, que terminarás ahogándote si no respiras —no es como si fuera voluntario tampoco. He extrañado mucho a mi hermano. Y tal vez, solo tal vez, no me había dado cuenta de cuánto hasta que lo he visto parado en la puerta observándome con esos ojos tan verdes suyos, mirándome de la única manera en la que él solo sabe hacerlo. Con amor y admiración —. Necesito que te calmes un poco, ¿vale? que tus lagrimas se me quieren transmitir.
Su voz se quiebra un poco, pero eso no le quita el humor a sus palabras ni me evitan el soltar una pequeña risa en medio de tanto lloriqueo. Ese es Caleb, el chico que siempre te hará sonreír con sus comentarios, por no decir que avergüenza, algunas veces.
Nos mantenemos de esa manera. Mis manos y piernas abrazando su cuerpo, y él, envolviendo sus fuertes brazos en mi cintura y besando de vez en cuando mi coronilla. Como si tanto tiempos separados nos hubieran hecho darnos cuenta que esos difíciles momentos vividos nos hubiera compenetrado más y hubieran afianzado esa hermandad entre ambos. Porque lo admito, no siempre me había llevado bien con Caleb, anteriormente solo éramos pleitos, discusiones, malos entendidos y gritos, todo el tiempo. Nos limitábamos a hablarnos lo necesario y a aceptar que vivíamos bajo el mismo techo. Es como si la vida hubiera tramado un plan, demasiado tenebroso, para unirnos verdaderamente como los hermanos qué somos. Y ahora, somos más unidos que nunca. Y esa, es una de las cosas por las que agradezco el haber pasado por momentos tan complicados en mi vida, aunque bueno, hubiera dado lo que fuera porque al menos se le hubieran bajado dos rayitas.
Cuando me siento más tranquila y lista para dejarlo ir, aflojo mis brazos y piernas de su alrededor y me posiciono de manera vertical en el suelo.
—Te extrañe demasiado, Caleb —digo tomando sus mejillas entre mis manos y manteniendo conectada su mirada con la mía para que corrobore cuan ciertas son mis palabras.
Caleb tomando mis manos de su rostro las lleva abajo y me regala, nuevamente, uno de sus babosos besos en la frente.
—Y yo a ti, pequeña. Demasiado, a decir verdad.
Sonreímos, pero un carraspeo nos hace a ambos voltear al interior. Lo que me hace nuevamente recordar que no estamos solos, hay, exactamente, cinco pares de ojos que nos miran de manera expectante. Como si fuéramos una telenovela y esté fuera el capítulo más interesante y donde la cosa se pone buena. Bueno, odio admitirlo, pero esto de tener tantos ojos mirándome como que me pone un poco tonta y me hace sentir intimidada, y exactamente así es como sucede, mis mejillas se llenan de calor, revelando mis emociones al cien.
—Umh, hola por aquí —saluda Alice—. Lamento interrumpirlos, pero creo que, sin contarnos a nosotros cuatro, hay alguien en especial, que, si no obtiene una explicación ahora mismo, terminará por volverse loco. Créanme —y para fundamentar su comentario, hace una mueca con sus ojos hacia el sofá donde un preocupado y muy rojo Joey se encuentra.
Y con esa declaración, mis mejillas con más fuerza toman color. Porque rayos, ¿cómo fui capaz de olvidar eso?
Tomando un poco de valor, trato de arreglar mi error y de aclarar las dudas, que creo la mayoría puede tener ahora.
—¿Chicos?... Umh, les presento a... bueno, él es... umh, este es Caleb —lo presento así sin más. Y como veo que el aludido no se mueve, tomo su mano y lo arrastro hacia dentro del apartamento, ya que se había quedado observando tan solo a su alrededor, y tal vez, tratando de entender el por qué todos tienen la misma expresión plasmada en sus rostros, menos el pequeño Kieffer, él tiene su ceño fruncido mientras los demás nos miran con la boca y ojos muy abiertos.
—Hola.
—Sí, digamos que yo ya lo conocía — habla Dani—, me lo topé abajo, de camino hacia acá, y digamos que fui la responsable de que encontrara tu puerta, Lizzy.