La nueva escuela daba miedo.
La gente era desconocida.
El plantel era más grande, y a la vez,
más pequeño, y más sucio también.
Niños desconocidos corrían por todos lados,
cosa que nunca pasaba en el colegio
donde lo había metido su papá.
Y ni siquiera había tenido tiempo
de despedirse o disculparse con Erick
por lo del día anterior.
Eliot entró al salón de clases que la directora le había indicado, abrazando su mochila y viendo para todos lados. En el colegio todos olían exactamente igual, pero ni bien entró al salón notó la enorme y variada cantidad de aromas que había por ahí.
Había alfas y omegas en el salón.
Una maestra entró corriendo detrás de él, acallando al estruendo que ahí se desenvolvía, antes de notarlo a él. – Oh…- Soltó, viéndolo a través de sus lentes. –Hola, cariño. Tú… debes ser el niño nuevo. – Asintió con timidez y ella sonrió. – Bueno, será mejor que te presente.
En su antiguo salón de clases no eran tan ruidosos tampoco, observó mientras la maestra los volvía a callar. -¡Niños! Este es su nuevo compañerito, su nombre es… - Carraspeó, mientras él veía sorprendido a un par de niños que desde sus bancas se peleaban. –cómo… ¿cómo te llamas, cariño? – Le preguntó en voz queda. –Eliot… - Respondió él en voz baja. – Eliot – Repitió ella con una sonrisa. –Espero que se puedan llevar muy bien con Eliot.
Hizo por sonreír, sin saber muy bien qué esperar de todos.
-Entonces, ¿vienes de un colegio de puros alfas? – Preguntó un niño camino al patio donde llevarían la educación física.
-Pues…. Sí-Volteó a los lados, donde un grupito de niños y niñas con un aroma similar al de Erick y su mami iba pasando.
Los otros niños que venían con él se miraron entre sí, con una sonrisa. -¡Qué envidia! – Admitía uno.
-¿Por qué? –Preguntó él. – Debe ser más divertido jugar entre todos…
-Claro que no, ¿quién dijo que jugamos entre todos?-Expresó otro niño con una mueca de desagrado que Eliot no entendió, pero no fue muy necesario preguntar; entre los demás niños se iban complementando. – Vamos juntos a las otras clases, pero lo que es educación física nos separamos, y en recreo también.
-Los betas son unos aburridos sin nada de fuerza –Explicó un niño.
-Y los omegas son unos llorones y unos debiluchos – Añadió otro.
-Ay, pero eso todo el mundo lo sabe- El primer niño que había hablado resolvió. –Papá dice que sólo sirven para una cosa. – Eliot lo vio sin entender, mientras los demás asentían.
-¿Para qué? –Preguntó de forma inocente, y todos se le quedaron viendo.
Habían llegado al patio, y notó que, efectivamente, los niños de su salón se separaban en tres grupitos a lo largo y ancho de este.
-Pues, para hacer bebés. – Explicó el primer niño, en voz baja cuando el profesor de la clase se iba acercando. – ¿qué nunca has visto a un omega en su celo? Yo veo a mi mamá todo el tiempo, papá dice que esa es su única función, y por eso se quejan tanto…
-¿D-de verdad? – Le miró sorprendido, nunca había oído de tal cosa.
O tal vez sí…. tal vez algo de eso había oído de su papi en otras ocasiones, pero…
El sonido del silbato llamó su atención, al tiempo en que ese niño le jaló del brazo. –Ya va a empezar la clase, vamos.
Eliot frunció el ceño por la confusión, pero se dejó hacer, siguiendo entonces con las actividades que a ellos, como alfas, se les ponía, que en eran hasta cierto punto, iguales que las que les ponían en su anterior escuela.
Los betas en cambio corrían a los lados a una velocidad menor que la de ellos, y los omegas saltaban la cuerda en un rincón más chico.
Esas dudas que sus compañeros le plantaron se quedaron un buen rato en su cabeza después de eso, aun cuando los otros niños ya habían cambiado de tema.
El día escolar se había terminado, y había sido un muy buen día. Erick entró casi azotando la puerta por el entusiasmo de poder contarle lo que había hecho a su gemelo. Con la expectativa de que, ahora que no estaba su papá para sacarlo fuera de casa o hacer que el menor le evitara, su relación iba a poder mejorar y así por fin poder cambiar la opinión que su mamá tenía de Eliot.
-¡Eliot! ¿ya estás aquí? – Tenía entendido que sí, corrió entonces a su habitación. - ¡Oye, ¿cómo te fue en la escuela?!
-Bien –Balbuceó el otro con una media sonrisa, sí… bien, en lo que cabía. Abrió la puerta por completo para que el mayor pasara. – Ya tengo varios amigos en la escuela.
-¿Ah, sí? –Preguntó, sentándose en su cama. -¿Y cómo qué hicieron?
Eliot observaba fijamente al niño frente a sí hasta este punto, recordaba las palabras de sus “nuevos amigos” con respecto a los omegas, pensando por primera vez en Erick pues, como uno.
El mayor ladeó la cabeza, esperando impaciente su respuesta para decir entonces lo suyo. Eliot hizo por sonreír también, sentándose en su cama también, descartando esas ideas por el entusiasmo de su gemelo. – Pues… jugamos, bastante. – Sonrió un poco más – Y hablamos de muchas cosas. Creen que soy “genial” y…
-Erick, cariño, ¿estás aquí? – Dorian abrió la puerta al llamarle, frunciendo ligeramente el ceño al descubrirlos juntos.
-¡Mami! – Erick soltó con emoción. Eliot en cambio, desvió la mirada, sintiendo algo parecido al resentimiento por ese y todos los demás gestos que notaba de su madre. – Iba a contarle a Eliot lo que te iba contando a ti en el camino… ¡y él me estaba contando lo que hizo en su escuela!
El adulto frunció más el ceño, para después hacer una cara indulgente. – Pero quería pedirte que me ayudaras con la comida…
-Pero estábamos hablando – Negó Eliot, a sabiendas de lo que seguía. De lo que siempre seguía.
Erick los volteó a ver a ambos. Estaba por plantear que Eliot ayudara también, o que hablaran mientras ayudaba a su mami, cuando esta terminó de entrar, tomándole de la mano.