Todo el camino aquella escena deambulaba en su cabeza.
Una imagen imaginaria de algo que ni siquiera
había visto.
De pronto, preguntarle a su mamá parecía
imposible. Como si supiera que sólo
necesitaba de un argumento más, una razón más
para dar rienda suelta al mismo tema de siempre.
Pero, ¿porqué aunque no lo quisiera, ese tema
seguía saliendo?
De pronto, hablarlo también con Eliot tampoco
parecía una opción.
De pronto, contarle esta nueva información
al menor parecía tan… inapropiado.
¿Cómo le dices a tu hermano alfa que ellos son un peligro?
¿Cómo le dices que para ti tiene mucho sentido?
Durante esa cena el ambiente se sentía tenso. Mami parecía perdido en sus pensamientos cuando se despidió porque tenía que ir a trabajar, se despidió distante, tal como lo había estado el resto de la tarde en los pocos momentos que lo vio disponible. Desde que había llegado de la escuela, Eliot no había salido del cuarto, y él, incomodo, tampoco había insistido con ninguno de los dos.
Erick suspiró, ¿qué más daba no comentar aquello? Su hermano había estado raro toda la tarde. Estaba terminando de recoger la cocina como se lo había prometido a su mami cuando lo vio acercarse por un paquete de galletas. Apenas lo tomó, volvió por donde vino, evadiendo la mirada del mayor
Eliot estaba cansado, estaba herido, todas esas emociones sin clasificar se vieron agitadas por una repentina ansiedad al escuchar que tocaban la puerta. ¿Ya habría regresado tan pronto? ¿Habría ido para disculparse? ¿Qué le diría para explicarle lo que había pasado? ¿…su mami lo escucharía si se disculpaba? Se apresuró a abrir la puerta, con las palabras ya en el dintel de sus labios.
La característica sonrisa de Erick le saludó desde el otro lado, el mayor sostenía un vaso de leche, visiblemente incómodo en tanto notó que Eliot se asomaba al pasillo. – Pensé que necesitarías algo para las galletas – Opinó.
Soltó el aire que llevaba conteniendo en el pecho, la decepción impresa en su semblante. No estaba siendo justo y lo sabía, pero era un niño, y no encontraba otra manera de sacar su frustración con lo que tenía en frente. - ¿Sólo vienes por eso? Pensé que seguías limpiando…
-Ya terminé – Le entregó el vaso, haciendo un fingido bostezo fue directo a su cama. - ¿Qué pasó? ¿Estás enojado? – Lo vio carraspear, sentado en el suelo para comer su “cena improvisada”.
Eliot no sabía por dónde empezar. Titubeó. – Erick, tú… ¿te acuerdas de las tías que fueron al funeral de papá?
- ¿Tías? – La pregunta lo tomó por sorpresa, en casa el tema de su papá no solía tocarse, no era tampoco algo que le gustara recordar por la sensación que le provocaba. Pero… si hacía memoria, la imagen de esas mujeres refiriéndose de maneras horribles a su mami apareció. - ¿Qué pasa con ellas?
- ¿Sabías que son familia de papá? – Eliot pretendió no notar la cara de Erick al escucharlo, lo vio asentir.
¿Por qué era un tema tan importante para él? Erick sólo podía sentir miedo al pensar en ellas, al pensar en lo amenazado que parecía estar su madre, y que eso no podía significar nada bueno para ellos. El omega tragó saliva al escuchar lo siguiente.
-Son nuestra familia, y quieren hablar conmigo de papá, pero… hoy que vinieron a la casa mamá las echó. No me dejó decirles nada, sólo… - Su explicación empezó a quebrarse. Todo el dolor acumulado parecía querer salir con ese llanto. Parecía que, fuera de escucharlo, Erick estaba oyendo una historia de terror.
- ¿Por qué vinieron aquí? – Preguntó con urgencia – Eliot, eso no es bueno, ellas son muy groseras, son alfas como papá, son… - “peligrosas”, se tragó esa última pregunta, los ojos llorosos del niño en el piso de pronto se turbaron.
- ¿Qué tiene de malo ser alfa? – Interrogó, el nudo en su garganta apretándose. Había dejado “su cena” a un lado, cruzando entonces sus brazos en un gesto infantil. – Si ellas fueron groseras es porque mamá también lo es.
-Mamá no es así. – Erick sintió urgencia por recalcar aquello, estrujando la cobija de la cama entre sus puños. – Ellas dicen cosas horribles de los omegas, son mentiras, él no es así.
- ¡¿Entonces qué es?! – Eliot inquirió, pegándole a lo que tenía más cerca: uno de los muñecos de Erick. Su pecho subía y bajaba - ¡No me habla! ¡Nunca! Ni siquiera para escucharme pedirle algo, ni tampoco para explicarme nada. Nunca viene a darme las buenas noches, ni a preguntarme por mi tarea, ni para irme a buscar cuando salí a esperar a mi papá. – Su voz se hizo chiquita al mencionarlo, recordar eso último jamás le había parecido tan doloroso como hasta ese momento.
No habría notado que su hermano había retrocedido en la cama si no fuera porque levantó la vista. Sus ojos otra vez acuosos.
Erick no comprendía por qué su cuerpo empezaba a temblar así. Sólo le pasaba cuando su papá usaba la “voz de mando”, y el solo recuerdo le hizo llorar también. Tardó un momento en poder usar su propia voz, que salió como un sollozo – Es que papá no era una buena persona. – “No digas mentiras” sabía que eso era lo que estaba por decir Eliot y él se apresuró a negar con la cabeza - ¡No son mentiras! Era bueno contigo, pero, ¿por qué con nosotros no? ¿Por qué no me quería? Era un monstruo y seguramente esas alfas también.
Eliot se levantó para querer defender a su papá, viendo al otro niño retroceder más y ocultarse bajo las cobijas de la cama. Parpadeó varias veces, tratando de asimilar lo que estaba pasando. Erick… ¿le tenía miedo?
-Papá si nos quería… - Sollozó. – Él era el mejor papi que existía… - ¿qué cosas había hecho por Erick? ¿Qué cosas le decía? ¿Qué cosas le compraba? No podía… recordar nada, pero… - era… todo lo que tenía. – Erick no contestó, y él se tapó la cara con las manos estallando en llanto.