CAPÍTULO 2
QUIERO MORIR
Mathias:
Es horrible estar aquí.
Tengo la mente llena de sombras que no me permiten pensar con claridad. ¿Qué me ocurrió? No logro recordarlo, solo tengo una vaga idea de ir conduciendo y de pronto quedar frente a una luz cegadora. Lo demás es borroso.
Me siento en una mezcla de estar despierto pero inconsciente. Es algo espantoso. Me duele todo el cuerpo, en especial la espalda pero soy incapaz de verbalizarlo o cuando menos acomodarme a una posición que sea menos dolorosa.
No percibo mi entorno. Siento algunos ruidos lejanos que parecen ser voces pero no distingo ninguna familiar. Estoy preso en mi cuerpo y es la peor sensación que he vivido en toda mi vida. Tal vez mi aspecto externo luzca apacible pero traigo un infierno por dentro y no puedo decírselo a nadie. No sé qué me pasa pero no lo soporto. Quisiera morirme.
¿Cuánto tiempo llevo aquí? Se me hace imposible saberlo, solo puedo adivinar. Me parecen años pero creo tener apenas treinta o quizás ya soy un anciano y no lo sé. Tal vez ya estoy muerto y este es el famoso misterio de la muerte del que todos hablan pero nadie conoce. Si es así, la muerte no es descanso, es tan solo otro sufrimiento.
Tengo frio. Quisiera que alguien me cobijara con algo más grueso porque la sábana que traigo encima apenas me calienta y siento helarme de pies a cabeza. Pero ni siquiera sé si estoy solo o acompañado y aun cuando tuviera a alguien cerca ¿Cómo podría pedirle una frazada? Esto es desesperante. Quisiera llorar pero tal parece que no tengo derecho siquiera a unas lágrimas. ¡Quiero morirme! ¡Por favor, alguien que acabe con mi sufrimiento! ¡Acaben con mi miseria!
Ahora los ruidos que antes eran ecos vacíos comienzan a tomar forma. Escucho una voz desconocida. Es una voz de mujer. La oigo a la distancia y suena a órdenes, a mandatos. No creo haber escuchado esa voz nunca antes. Luego escucho otra voz. Me esfuerzo por identificarla porque suena familiar. Tal vez es mi madre, si es que tengo una y si es que todavía vive porque no estoy seguro de mi edad.
“Quizás tiene calor…lo veo sudando” creo que dice una de las voces y parece que me han quitado la fina cobija que me cubría. Ahora siento congelarme. ¡Es horrible estar así!
Las voces suenan airadas, creo que discuten. Todo es tan distorsionado que no logro entender de qué se trata y menos todavía articular que me molestan. Quiero que se vayan, que me cubran con una frazada gruesa y caliente y se vayan. No deseo tener a nadie cerca, no deseo escuchar esos molestosos ruidos que me perturban y menos deseo vivir. En especial eso último, no deseo vivir.
Se han acallado los ruidos. Quizás se marcharon y me han dejado solo. Me muero de frio y a nadie parece importarle. Ojala y muera de hipotermia. Pero quiero una muerte verdadera. De esas que siempre me dijeron eran liberadoras porque ya no se sentiría nada. En cambio, yo sigo aquí. Escuchando ruidos que no comprendo, imaginando a quien pertenecerán las voces, congelado hasta los huesos y con deseos de llorar. Pero no puedo.
Estoy suspendido en el tiempo, no tengo consciencia de si han pasado minutos, horas o días. Solo sé que algo ha cambiado para siempre. Todo es oscuridad y traigo una inmensa lucha contra mi propio cuerpo.
Me parece que alguien llegó. Percibo un suave olor a flores. Es tenue y agradable, no se parece a nada. Por fin siento algo agradable, es maravilloso. La sensación más exquisita desde que estoy encarcelado en mi cuerpo. Es un olor a flores que se acerca y se hace casi palpable. El sentido del olfato se me ha recrudecido a tal punto que puedo decir que el olor a flores me ha cobijado pero es que… ¡me han cubierto con una frazada tibia! ¡Vaya, ojalá y signifique que alguien al fin se ha apiadado de mí! ¡O quizás estoy recobrándome y ya puedo sentir el calor de la vida! Siento un enorme alivio, la tibieza me arropó de arriba abajo y agradezco a quien sea que ha tenido la sensatez y la empatía de cubrirme.
En la neblina de mi conciencia intento buscar las razones de mi condición. Busco y no encuentro nada. Tal vez estoy pidiendo demasiado y debería enfocarme en cosas más sencillas como saber mi nombre, mi edad y lo más básico de mi historia. No sé si duermo o estoy despierto. Solo sé que estoy en un estado donde se ha disminuido mi grado de conciencia y eso me impide tener capacidad para responder a los estímulos externos. Tal vez esto es solo un síntoma de otra situación clínica. Quizás no tengo una enfermedad sino que vivo en un letargo y solo necesito la terapia adecuada para salir del estupor.
He perdido de golpe todos mis sentidos aunque a veces siento recobrarlos un poco. Apenas hace unos minutos el olfato hizo su trabajo percibiendo un aroma a flores. Sin embargo, el tacto parece ser el sentido que tengo más activo. Tenía frio y ahora ya no. Eso es una buena noticia, quiere decir que siento. Aunque me descorazona no ver nada y tampoco puedo degustar sabores. Me imagino estoy siendo alimentado a través de una sonda.
El silencio es abrumador. No puedo captar sonidos con coherencia. Solos ruidos esparcidos aquí y allá. Intentó descifrar lo que dicen para que las cosas tengan algo de sentido y no enloquecer. O quizás ya estoy loco. Este desvarío en pensamiento puedo ser un signo de ello. Es horrible estar entre dos mundos, sin saber a dónde pertenezco ni a donde voy.
He sentido nuevamente el olor a flores y me provoca una inmensa alegría. Me aferro a ese aroma porque es vida y esperanza de vida.
Que no se aleje nunca de mí.
Quizás si mi cuerpo recibiera la suficiente estimulación podría salir de este estado en el que creo que ni siquiera respiro sino que tengo ventilación mecánica. ¿Existirá algún fármaco que pueda ayudarme? ¿Alguna maquinaria inventada por la avanzada comunidad médica? Ruego porque eso suceda. Pero como ni siquiera sé si estoy vivo o muerto, lo que deseo es tener seguridad. Quiero algo definitivo que me saque de este estado y me lleve a vivir o me mate de una vez con una muerte definitiva. El limbo en que me encuentro es lo peor que ha podido pasarme.